noviembre de 2024 - VIII Año

Ángel Fernández de los Ríos, un lugar destacado en la historia de Madrid

El autor reivindica en este artículo la figura de Ángel Fernández de los Ríos, merecedor de ocupar un lugar destacado en la historia de Madrid

Le impulsa la costumbre / de pisar y avanzar.
Nada más dulce / ni de mayor consuelo
Jorge Guillén, Callejeo.

delosriosEn el 2021 se cumplirá el segundo Centenario del nacimiento de Ángel Fernández de los Ríos (1821-1880). Todos venimos de una tradición. La suya es netamente avanzada y progresista. Hoy pocos lo recuerdan. Es una lástima y, forma parte de la deriva inconsistente de estos tiempos.

Probablemente, el siglo XIX español sea el periodo menos conocido y valorado de nuestra historia. He ahí un hándicap de no poca envergadura. Sin entender las coordenadas de la España decimonónica mucho de lo que pasa y de los que nos pasa, queda oculto en la penumbra. Estoy convencido de que unas bases sólidas sobre el siglo XIX son el requisito indispensable para adentrarse en el XX y poder analizar, con rigor, aspectos significativos de nuestra historia.

Para muchos, Fernández de los Ríos no significa apenas nada. Una calle en el distrito madrileño de Chamberí y, poco más. Sin embargo, es una figura de relieve para juzgar y para someter a revisión crítica aspectos destacados de nuestra historia, donde todos los intentos de transformación y de homologación con los países de nuestro entorno, terminaron siempre en un lamentable fracaso.

De espíritu inquieto, trabajador infatigable y dotado de una curiosidad intelectual que le llevó a interesarse por un abanico de temas diversos pero, entrelazados. Fue un liberal convencido, tuvo ideas revolucionarias, puede considerársele un periodista audaz y arriesgado, un gran cronista y hasta, en cierto modo, un historiador y por no hacer esta enumeración excesivamente prolija, un defensor del laicismo y un hombre preocupado por la educación.

Perteneció a la denominada Generación del 68, hoy tan poco recordada pero de la que puede aprenderse mucho, con tan solo realizar un esfuerzo de aproximación. Algunas de sus obras se han reeditado, no hace mucho tiempo, en facsímiles.

Con inteligencia y sutileza se han ocupado de él, Andrés Trapiello y Antonio Bonet Correa, entre otros. Durante toda su vida tuvo una integridad moral a toda prueba. Fue un hombre cabal en toda la extensión de la palabra.

Por no citar, de momento, más que una sola obra en dos volúmenes, mencionaré Luchas políticas en la España del siglo XIX, un texto brillante y vibrante de consulta obligada para entender con propiedad lo acaecido en la primera mitad del XIX en nuestro país.

El pasado, no es como nos lo han querido presentar, una galería de antigüedades. Sigue vivo en nosotros y condiciona el presente más de lo que parece. Por otro lado, pocas cosas son tan perniciosas como el adanismo, por desgracia tan en boga en nuestros días. Un país con futuro es el que guarda celosamente memoria de lo que ha sido, porque los recuerdos son la mejor brújula para no repetir errores y para orientarnos en medio de situaciones difíciles y complejas.

Cuando no se hace así, el pasado resulta algo fantasmagórico y la historia que es algo vivo, se presenta tergiversada y envuelta en un lánguido disfraz ficticio y metafísico. Quienes se oponen a la memoria histórica, en el fondo lo que pretenden es ocultar bajo un velo de ignorancia, aquello a lo que se niegan a dar respuesta y cobardemente envían la memoria al desván de los objetos perdidos…hasta que sea rescatada.

Precisamente, por eso, hay que pasar de la anécdota a la categoría. Atreverse a contar, lo que algunos decidieron que no se podía contar. Quizás la Historia, en ocasiones sea la que quita y da memoria. Es preciso, eso sí, adoptar posturas arriesgadas que se atrevan a despojarla de adherencias incomodas y a mirarla cara a cara. Por fastidioso que sea para algunos no es invariable, sino dialéctica. Por un lado, puede tenerse de ella una visión como la que cuenta Dante que estaba grabada a las puertas del Infierno ‘Lasciate ogni speranza, voz che, entrate’ (abandonar toda esperanza, los que aquí entráis).

futuromadridPero… por otra, hay también, una historia recuperada. La que ayuda a poner al descubierto, con sagacidad, lo que los enemigos de la libertad y de la objetividad han pretendido largamente que no se sepa. Hay que terminar con las medias palabras, llamar al pan, pan y al vino, vino. Y poner, por fin, sordina a los sobreentendidos y a los conceptos encriptados que no han podido manifestarse con toda su fuerza, hasta la fecha.

Puede decirse que Ángel Fernández de los Ríos ‘mamó’ el liberalismo. De hecho, su familia paterna, era de un talante progresista indiscutible. Viene de esa tradición a la que pertenecieron, también, figuras de relieve como Álvarez Mendizábal, Riego o Torrijos. En consonancia con este ambiente en el que se educó, ingresó en la Masonería y comenzó a frecuentar el Ateneo madrileño. Por esta época entró en contacto con Julián Sanz del Río y con el grupo institucionista, que por esas fechas, divulgaba y sembraba las ideas krausistas.

