noviembre de 2024 - VIII Año

Françoise Proust (1947-1998): una filósofa con una visión de la historia, original y heterodoxa

La historia es la colección o recolección de las experiencias sublimes de libertad.
Françoise Proust.

En los últimos veinticinco o treinta años no nos hemos sentido, especialmente atraídos hacia el pensamiento europeo que, sin embargo, ha visto aflorar en los últimos decenios del siglo XX y en lo que llevamos del XXI, autores y obras de indudable interés. Hasta el punto de que algunos de ellos, deben figurar como filósofos, ensayistas e intelectuales relevantes en el ámbito de la filosofía contemporánea.

El caso de Francia es paradigmático. Hemos pasado, prácticamente sin interrupción, de considerarla “un foco esencial” de generación del pensamiento a abandonarla como referente, con alguna excepción como Thomas Piketty, de un tiempo a esta parte.

Me propongo realizar algunas disquisiciones, inquisiciones y someras propuestas sobre Françoise Proust, una pensadora francesa a la que no se le ha prestado apenas interés.

Tienen no poca enjundia sus obras acerca del sentido de la historia, sobre Walter Benjamin y un tema al que la filosofía ha dedicado escasa atención, que es la resistencia, a la que ahora se alude con una cierta soberbia y pedantería como “resiliencia”.

Estas páginas pretenden ser tan solo una introducción propedéutica a sus tratados como “Kant, el tono de la historia” (1991), “Historia contra los tiempos: el tiempo histórico en Walter Benjamin” (1994) o “Sobre la resistencia” (1997), su última obra, escrita poco antes de morir. Voy a ir enumerando una serie de pistas y de aspectos sobre los que creo que el lector puede y debe dedicar un espacio, más o menos dilatado, para la reflexión.

No me parece extraño que Miguel Abensour, filósofo político, próximo a Cornelius Castoriadis, haya opinado de ella que es una rebelde y que su pensamiento es inequívocamente conflictivo con el estado de cosas existente. Cuando demuestra mayor ardor combativo es en los momentos en que denuncia o critica todo aquello que obstaculiza o bloquea el camino hacia la justicia.

La prosa de esta pensadora es sugestiva y brillante, tal vez por eso, impacte tanto. De un tiempo a esta parte, escasean los textos de Filosofía de la Historia. Resultan estimulantes sus interpretaciones de que la historia se bifurca. Sus enfoques van más allá de un diagnóstico y de una información analíticamente rigurosa de lo que acaece o acaeció.

Tal vez, el mañana o el futuro, no sea otra cosa que el vacio y que “el presente crepuscular” pueda llegar a anegarlo todo de tinieblas, clausurando o entorpeciendo, de esta forma, todo interés hacia la historia.

El lector que se interese por hacia dónde nos conducen la incertidumbre, la ausencia de pensamiento crítico y el avance de la extrema derecha, con sus derivas excluyentes y totalitarias, encontrará no pocas ideas interesantes y hasta premonitorias, en esta filósofa.

La historia no es para ella un “tempo abstracto”. Probablemente no ha habido otro pensamiento que tenga tan presente la figura de Emmanuel Kant, cuyo tercer centenario de su nacimiento… está pasando, casi desapercibido, salvo en algunas universidades alemanas.

Es también, digno de ser tenido en cuenta, algo que apuntó Alain Badiou y es que para ella “una de las claves” para la interpretación de la historia, no es tanto la continuidad de las estructuras como las discontinuidades múltiples.

Cuando vivimos en medio de una tensión dialéctica sorda, entre democracia y autoritarismo, que es como algunos taimados llaman a las ideas retrogradas y opresivas, que tanto dolor y tanta sangre han derramado sobre el suelo europeo.

Si se me permite, la historia en su faz menos visible, contiene ironías que ayudan a interpretar presentes como el nuestro. De los clásicos deberíamos haber aprendido que la paradoja es inseparable de una interpretación que no sea rectilínea ni dogmática.

