Hay un poema del asturiano Ángel González (1925-2008) en el que se ríe de las etiquetas, las calificaciones y los estilos, con una ironía que recuerda a lo más afilado de autores como Quevedo:
‘Acusado por los críticos literarios de realista,
mis parientes en cambio me atribuyeron
el defecto contrario; afirman que no tengo sentido alguno de la realidad.
Soy para ellos un funesto espectáculo;
analistas de textos, parientes de provincias,
he defraudado a todos, por lo visto
¡qué le vamos a hacer!
Ciertas tías devotas no pueden contenerse,
y lloran al mirarme.
Otras mucho más tímidas me hacen arroz con leche,
como cuando era niño,
y sonríen contritas y me dicen: qué alto
si te viese tu padre…
y se quedan suspensas, sin saber qué añadir…(…)’
Esos planos aparentemente contradictorios entre la ironía, el intimismo, la mirada crítica, la ‘lectura en clave social’, un cierto sarcasmo, la jerga urbana sin caer en el guiño localista, está presente en un poeta, que por paradojas de la vida, debería haber tenido un mayor reconocimiento popular. Muchos de sus textos podrían proceder perfectamente de cantautores y músicos/letristas de ‘humor’ sarcástico y visión sobre los seres humanos y la circunstancia. Quizás esa falta de presencia popular –a pesar de haber tenido en vida muy buenos premios y reconocimiento de sus virtudes como poeta- sea debida a la dualidad de la última etapa de su vida, como residente en Estados Unidos, pero a la vez de cercanía a la sociedad española, en el aquí y allá, cuya proximidad nunca abandonó.
González es otro más de los referentes de la llamada ‘generación del 50’ a la que aún hoy no se ha rendido justo homenaje. Se trata de un grupo de autores, artistas y creadores que vivieron de niños la guerra civil, pero que sobretodo sufrieron las penurias culturales de la posguerra, el estrecho marco, la sociedad encorsetada y severamente controlada… En la que a pesar de todo intentaron buscar el contacto con el exterior, el entronque pese a las dificultades con los movimientos sociales de la mitad del siglo… Muchos de ellos pertenecientes a una clase media –o superior- muy por encima del provincianismo de su tiempo. Personajes que buscaron el ‘oxígeno’ por encima de la radical división implícita en la traumática posguerra. González sufrió directamente las consecuencias del conflicto. Huérfano temprano, uno de sus hermanos muere a manos del bando nacional –pero da igual quien le matara-, otro está en el exilio y una hermana no puede ejercer como maestra…Además padece tuberculosis, un mal tan típico de la época, y en uno de sus ‘tranquilos’ procesos de recuperación descubre la poesía…
González no tuvo una trayectoria profesional tan definida como otros autores de su generación. Estudia Derecho y Magisterio, y más tarde en la Escuela de Periodismo, para finalmente presentarse a las oposiciones a técnico de Obras Públicas, que finalmente logra, para entrar en la administración bajo un ministro tan peculiar como el Conde de Vallellano (1). Aquello debió interesarle poco por lo que a los pocos meses se pone a trabajar de corrector literario para editoriales en Barcelona, donde conoce y va a hacer amistad con los Barral, Gil de Biedma o Goytisolo, con los que comparte muchos elementos generacionales de referencia. Todavía más los tendrá a su vuelta a Madrid, otra vez reingresado en Obras Públicas, con Celaya, Caballero Bonald, García Hortelano, y otros, a los que hay que ubicar plenamente en ese ‘grupo de los 50’ que trata de sobrevivir buscando un referente cosmopolita en lo cultural, a pesar de las enormes dificultades. En esa época Ángel González era conocido de ese pequeño círculo de amigos, prueba de ello es su accésit al Adonáis en 1956 o su presencia en 1959 en el homenaje a Antonio Machado en Colliure, en el veinte aniversario de su muerte. Cuando no era nada fácil mentar el nombre de referentes como Don Antonio o Lorca sin sufrir las consecuencias o las sanciones administrativas.
Todos y cada uno de esos personajes sufrirán los mismos problemas que los artistas e intelectuales de la época, pese a tratarse del primer grupo de aspiración cosmopolita surgido desde la España interior. Se trata de un grupo de disidencias en todos los sentidos –también en el político, con afinidades diversas dentro de un anti-franquismo permanente en lo intelectual- que acaba por obligarle como ocurre en muchas otras biografías coetáneas a buscarse la vida en el extranjero. González prueba suerte en 1970 en una universidad americana (Nuevo México) a la que siguen a partir del 73 otros centros en ese país, dentro de lo que es el papel de ‘profesor invitado’ sobre literatura española contemporánea. Obteniendo la residencia en Estados Unidos para jubilarse en 1979. Ya muy mayor se casa en 1993 con Susana Rivera, manteniendo la residencia en Norteamérica.
Esa puede ser una de las causas de la relativa escasa trascendencia popular de la obra de un poeta como González, que si algo tiene es la facilidad de comprensión para el lector, incluso el menos especializado, con un uso magistral de la ironía, el sarcasmo y un humor de acíbar, como el que estaba presente en clásicos del Siglo de Oro, el manejo de lo típico sin caer en el tipismo, la presencia de contenidos cívicos y de crítica social, junto a la preocupación por la deriva del tiempo…Se trata por lo tanto de una poesía donde bajo una capa aparentemente distanciada, que a ratos provoca la sonrisa, hay un bisturí crítico usado sin morderse la lengua pero con una conjunción de palabras y expresiones con una gran capacidad para ganarse al lector por sus elementos de transparencia. Reivindicarlo hoy en día supone invitar al lector a descubrir o redescubrir la poesía de un ácido moralista social revestido de gracia e ironía, que, sin embargo, no quiere ganarse al lector a través del guiño estereotipado, sino que utilizando un lenguaje a veces muy coloquial es capaz de trascenderlo a los espacios de mayor profundidad y complejidad. En este aspecto, Ángel González –ganador del ‘Príncipe de Asturias’ en 1985 y desde el 98 miembro de la Real Academia- es una gratificante tentación para cualquier lector de hoy desde una ‘modernidad’ que está en los ‘irónicos’ de la República de las Letras, de Cervantes a Fielding o Defoe, de Quevedo a Lope, de Gogol a Evelyn Vaugh.
Notas:
(1).- Un curioso título consorte siempre vinculado al monarquismo más conservador que en los años 30 se convierte en cofundador y vicepresidente de Renovación Española, y más tarde entra en la administración franquista. Para en la década de los 50 ejercer como Ministro de Obras Públicas. Vallellano partidario de la ‘solución monárquica’ tras Franco, en 1935 había pronunciado en Madrid una conferencia en la que deslumbrado tras un viaje a Alemania, pedía que el pueblo español apoyara a otro ‘Hitler salvador’, y minimizaba la persecución a los judíos del nazismo comparándola con la de Castilla: ‘Si no llega a ser por Isabel La Católica, la unidad religiosa no se habría producido en España’.