noviembre de 2024 - VIII Año

La Revolución francesa en tres historias y un ensayo

Thierry, Thiers, Michelet y Tocqueville, sobre la Revolución

«La libertad guiando al pueblo», de Eugene Delacroix

La reciente aparición del libro de Juan Eslava Galán La Revolución francesa contada para escépticos, ha traído a la actualidad el debate sobre la siempre polémica Revolución Francesa. Una ocasión replantear esos debates y para revisitar la historiografía francesa al respecto. Y no la más reciente, como la de Furet o Soboul, o la imprescindible Ciudadanos, de Schama, sino las más antiguas, las primeras, que poseen la fuerza de quienes conocieron de primera mano las convulsiones políticas francesas producidas entre 1789 y 1815.

Historias que, desde las primeras a las últimas, han tratado de responder a las muchas preguntas que han surgido sobre esa revolución y que se pueden resumir en dos: ¿fue un paso hacia una sociedad fundada en la libertad, la igualdad y la fraternidad?, o más bien ¿fue una tormenta de violencia y fanatismo que Francia podría haberse ahorrado? Puede que fuese todo ello a la vez, pero es difícil evitar la sensación de espanto ante la sucesión de horrores padecidos por Francia entonces

La historia atendió pronto el estudio de la Revolución francesa y, así, poco menos de doce años después de la caída de Bonaparte (1815), aparecieron la Historia del Tercer Estado, de Agustín Thierry (1795-1856), y la monumental Historia de la Revolución Francesa, de Adolphe Thiers (1797-1877), ambas en 1827. Veinte años después, en 1847, apareció la no menos monumental Historia de la Revolución Francesa, de Jules Michelet (1798-1874). Y, poco después, Alexis de Tocqueville (1805-1859), publicó su célebre ensayo El Antiguo Régimen y la Revolución (1856). Todos estos autores, pese a su diversa procedencia, estuvieron en el círculo liberal de François Guizot (1787-1874, Primer Ministro de Luis Felipe de Orleans, el Rey Ciudadano (1830-1848).

Agustín Thierry, discípulo de Saint-Simon y autor de la Historia del Tercer Estado, fue el primero que estudió la Revolución francesa. Su tesis, retomó el racismo del Conde de  Boulainvilliers, a quien cita. Es decir, trató de reformular vieja la leyenda del Yugo Normando, que ya abordó en su Historia de la conquista de Inglaterra por los Normandos (1825), adaptada a Francia. Pero Thierry, más que refutarlo, se enfrentó a Boulainvilliers (1656-1722), pero en su mismo terreno. Para Thierry, cuando en 1789 los diputados de Francia se reunieron en Asamblea Nacional, ambos pueblos (galos y francos) reanudaron su disputa. Pero la revolución cambió la situación de los dos pueblos: el antiguo pueblo derrotado (los galos) se convirtió en el pueblo victorioso, y los francos se disolvieron definitivamente entre los franceses tras la revolución.

El Tercer Estado, para él, lo formaban los descendientes de los galos, población originaria y mayoritaria de Francia, así como el motor de su historia. En su obra, estudió su desarrollo desde la Edad Media hasta la Revolución Francesa. Su tesis era que el Tercer Estado protagonizó la formación de la nación francesa y la lucha por la libertad y la igualdad. Había sido el verdadero protagonista de la historia de Francia y era la clase social natural para gobernar mediante la democracia, la forma de gobierno más justa. La tercera parte de su obra trata de la Revolución Francesa, propiamente dicha y, en ella, Thierry consideró la revolución como culminación de la lucha del Tercer Estado por la libertad y la igualdad.

La obra de Thierry fue muy crítica con el Terror Revolucionario y el Bonapartismo, a los que consideró excesos repudiables que enturbiaron la revolución. Una obra que desplegó gran influencia en el pensamiento posterior. La idea de lucha de clases que más tarde desarrollaron los socialistas, como Marx, encontró su inspiración en la tesis racialista de Thierry, en la que los oprimidos galos, sucesivamente dominados por Roma y por los Francos, se liberaron mediante la revolución de su milenaria condición servil.

Como Guizot, Adolphe Thiers, destacado historiador y político francés, fue Primer Ministro en varias ocasiones durante el reinado de Luis-Felipe de Orleans (1830-1848). Opuesto a Napoleón III, tras la caída del Segundo Imperio (1870), fue nombrado Presidente provisional de la III República Francesa. Tuvo entonces que hacer la paz con la emergente Alemania, derrotar la Revolución de la Comuna de París (1871), y gobernar la naciente III República francesa hasta 1873. La Historia de la Revolución Francesa de Thiers es una obra monumental publicada en 1827. Fue una de las primeras historias de la Revolución Francesa y sigue siendo un clásico de la literatura histórica, centrada en los acontecimientos políticos y militares desde los inicios de la Revolución en 1789, hasta el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799.

Thiers reflejó en su obra su visión de la revolución como un acontecimiento inevitable y, pese a todo, innovador, que creó la moderna Francia democrática. Sin embargo, también estudió y censuró los aspectos violentos, sanguinarios y caóticos de la Revolución, haciendo un relato equilibrado de los principales hechos. Estos, para él, fueron: la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789, que inició la Revolución; la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Constituyente, el 26 de agosto de 1789; la abolición de la monarquía, el 21 de septiembre de 1792; el Terror jacobino, período de violencia sangrienta, entre 1792 y 1794; y el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, el 9 de noviembre de 1799, el “hijo de la revolución, que acabó con la revolución imponiendo una tiranía.

