Antes de que llegue el olvido
Ana Rodríguez Fischer
Premio de Novela Café Gijón 2023
Siruela, 2023
Colección Nuevos Tiempos 527
222 páginas
DOS MUJERES
La llamada Edad de Plata de la literatura rusa viene a coincidir en el tiempo con aquella a la que hemos dado en bautizar con igual nombre en la literatura española. Entre el simbolismo y las vanguardias, entre el zarismo y la Revolución, una constelación de nombres tan impresionantes como trágicos: Blok, Bely, Pasternak, Mandelshtam, Bulgákov, Mayakovski, Zamiatin, Yesenin… Los tiempos convulsos que vivieron y, sobre todo, la feroz represión del régimen soviético, convirtieron esta nómina de genios en un desolador martirologio: muchos de ellos sufrieron el exilio, exterior o interior, la persecución y el gulag. Sus historias son a cual más desdichada, a cual más injusta, a cual más terrible.
En primera fila, tanto por su calidad literaria como por la elevadísima cuota de sufrimiento que les tocó pagar, dos mujeres. Dos mujeres ilustradas, libres, aventureras, valientes, desgraciadas: Anna Ajmátova y Marina Tsietáieva. Ajmátova, célebre en su juventud por su exótica belleza, autora de versos impregnados de dolorosa melancolía, sobrevivió a los años más duros del estalinismo, tras haber sufrido la ejecución de su marido y la larga y angustiosa prisión de su hijo Lev. Siempre se negó a abandonar la Unión Soviética. Murió en 1966, con 76 años: en sus postrimerías alcanzó a ver cómo era rehabilitada su obra.
Marina Tsvietáieva, en cambio, sí escogió el exilio. En los primeros años de la Revolución vivió en condiciones de pobreza extrema y se vio obligada a internar a sus dos hijas en un orfanato, donde una de ellas, Irina, falleció. Incapaz de soportar la vida en Rusia, Tsvietáieva, cosmopolita y políglota, dejó su país y vivió durante varios años en Europa occidental. No obstante, las circunstancias, y quizá también la nostalgia, la hicieron regresar, junto con su marido y su otra hija, en 1939. Aún no había apurado el cáliz de su sufrimiento. Se suicidó en 1941, el mismo verano en que se inició la invasión alemana de la Unión Soviética. El 31 de agosto.
La última novela de la profesora, escritora y crítica Ana Rodríguez Fischer, Antes de que llegue el olvido, se plantea como un homenaje a estas dos grandes poetas, al tiempo que como testimonio del terrible castigo que el poder infligió a la cultura en aquellos días turbulentos. Como afirmó Pasternak (citado en la novela), con amarguísima ironía: «En ningún lugar del mundo la poesía goza del reconocimiento que tiene en Rusia. Aquí se fusila por ella». Uno de los poemas más conocidos de Anna Ajmátova, Réquiem, nace precisamente de la necesidad de dar testimonio del sufrimiento. Según recuerda Ajmátova (y recoge Rodríguez Fischer), cuando hacía cola a la puerta de la cárcel para intentar visitar a su hijo Lev, una mujer le susurró al oído: «¿Y usted puede dar cuenta de todo eso?». Y ella contestó: «Puedo».
Resulta sorprendente que Anna Ajmátova y Marina Tsvietáieva, a pesar de ser rigurosamente contemporáneas y de tener muchos amigos comunes, no llegaran a encontrarse más que una sola vez en toda su vida, en Moscú, muy poco antes del suicidio de Tsvietáieva. Ajmátova vivía en San Petersburgo y Tsvietáieva en Moscú (y luego, durante muchos años, fuera de Rusia). La voz que escuchamos en Antes de que llegue el olvido es la de Ajmátova, que escribe, ya en sus últimos años de vida, una extensa carta, destinada a no enviarse jamás, a la otra gran poeta rusa, cuando Tsvietáieva llevaba más de dos décadas muerta. El impulso que lleva a escribir a Anna es precisamente el recuerdo de Marina, y la frustración por no haberla conocido apenas. Es muy significativo que la novela se inicie precisamente con el suicidio de Tsvietáieva.
