noviembre de 2024 - VIII Año

‘Confesiones de una guiri’, de Sandra Bruce

Confesiones de una guiri
Sandra Bruce

La Pajarita Roja Editores, 2024

Establecer un diálogo con el lector/lectora y hacerle partícipe de las razones y motivos para abrir y disfrutar las páginas de un libro, es una tarea crítica que, en ocasiones, proporciona “auténticos regalos”.

Confesiones de una Guiri, de Sandra Bruce, es un texto simpático, divertido…  que va poniendo de manifiesto las dificultades de un choque de culturas, hasta la aclimatación, adaptación a un país que no es el suyo de origen, pero que termina por interiorizar hasta –como confiesa en el epílogo- “no sé de donde soy”.

Me gustan los relatos que van más allá y sugieren más de lo que dicen. Confesiones de una guiri  es, por supuesto, una historia personal mas es también, un repaso a la intrahistoria de España, a sus luces y a sus sombras en los últimos cincuenta años, donde pasó de un país dictatorial, marcado por el miedo y en blanco y negro… a lo que somos colectivamente hoy. Con sus aciertos y desaciertos, lo hemos ido construyendo entre todos.

El choque –a veces abrupto- de culturas, de situaciones, de costumbres da lugar a equívocos que proporcionan una sonrisa pero que son también, una lucha sorda y callada de una mujer por abrirse camino en un país que no es el suyo, contando sólo con el apoyo de su familia y de pocos pero buenos amigos.

Quienes lean estas notas es lógico, que recuerden con nostalgia, algunos hechos significativos de esos años. Así, quedan en el recuerdo canciones como “Manda rosas a Sandra”, cantautores y músicos como Juan Manuel Serrat, Nino Bravo, Luis Llach, Raimon o Mocedades.

Es también, un momento para entre sonrisa y sonrisa, valorar la perplejidad de una joven británica, recién casada, para acostumbrarse a las comidas, costumbres y horarios de nuestro país o para vivir en carne propia, las vicisitudes de la falta de derechos y libertades de la mujer bajo el franquismo, que por ejemplo, se manifiestan a la hora de obtener el carnet de identidad.

No es un relato o unas confesiones políticas pero, esporádicamente, aparecen elementos que sugieren las características de una sociedad represiva. Son para meditar algunos de los equívocos o sorpresas a los que ha de enfrentarse Sandra. A veces, no somos conscientes del significado que tienen expresiones como “ser de buena familia” que contienen un insoportable clasismo y un desdén propio de quienes se creían los dueños de España.

Provocan una sana hilaridad las confusiones entre el verbo ser y el estar, que traen de cabeza a cualquiera que no tenga el castellano como lengua materna. No estaría mal que hiciéramos un esfuerzo para recordar el triste, reaccionario y empalagoso “Consultorio de Elena Francis” o las largas horas que muchas españolas han pasado ante la radio, escuchando los seriales.

Quizás no sea el momento oportuno para desarrollarlo, pero me cuesta pasar por alto el papel de la iglesia, su afán de controlarlo todo e inmiscuirse en la intimidad.

Proporciona momentos divertidos, la sorpresa que significa para Sandra, el uso que los españoles hacemos del ajo o la costumbre de consumir sesos y criadillas. Algunas de las situaciones me recuerdan, y no poco, la divertida novela de Ramón J. Sender,  “La tesis de Nancy”.

Interesante, muy interesante, es su visión y crítica amable de lo que podríamos definir  “los rituales colectivos”. El libro, en un tono amable, contiene no pocas denuncias como las dificultades de “hacerse con anticonceptivos” en la dictadura franquista. A este respecto, hay anécdotas reveladoras en las que no insisto por no hacer “spoiler”.

No podían faltar alusiones al machismo ibérico, que cada vez resulta más ridículo pero que en esos años era de uso corriente. Merece la pena recordar, asimismo, los numerosos chistes que circulaban sobre el dictador y sus ministros. El chiste es un desahogo y un síntoma de la disconformidad que muchos sentían por lo que veían a su alrededor.

No quiero dejar de mencionar el esfuerzo que nos ha costado tener el derecho a vacaciones o que se vayan reconociendo lo que era de uso corriente en Europa, poniendo fin a situaciones penosas como la del pluriempleo, único mecanismo para llegar a fin de mes.

