noviembre de 2024 - VIII Año

‘El pulso del enigma y poemas singulares’, de Antonio Capilla Loma

El pulso del enigma y poemas singulares
Antonio Capilla Loma
Editorial Nuevos Ekkos, 2023
Colección «La palabra inquieta», nº 18
79 páginas

El pulso del enigma y poemas singulares es el último libro del poeta Antonio Capilla Loma, recientemente publicado por la Editorial Nuevos Ekkos, cuya sorprendente imagen de portada es obra del pintor y también poeta Fernando Fiestas. Otra peculiaridad es que dos de los poemas han sido galardonados por el Ateneo Blasco Ibáñez de Valencia.

¿Se puede poner pulso a un enigma? El poeta, yuxtaponiendo en su volumen dos obras diferentes: El pulso del enigma y Poemas singulares,   comienza a hacernos partícipes de su hallazgo apenas nos aproximamos a su umbral, esa preciosa dedicatoria en la que la luz, alma máter del poemario, se desvela y sublima en un regazo tan íntimo como personal:

Mi aliento mi luz mi hogar
mi pálpito del enigma
mi Raquel,
este pulso del enigma es para ti
porque en ti siento su tacto
porque soy más yo contigo
porque soy contigo más.

Y es que El pulso del enigma, como nos indica Ana Garrido en su magnífico prólogo, viene a hablar de la luz, «de romper la oscuridad y atravesar el silencio, los silencios, de no volver el rostro y mirar cara a cara nuestra propia identidad, nuestro lenguaje. Nada más atravesar el umbral, el poeta reivindica la belleza, se juega el todo por el todo en este envite con la convicción de que no hay otro dios al que rendirse, de que la palabra ha de ser cauce y nadir, materia y demiurgo».

Así, al adentrarnos en el vestíbulo de su morada poética, Antonio Capilla nos recibe con su primer poema «Proemio» donde defiende el poder de la palabra y reivindica la verdadera poesía desnuda de artificios, modas o corrientes en la que «el ritmo es el duende de la lírica».

Siguiendo la cadencia personal de sus versos comienza un vuelo sereno y franco a través de su universo luminoso, pues «el libro tiene alas» que nos llevan ante el enigma, ante la belleza.

Dueño de un profundo lirismo y evocando el tópico «Si tempus fugit, carpe diem» nos invita a atrapar esa luz que hace «luminoso nuestro hogar», que «nos da la vida» para quitar las sombras, para vencer el desaliento, para no dejar de descubrir el oro en las arenas de las aguas, para iluminar el camino y hacer oír los pasos sobre el viento del caos, con la «avidez infinita/ de apurar el instante fugitivo/ como un plato sabroso/ como un dulce licor», porque a pesar de que la luz se postre ante el ocaso y el tiempo nos trague en su misterio, siempre surgen las estrellas y luceros como «un fulgor en el sendero/ hacia la luz infinita».

No obstante, esa quietud se transforma cuando siente que «le duele la vida», y recurre a la simbólica dicotomía entre el ocaso y la aurora, la luz y las sombras, para expresar la «vita-militia»: la lucha frente a las adversidades. Pero no lo hace de forma metafísica ni críptica, sino que su bonhomía parece diluirse en el entorno estableciendo una íntima conexión entre lo particular y lo universal. Es así como el poeta alza su voz a través de unos versos desgarradores «para pedir clemencia/ para pedir la paz», para denunciar el dolor «multiplicado en lágrimas/ la mordedura ardiente/ de la carne tallada».

De este modo, esa luz que ahora peligra parece encontrar un tipo de salvación personal en el tópico literario del «amor bonus»: «Pero sientes la vida a su pesar/ y en tanto vivo, amor, estás conmigo/ juntos siempre tu corazón y el mío». Amor que se manifiesta con todo su misticismo en la última estrofa del poema «Y volver a vivir»: «Y es la noche del llanto/ la que nos trae a todos/ el mensaje del ángel/ de que el amor nos salva». Y cuando nos encontramos «al filo de la noche» y «se desploma el ocaso» la luz se tiñe de esperanza habitada por la solidaridad: «Por eso nos unimos como un todo/ y esgrimimos con ellos el escudo/ que nos libra del miedo. Ya se anuncia/ la aurora boreal de un tiempo nuevo».

Finalmente, cierra El pulso del enigma con su «Epílogo» en el que de forma omnisciente nos ayuda a descubrir la esencia de ese palpitar, de ese ritmo omnipotente y presente que se esconde desde el latido de una estrella o un reloj, el ritmo de su canción o el big bang del cosmos hasta el eco del poema o el tempo del amor. Ritmo que ha sabido reflejar magistralmente el cantautor y poeta Alberto Ávila Morales al musicar y cantar este poema en el que Antonio Capilla vuelve a evocar la esencia de sus versos ya expresada en su dedicatoria:

No lo dudes todo es ritmo
en el pálpito del verso que te escribo
en la luz de tu sonrisa y en tu voz.

Y llegamos a su segunda obra: una miscelánea de «poemas singulares» que como «un totum revolutum» añaden un variado y sorprendente contrapunto final.

Se trata en suma de un poemario personal e intimista con vocación de trascendencia:

Todo es luz y color
al llegar a este lado
persiguiendo el prodigio
de volver a vivir.

La luz, como aval del autor e hilo conductor de la obra, nos guía y hace partícipes del pulso de su enigma para no perdernos en su laberíntico resplandor.

No hay nada que temer
germina la simiente a nuestro paso
los pies han alcanzado el horizonte.

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