Hoy, 3 de julio, se estrena la última película del vasco Ibon Cormenzana. El bus de la vida nos cuenta la historia de Andrés, un profesor de música que acaba de cumplir cuarenta años y que es reclamado por un instituto de la localidad vizcaína de Orduña. Así que este se ve obligado a hacer las maletas para abandonar Madrid —donde vive— y salir apresuradamente de viaje a fin de cubrir la plaza que ha quedado vacante. Allí se instalará en la casona de Mai, una impetuosa joven que vive en el pueblo. El sueño de Andrés es convertirse en músico profesional pero su miedo escénico es un obstáculo para dar el salto, aunque ha compuesto buenas canciones —auténticos hits— a un viejo amigo que ya se ha convertido en una estrella.
El primer día de clase Andrés sufre un fuerte pitido en el oído, que se irá repitiendo por lo que acabará por acudir al médico. El diagnóstico no puede ser peor: tiene un tumor maligno en uno de los nervios auditivos y debe someterse a un tratamiento de radioterapia. Para ello deberá desplazarse diariamente al hospital de Bilbao en un autocar destartalado que traslada gratuitamente a todos los pacientes de la zona. Curiosamente, es la jovial Mai la que conduce generosamente la desvencijada tartana, donde reina el optimismo y el buen rollo, para sorpresa de Andrés que ha pillado una depresión tras la noticia de su enfermedad. El ambiente festivo de ese microcosmos —El bus de la vida—le devolverá la ilusión y la confianza en el futuro. La película le quita hierro a una dolencia tan estigmatizada como el cáncer y consigue que el espectador se divierta a la vez que le hace reflexionar.
Nadie mejor que Dani Rovira (Ocho apellidos vascos, Ocho apellidos catalanes, Superlópez, Mi amor perdido, Mediterráneo, Cuidado con lo que deseas) para encarnar al atribulado Andrés, y no tanto porque el actor haya superado un linfoma de Hodgkin hace unos años, sino porque sus innegables dotes dramáticas y su carisma están al servicio del personaje con toda la eficacia necesaria. En el papel que defiende —nada fácil— las necesita a raudales para hacer convincente el proceso madurativo del sufrido protagonista. La ya conocida vis cómica de Rovira —en aquellas escenas que lo requieren— se alía sin un ápice de histrionismo a sus gestos contenidos y a su medida gestualidad —sin alharacas melodramáticas— para regalarnos una interpretación memorable llena de profunda emotividad. En el intento le acompaña un reparto que brilla a su altura: su partenaire femenino por supuesto es Mai —a la que pone cara Susana Abaitua (4 latas, No mires a los ojos, Eres tú)— y su particular escudero es Unai —Pablo Scapigliati (Como si estuviera ahí)—, uno de sus alumnos al que le falta una pierna a consecuencia de un tumor de médula. Unai sueña también con subirse con su grupo de rock a un escenario y ahí está el núcleo de la historia que desencadena una relación de camaradería y colaboración entre este y Andrés. Será precisamente Unai —con su desbordante candor adolescente— el que le suelta al malhadado Andrés una bofetada esperanzadora: “Si lo piensas bien, desde que nacemos, nos dicen que somos terminales. ¿A qué esperas para comerte el mundo?”
A este trío estelar hay que sumar la magnífica presencia de la veterana actriz Elena Irureta (La ardilla roja, Hola, ¿estás sola?, Airbag, Flores de otro mundo, Sobreviviré, Te doy mis ojos) que da vida a Manuela, una dicharachera paciente aquejada de cáncer de hígado que tiene una vitalidad a prueba de bombas y a la que solo le amarga la actitud apocada y lúgubre de su marido.
Estos compañeros de viaje no solo le harán enfrentar sus frustraciones, sino que le enseñarán a saber a qué escenario deberá subirse finalmente para salvaguardar su integridad, dando valor a aquellas cosas pequeñas que realmente merecen la pena. Su peripecia vital —ironías del destino— tendrá un giro en el que el maestro que iba a enseñar se acaba convirtiendo en el alumno que acaba por aprender, contra todo pronóstico. En este sentido, se puede considerar la cinta una película de aprendizaje.
El guion —del propio realizador y de Eduard Sola— está basado en hechos reales y va dosificando inteligentemente lo que nos quiere contar hasta llegar al clímax. Las referencias a las drogas ilegales (si bien con fines terapéuticos) que aparecen a lo largo de la trama dan lugar a escenas hilarantes como la del control al que somete la Ertzaina a los pasajeros del autobús y a su circunstancial conductor —un asustado Andrés— una noche de farra. Situaciones como esta nos hacen recordar por momentos la célebre comedia británica Saving Grace (El jardín de la alegría), que tuvo un éxito arrebatador hace veinte años en el Festival de Sundance. Como en ella, El bus de la vida está ambientada en una pequeña localidad —con unos cultivos domésticos de cannabis— donde todos sus habitantes resultan ser una gran familia —con entrañables secundarios—, aunque en esta ocasión la comicidad se eleva por encima de las circunstancias para servir de contrapunto al terrible drama cotidiano que viven sus estoicos personajes. La triada “autobús/psicotropos/música” nos trae también a las mientes las locas experiencias de los legendarios Merry Pranksters (Alegres bromistas) del escritor beat estadounidense Ken Kesey, de las que Tom Wolfe se hizo eco en su libro The Electric Kool-Aid Acid Test y los Beatles en su telefilm Magical Mistery Tour.
Por supuesto, la banda sonora muy atinada de Paula Olaz para el largometraje de Cormenzana está trufada de buenas canciones de numerosos artistas —Manuela Vellés, Kase.O, Los Chikos del Maíz, Fito y Fitipaldis, Chill Mafia y Rigoberta Bandini—, como no podía ser de otro modo.
La belleza bucólica de los exteriores pone a prueba la fotografía de Albert Pascual, que sale airoso del envite. La escena nocturna del autocar en llamas es sobrecogedora.
En suma, El bus de la vida es una apuesta sólida que no deberíamos perdernos este verano para que no se nos olvide que tenemos fecha de caducidad, que la vida es un regalo diario que hay que estrujar y, por último, que solo el sentido del humor y la amistad nos pueden salvar de la quema. Un hermoso canto al carpe diem horaciano.
Fichas técnica y artística
Título: El bus de la vida (España, 2024)
Dirección: Ibon Cormenzana
Guion: Eduard Sola e Ibon Cormenzana
Género: Comedia dramática
Reparto: Dani Rovira (Andrés), Susana Abaitua (Mai), Elena Irureta (Manuela) y Pablo Scapigliati (Unai)
Música: Paula Olaz
Fotografía: Albert Pascual
Compañías: Coproducción España-Francia; Arcadia Motion Pictures, Pachacamac Films, Aixerrota Films, Pris and Batty Films y Noodles Production
Distribución: A Contracorriente Films
Para ver el tráiler oficial de la película pincha aquí