Como si lo anterior fuera poco el lector encontrará interesantes observaciones sobre el cine español así como sobre la arbitrariedad y capacidad coercitiva que el régimen ejercía sobre los súbditos, cuando no habíamos conseguido todavía, ser ciudadanos.

La corrupción es obscena –como tenemos ocasión de comprobar cada día-. Ha hecho mucho daño y sigue haciéndolo, por eso, no está de más recordar que en el franquismo estaba institucionalizada y que el poder político mostraba, cuantas veces hacía falta, que podía “restringir y anular” los escasos resquicios de libertad informativa.

Sandra y los lectores que la acompañan en su relato, pueden ir apreciando las dos caras que, como el dios Jano, tiene nuestro país. Cada día suceden cosas y casos que nos causan repugnancia y nos desesperan… pero no es menos cierto, que coexisten con ejemplos admirables, una generosidad hacia los demás y una capacidad de acogida, nada desdeñable.

Llegados a este punto, es obligado tener un recuerdo hacia espacios de la televisión como Estudio 1,  que han influido en la educación sentimental y en la inquietud cultural hacia el teatro.

Se dice que la fiesta nacional son los toros. Un espectáculo cruel y en declive… quizás la otra fiesta nacional sea la de, con ingenio y gracia, “dar capotazos” a la censura. Ahí están las películas de Berlanga, inolvidable su Verdugo o Placido, así como La cabina, claustrofóbica cinta, de toques kafkianos y que nos hicieron ver como estábamos a merced de quienes nos enclaustraban, pisoteaban y acababan con nosotros.

Las páginas de Confesiones de una guiri  tienen un valor más, añadido. Son un ejemplo de la lucha por la vida y por abrirse camino venciendo las dificultades. La familia es un excelente apoyo a estos efectos. De hecho, la colaboración de Santiago, Laura y Jaime por sí sola bastaría para demostrar que el afecto y la solidaridad familiar son la mejor coraza.

Van pasando los años. Al dictador también le llega su hora y comienza una nueva etapa, con importantes cambios individuales y colectivos.

Se van repasando a lo largo de las páginas, los sucesivos traslados, donde se cumplen ciertas expectativas pero también, proporcionan una cierta tristeza por lo que va quedando atrás.

Como espina dorsal del libro está un claro y perceptible afán de justicia social y de dignificación del papel de la mujer.

No quiero finalizar estas reflexiones sin hacer alusión al modo en que se viven las fiestas en la Comunidad Valenciana. Así las fallas, donde se queman los artísticos y formidables “ninots” poniendo de manifiesto esa capacidad del ser humano de “reinventarse” y de empezar de nuevo cada año o los “Moros y Cristianos” de tanta tradición, y su “pasión por la música” que acompaña todas estas manifestaciones culturales.

Podría continuar enumerando todos los aspectos, ángulos y perspectivas sugestivos del libro, mas baste con lo dicho para apreciar lo irónico y divertido del choque de culturas y las consecuencias de quien se ve obligada a vivir en carne propia estas experiencias, que dan lugar a un no sentirse “ni de aquí, ni de allá” tal y como expresa la cita del cantautor Facundo Cabral.

El prólogo de Amparo Nogueroles, breve pero sustancioso, es una prueba de cariño. Destaco de él la cita de Irene Vallejo y como la amistad produce vínculos duraderos e inquebrantables. De forma sutil sus preguntas ¿somos los españoles cómo creemos que somos? o ¿qué opina de nosotros la gente de fuera que ha venido a compartir su vida con los de aquí? no son en modo alguno baladíes y el relato, biografía o autobiografía son un modo jovial y desprejuiciado de responderlas.

Al cerrar el libro, que no debe dejar de leer, quien desee pasar un rato entretenido mas también, pensar y sentir el peso del ayer… he recordado estas palabras,  atribuidas a  Diógenes de Sinope, un pensador del periodo helenístico “muy perruno” pero que dijo verdades como puños y que no me resisto a citar como colofón:”La cultura es un saber del que no tiene uno que acordarse… fluye espontáneamente”.

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Escrito por

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