A diferencia de los anteriores, Jules Michelet procedía de una familia hugonote (protestante), al igual que el también calvinista Guizot. También, a diferencia de Tocqueville, Thierry, Thiers y del propio Guizot, Michelet nunca intervino en política, pese a su indudable republicanismo. Su Historia de la Revolución Francesa es una de las más importantes y se la considera una obra maestra de la historiografía francesa. Historiador romántico, su Historia está impregnada de un fuerte sentimiento patriótico y democrático. Para él, la revolución constituyó la liberación del absolutismo y de la desigualdad. Cuando en 1847 apareció su Historia de la Revolución Francesa, ya poseía una sólida fama como historiador, por algunas de sus primeras obras.

La obra de Michelet ha desplegado una gran influencia en la historiografía de la revolución. Situó como protagonista de la revolución al pueblo francés. Para él, la revolución fue un movimiento popular y fue el pueblo el motor de los acontecimientos. Se le ha criticado su romántica visión de la Revolución francesa, que queda casi idealizada, aunque no ignora ni deja de denunciar sus aspectos más sangrientos y sombríos: el Terror -fue muy crítico con la dictadura jacobina y con Robespierre- y el Bonapartismo. Una historia muy recomendada todavía hoy para el estudio de esa revolución.

Michelet dividió su obra en tres partes: la primera, titulada «La toma de la Bastilla», describe los acontecimientos que condujeron a la revolución, desde la reunión de los Estados Generales en 1789, hasta la toma de la Bastilla, el 14 de julio de ese mismo año; la segunda parte, titulada «La Revolución», describe el período comprendido entre la toma de la Bastilla y la toma del poder absoluto por Napoleón Bonaparte, en 1799, es decir, la Dictadura Jacobina, el Directorio y el Consulado; y la tercera parte, titulada «El Imperio», describe el período del Imperio Francés, desde el ascenso de Napoleón, en 1799, hasta su derrota final en 1815.

Alexis de Tocqueville procedía de una familia nobiliaria que perdió a varios de sus parientes durante el Terror (1792-1794). La caída de Robespierre (1794) libró in extremis a sus padres de la guillotina. Pensador, jurista, político e historiador, precursor de la sociología clásica y uno de los más importantes ideólogos del liberalismo, tuvo una activa participación en la política francesa del siglo XIX. Participó en la política durante la Monarquía de Julio (1830-1848), y luego en la Segunda República Francesa (1849-1851), tras la revolución de 1848. En 1831 viajó a Estados Unidos y, de regreso a Francia, publicó su obra más famosa, La Democracia en América (1835). En su viaje a Estados Unidos observó que la igualdad de Norteamérica, nada tenía que ver con la impuesta por los jacobinos en su dictadura. La igualdad, en América, era igualdad de derechos y oportunidades, no la uniformidad jacobina, que llegó a regular hasta la indumentaria y el lenguaje, con duros castigos para quien disintiera o flaquease.

En El Antiguo Régimen y la Revolución, publicada en 1856, comparó la Francia del Antiguo Régimen y la Revolución Francesa, así como analizó las causas y las consecuencias de ésta. Para él, la revolución fue inevitable. La causaron las contradicciones internas y el desmoronamiento del Antiguo Régimen. Este conformaba una sociedad muy jerarquizada y desigual, en la que el poder se concentraba en muy pocas manos. La desigualdad y falta de libertad produjeron un creciente descontento, que finalmente estalló en la revolución. Esta, destruyó el Antiguo Régimen y estableció un nuevo sistema político, pero en medio de violencias injustificables e innecesarias que la desnaturalizaron. Las consecuencias se sienten aún hoy en día.

Tocqueville está considerado como un observador privilegiado e imparcial de la Revolución, que ofrece una visión profunda de la misma, en la que destaca su enfoque pesimista. Tocqueville sostiene que la revolución fracasó, pues no creó una sociedad libre e igualitaria, sino dictadura y despotismo igualitarios. El pesimismo de Tocqueville se asienta en su negativo enjuiciamiento de los momentos considerados estelares de la revolución: el Terror y la sangrienta dictadura jacobina, la corrupción del Directorio (1794-1798), el autoritarismo del Consulado y la tiranía bajo el Imperio (1799-1815). Una visión pesimista cuestionada por quienes sostienen que tuvo un impacto histórico positivo.

La Revolución francesa pese a la abundante mitología en que se la ha envuelto, no fue una revolución por la libertad y la igualdad, que aún tardarían mucho en llegar a Francia. A cambio, sí ha sido una de las más dramáticas y publicitadas: sus terribles perfiles, sus trágicas alternativas y la muerte sangrienta de casi todos sus protagonistas, siguen impresionando muy profundamente. Fue una tragedia que conmociona todavía a quienes la contemplan. No es posible idealizarla sin caer en el absurdo.

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Primera edición de este texto: 27 de noviembre de 2023

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