Por Pablo Méndez.-
La literatura es un diosa maligna y vengativa, perfecta y temible, dulce y desproporcionada, lo mismo da que quita, lo mismo que pone, hace trenzar largas redes llenas de olvido… a mí me gusta desde siempre rebuscar autores que gozaron de éxito literario y que hicieron una buena, una muy buena obra literaria y que hoy, sin embargo están en este margen ancho y doloroso del olvido. Bartolomé Soler es un caso interesante, escritor autodidacta, nacido en Sabadell en 1894 y fallecido en 1974, con novelas grandiosas como Marcos Villarí o Pata-Palo, Los muertos no se cuentan o Tamara, que tuvo largos lectores antes y después de la guerra y que, ya en su madurez, ayudó a formalizar y encauzar el germen de editorial que luego sería Planeta.
Bartolomé Soler es un escritor certero, que sabe inyectar a la novela clásica una fuerza y un poder descriptivo original y con un don envidiable para describir personalidades complejas, hombres y mujeres, ricos y pobres, pero llenos de dudas, de complejos y de desasosiego… hoy no lo conoce nadie… buscar autores desaparecidos y a la vez geniales es un deporte maravilloso, sus libros no son difíciles de conseguir, y en ellos, hay mucha de esa literatura que ya quisiéremos poder leer ahora en tantos contemporáneos nuestros.