Antes de entrar en su ingente labor periodística, quisiera comentar un hecho, tan poco conocido como relevante, su iberismo. Por diversas vicisitudes fue Embajador en Portugal. Su estancia en el país vecino le sirvió para conocer su lengua y su cultura, lamentar que dos países vecinos hayan vivido durante tanto tiempo de espaldas y defender el iberismo, lo que es tanto como decir, una política peninsular unitaria que tiene tanta historia común y lazos vinculantes tan poderosos. De esta etapa es sumamente representativo su libro Mi misión en Portugal que le ocasionó reconocimientos y condecoraciones… pero, también, algunos disgustos e incomprensiones.

El siglo XIX es mucho más que un decorado de opereta con mucha naftalina. Es algo vivo. Con mucha frecuencia se abrían y se cerraban periódicos y revistas. Sus redacciones eran lugares rebosantes de ideas donde se podía tomar el pulso a la sociedad de la época.

La memoria desafía la irreversibilidad del tiempo. Quiero citar algunas de las empresas periodísticas a las que Ángel Fernández de los Ríos estuvo vinculado, fundando algunas de ellas y colaborando activamente en otras. Así Las Novedades, La Ilustración, El Siglo Pintoresco… y sobre todo, La Soberanía Nacional.

Algunos de estos medios de comunicación padecieron censuras, fueron cerrados temporalmente o definitivamente clausurados. Desde luego, estos periódicos y revistas estuvieron sujetos a los vaivenes políticos y buena parte de sus redacciones, de cuando en cuando, terminaban en el exilio.

Ángel Fernández de los Ríos se caracterizó por una firmeza ética, por la defensa de sus convicciones y por no ceder ante los intentos de chantaje. Tuvo no sólo diferencias sino auténticos encontronazos con reaccionarios como Bravo Murillo. Una prueba más de su activismo es que en su casa estuvo escondido durante varios meses O’Donnell. Es decir, llegada la ocasión no dudaba en jugársela… arriesgando, incluso su vida.

Para él no había diferencia entre luchar por sus ideas políticas y trabajar en medios de comunicación. Junto con Salustiano Olózaga Almandoz, del que posteriormente escribió una más que interesante semblanza, bajo el título Estudio Político y Biográfico sobre Olózoga (1863), González Bravo y otros, redactó el Manifiesto de Constitución de la Unión Liberal. Poco tiempo después, puede constatarse que sus ideas lo aproximaban más y más al republicanismo y, por tanto, a la oposición a la monarquía, lo que le granjeó un exilio en París y persecuciones diversas. Como ejemplo de cuanto venimos diciendo, baste repasar un artículo que fue ampliamente leído y comentado y llevaba el expresivo título de No más Borbones.

laica2Ángel Fernández de los Ríos se dedicó, también, con ahínco a tareas encomiables de divulgación con la finalidad de educar al pueblo y de poner a su alcance ediciones y textos asequibles, a bajo coste, que le permitieran conocer lo que hasta entonces le había sido vedado, como por ejemplo, El Quijote. Es, así mismo, fundador de la Biblioteca Universal cuyo principal objetivo no era otro que editar obras, antiguas y modernas, de autores, tanto españoles como europeos, para acercar la cultura y educación a la clase trabajadora. Una tarea que le honra, desde luego, estos esfuerzos no por desconocidos dejan de ser encomiables y meritorios.

Para aproximarse a las coordenadas biográficas, políticas, culturales, literarias y periodísticas de Ángel Fernández de los Ríos, habría que poner en valor multitud de iniciativas y proyectos que desarrolló.

No quiero pasar por alto que el almeriense, Nicolás Salmerón, uno de los Presidentes de la Primera República, intentó que formase parte de su Gabinete y otro, Emilio Castelar, llegó a ofrecerle la presidencia del Ayuntamiento de Madrid.

Entre sus múltiples inquietudes, también, está presente su faceta de urbanista. Habría que, al menos sucintamente, exponer que en sus obras El futuro de Madrid y la Guía de Madrid, no se limita a describir el Madrid de su tiempo, ni a soñar con un modelo urbanístico diferente. Además de un pensador, en cierto modo utópico, hizo realidad alguno de sus proyectos, cuando fue Concejal de Obras del Ayuntamiento.

Con anterioridad he mencionado a Bonet Correa. Su introducción a El futuro de Madrid es magnífica y constituye uno de los intentos más logrados de reivindicar la polifacética figura de Ángel Fernández de los Ríos. De las muchas cosas que habría que decir de su paso por la Corporación Local habría que destacar, sobre todo, que fue el responsable de la construcción de la Plaza de la Independencia y que puso en marcha el Boletín Municipal, sin olvidar que influyó, no poco, en que el Parque de El Retiro pasase de un lugar de asueto para la Corona a ser disfrutado por el pueblo de Madrid.

Llega el momento de poner punto final a esta somera introducción que confío en que haya resultado atractiva y un tanto propedéutica. Dejo a la curiosidad del lector el que explore cualquiera de las vías y senderos que sólo han sido apuntados,

Mencionaré como colofón que fue deportado a Portugal por el reaccionario Cánovas del Castillo, en otro tiempo amigo suyo, y que a finales del siglo XX (1999) el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, rescató con un estudio preliminar de Carmen del Río una obra suya, para mí, de imprescindible lectura Un proyecto de Escuela laica.

No hay que limitarse a pasar de puntillas por la vida… por el contrario, en la medida de lo posible, hay que intentar hacer historia.

Muchos son los que lo pretenden, pocos los que lo consiguen. La vanidad humana es un pozo sin fondo… Ángel Fernández de los Ríos, sin embargo, por su esfuerzo y por sus indiscutibles méritos lo logró plenamente.

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Archivo Entreletras

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