Narradora y narrataria son hermanas en el sufrimiento: el texto que la autora de Réquiem le dirige a la poeta fallecida es un «viaje mental» en el que se propone «evocar y dar vida a nuestros encuentros ―a todos los encuentros: logrados o frustrados, adivinados o soñados, reales o irreales―». Cuando Ajmátova escribe, entona una elegía por una poeta admirada y, al mismo tiempo, se mira en ella como en un espejo. Lo que las une, en lo duradero, en la poesía, en la vida, es mucho más que lo que haya podido separarlas en el pasado. Como se dice en cierto momento de la novela, «en el tupido ramaje de la amistad es donde la cultura construye sus nidos e incuba sus polluelos, que nacen en el silencio del trabajo cotidiano y se nutren de la fraternidad. […] Del calor que irradia la amistad, del coloquio y las confidencias compartidas a lo largo de una vida, nacen las obras: hijos espirituales». La reflexión sobre la amistad y la cultura como formas de resistencia frente a la adversidad constituye el gran tema de esta novela, junto con la reivindicación de estas dos grandes poetas golpeadas por un destino cruel.
Antes de que llegue el olvido se nutre profusamente de los textos autobiográficos que se conservan de Ajmátova, y, en menor medida, de Tsvietáieva, hasta el punto de que gran parte de las frases de la novela de Rodríguez Fischer se encuentran, casi literalmente, con ligerísimas variaciones, en ellos. Lo que hace la autora de Antes de que llegue el olvido es hilvanar esos fragmentos para dar coherencia a la voz narrativa, la cual está, desde luego, muy bien conseguida. En uno de los capítulos escuchamos también la voz de Tsvietáieva, en una carta ficticia ―las dos poetas nunca mantuvieron correspondencia― dirigida a Ajmátova, en la que narra la muerte de su hija Irina. La carta es ficticia, pero está construida a partir de fragmentos de otras cartas, dirigidas a otros corresponsales, en las que Tsvietáieva aborda el desolador suceso.
Además de las citas encubiertas, subsumidas en el texto, a las que hemos aludido, hay otras explícitas, marcadas con letra cursiva: las que provienen de poemas de alguno de los autores mencionados que aparecen en la novela (sobre todo, claro, de las dos protagonistas, Ajmátova y Tsvietáieva). De este modo, se entabla en la novela un diálogo entre las obras de ambas y se subrayan sus afinidades. Aunque Tsvietáieva no puede responder, sus poemas, en muchas ocasiones, hablan por ella.
A través de la narración de Ajmátova conocemos a los protagonistas de la Edad de Plata de la literatura rusa, y los destinos terribles de muchos de ellos. Cruzan por sus páginas Ósip Mandelshtam ―cuyo infortunio es también el tema de otra excelente novela, recientemente publicada, Vaciad la tierra, de Agustín Pérez Leal―, Aleksándr Blok, Maiakovski, Yesenin… Impresionante la evocación de aquellos efervescentes años, antes del estallido de la Gran Guerra, cuando, como se dice en la novela, «Petersburgo era Alejandría». Es memorable el capítulo consagrado al affaire parisino de Ajmátova con Modigliani (del que también se había ocupado antes la ficción: Un amor al alba: Anna Ajmátova y Amedeo Modigliani, de Élisabeth Barillé, recientemente traducido a nuestra lengua).
La vida de la destinataria, Tsvietáieva, se evoca con menos nitidez, lógicamente, que la de la narradora, pese a lo cual se alude a sus tormentosas relaciones con Sofía Parnok y Sonia Halliday, a las oscuras tramas en que se vio envuelto su marido y a las miserias que vivió en su exilio por Alemania, Checoslovaquia y Francia.
La prosa de Rodríguez Fischer es elegante y eficaz; nos suena muy acorde con la personalidad de la narradora, y alcanza en ocasiones, especialmente en los últimos tramos de la novela, un altísimo vuelo.
Antes de que llegue el olvido es una novela interesante, sin duda. Y un excelente punto de partida para acercarse a la obra de estas dos grandes autoras rusas, por las que hay en nuestros días un interés creciente y de muchos de cuyos libros existen ya muy buenas traducciones al castellano. Otras novelas, además de las mencionadas, han abordado este dramático crepúsculo de la Edad de Plata de la literatura rusa; entre ellas está El expediente Anna Ajmátova, del autor mexicano Alberto Ruy Sánchez. Como puede verse, las figuras de estas dos grandes mujeres de trágico destino no han dejado, ni dejarán, de suscitar el interés de los lectores.