Françoise Proust pone énfasis en lo que llama “La tonalidad de la Historia”. No está, desde luego, nada mal que parta del filósofo de Königsberg, y que despliegue un vuelo metafórico y una brillantez expresiva desde una base analítica rigurosa. Tiene el arrojo intelectual de asociar la libertad a la singularidad de determinadas experiencias. Por consiguiente, hay que fijar la atención en lo que ella llama las discontinuidades.

La visión fría de los hechos no conduce a nada o a muy poco. Hay que dialogar con la historia, que al contrario de lo que algunos opinan, no tiene los ojos cerrados y acecha el murmullo de los acontecimientos. Desde esta perspectiva se obtienen resultados aparentemente nihilistas, cuando en realidad, ponen de manifiesto que el estudio de la historia desata lentamente nudos.

Así la historia viene a ser una especie de memoria colectiva fermentada. Debemos a Kant el contemplar la metafísica como una disposición natural de la razón.

Arthur Schopenhauer, con su pesimismo lúcido y su vocación dialéctica nos dejó dicho, con cierta retranca y sentido del humor centroeuropeo, que “no es que vengamos del mono es que vamos hacia el mono”. No andaba lejos de conceptualizar al ser humano, en la deriva que llevaban los hechos, como un mono metafísico.

No es que la historia pueda observarse desde una mirada heterogénea, quizás lo heterogéneo sea “el ser”. La historia –aunque a veces se insista en lo contrario- interpreta el pasado de diversas formas. Quizás no es posible dejar de sentir un estremecimiento cuando nos apoyamos en el tronco de un olivo milenario.

Da que pensar su idea de que en el principio de toda ruptura histórica está siempre “el nudo” donde no es posible separar “decisión de acción” porque son o se presentan como indiscernibles.

Es asimismo estimulante su máxima de que “lo sublime es lo inapareciente en el aparecer, el punto de invisible en lo visible” El lector o lectora encontrará en sus textos páginas hermosas, desde luego no exentas de rigor, como que la historia no es solar (diurna) sino estrellada (nocturna). Para ella los acontecimientos son chispazos en el cielo estrellado de la historia. A fin de no alargar en exceso esta enumeración, apelo finalmente a que –la historia ha de despertarse de su letargo dogmático-.

Resulta casi obligado rastrear en sus escritos influencias como la de Jean-Françoise Lyotard o Hannah Arendt, aunque polemiza con los textos de esta última y la contradice en más de una ocasión. No obstante, la concepción arendtiana del juicio político y de la política como “ser juntos” ni puede ni debe desecharse sin más.

Quizás, como apunta en sus páginas críticas sobre Françoise Proust Alain Badiou, en cierto modo el pensamiento de esta filósofa en su temporalidad paradójica es un claro, un instante, un chispazo “entre un no todavía y un ya no”

Puede que no sea fácil, pero es desde luego aconsejable, transcender un positivismo o neopositivismo ramplón y dogmático que no hace más que enredar y aventurarse a explorar pensamientos de forma desfallecida y tópica, como el pujante y heterodoxo de Françoise Proust.

No es desde luego una pérdida de tiempo atreverse a explorar, aunque sea a tientas, la memoria del futuro. El pensamiento filosófico no es, como tantos trivializadores, ni negacionistas pretenden, “un despojo”, sino que, aunque vivamos en un “tempo agónico y crepuscular”: sigue mereciendo la pena meditar por no decir filosofar sobre la noche estrellada.

Allí donde la oscuridad es un desván lleno de desazones. Un concepto dialéctico e híbrido de la historia, ha sido y sigue siendo, una posibilidad de aferrarse a lo abstracto sin perder de vista lo empírico.

Concluyo esta liviana aproximación propedéutica a Françoise Proust, con unas palabras de Edmond Jubès, poeta y pensador que gusta expresarse en aforismos y que considera al futuro como lo desconocido más, en modo alguno, inexplicable. Me ha parecido que su punto de vista no es divergente al de nuestra filósofa, “El pensador sabe que tiene por todo bien, el camino y lo desconocido como futuro”.

Elegir es siempre una posibilidad. Ante el lector se encuentra el enigma de los textos de Françoise Proust: seguir o no el camino que marca, es una decisión que puede adoptarse o no.                                              

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