noviembre de 2024 - VIII Año

Miguel Navarro: “El coleccionismo puede llegar a ser una enfermedad”

Miguel Navarro ha dedicado toda su vida al coleccionismo de memorabilia de los Beatles y de ello ha hecho una profesión. Nacido en Montevideo en 1959, reside en Barcelona desde 1999 y es quien más sabe sobre la estancia del grupo de Liverpool en la Ciudad Condal. De ello, ha dado cuenta en su libro 18 Horas de Beatlemania en Barcelona (Grupo Editorial Círculo Rojo S.L.) publicado hace ahora cinco años.

La historia de Navarro recuerda —en ciertos aspectos— la del fotógrafo Paco Gómez que una tarde de primavera de 2003 se tropezó, en una calle del madrileño barrio de Malasaña, con una colección de fotografías extraordinarias tiradas en una basura. Los Modlin, el libro fruto de aquel inesperado hallazgo, ha acabado alcanzando la cifra astronómica de más de ocho mil ejemplares vendidos, lo que es todo un logro para un libro autoeditado, llegando a su séptima edición. Si cambiamos Madrid por Barcelona y a la familia de artistas estadounidenses por los Beatles, comprenderemos las peripecias por las que pasó el uruguayo para catalogar y seleccionar el material gráfico que nutre su citado libro. Como en la investigación de Gómez, Navarro también rescataba los restos del naufragio encontrado por un amigo suyo en un contenedor. Sin embargo, a diferencia del anterior —que llegó a publicar las ciento setenta fotografías en blanco y negro que le cayeron en las manos aquel afortunado día casi por ensalmo— Navarro solo pudo sacar a la luz unas pocas imágenes por los problemas derivados del copyright. De hecho, lo primero que tuvo que hacer antes de sentarse a preparar el libro fue ponerse en manos de un abogado para hacer frente a los problemas legales que se le había venido encima en su afán por dar a conocer al aficionado su desconocido tesoro. La proverbial visita al Arxiu Fotogràfic de Barcelona —en el que depositó parte de los fondos encontrados— le permitió acometer el citado libro. Aunque, lo publicado es una mínima parte de lo que aún Navarro tiene guardado en su casa. Siempre que ha podido, ha difundido el legado Beatle que ha ido atesorando. En el imprescindible libro Los Beatles. Made in Spain, de Javier Tarazona y Javier de Castro, aparecen reproducidas algunas piezas de su colección.

Entreletras ha hablado con Miguel Navarro sobre su labor profesional y su pasión por los Beatles que vuelven a estar de moda gracias a la Inteligencia Artificial.

 

¿Cómo empezó tu entusiasmo por los Beatles y cómo acabaste por convertirte en coleccionista de objetos del grupo?

Bueno, mi pasión por los Beatles empezó, yo creo, como en el 95% de la gente joven, allá por los trece años y medio, catorce más o menos. Yo tengo ahora sesenta y cuatro y cuando escuché los primeros discos del grupo era por el año 73.  Empecé con ‘Let It Be’, aunque ya los había escuchado antes porque mi hermano —que era mayor que yo— me llevó a ver la película ‘Help’ de muy chico: a los seis o siete años. Así que ya los conocía, pero todavía prefería jugar con los cromos y me interesaba el fútbol. No estaba por la música entonces. Mi interés por el fenómeno de los Beatles coincide con mi afición por la batería, porque yo soy baterista: estudié batería muchos años.  Y me acuerdo que cayó en mis manos un long play que se había editado en Uruguay, que salió con el nombre de ‘Para Ti’ porque era una selección de los singles del momento y me impactó muchísimo.  Tenía canciones como ‘From Me To You’ y ‘She Love You’. Muchísima gente que entrevisté acá en España me dijo que el tema que les volvió la cabeza fue ‘Twist and Shout’, que fue lo primero que se conoció, pero en realidad para mí fueron esos otros temas. Y a partir de ahí, ya después, conocí el LP Please, Please Me con canciones como ‘I Saw Her Standing There’ y otras típicas como ‘I Want Hold Your Hand’. Ahí se me despertó la pasión por los Beatles y comencé a guardar todo lo que encontraba del cuarteto, como todo el mundo hace. Fui juntando cositas: una foto, un recorte, una nota del diario… En aquella época que ya se habían separado, la reedición de las películas, las primeras salidas de discos de recopilación, etcétera. Y me puse a escuchar todo lo que había referente a los cuatro en ese momento, a dibujarlos y sobre todo a acompañar sus canciones con la batería.

Luego acabaste por dedicarte profesionalmente a ello. ¿Se puede vivir del coleccionismo?

Yo cuando vine para España en el año 98 ya había estado unos cuantos años antes como odontólogo en el año 83, cuando ni siquiera había dentistas acá.  Después regresé con casi cuarenta años. Primero me vine a Madrid y le dije a mi entonces mujer: “mira, no voy a convalidar el título, no tengo ganas, presenté papeles y me pidieron siete materias para convalidar”. Ahorita vivo en Barcelona, pero estuve un año en Madrid y empecé a ir al Rastro a ver un poco lo que era el mundo del coleccionismo profesional y me llamó muchísimo la atención porque yo ya venía de coleccionar: traía un gran bagaje de Uruguay, de Argentina, de haber hecho programas de radio y televisión, donde era un poco reconocido ya en mi zona, en el hemisferio sur. Fue entonces cuando me centré en el tema específico de los Beatles. En realidad, me gusta toda la música y me dedico al coleccionismo musical de todo tipo: trabajo todo desde la A a la Z. Pero creo que el fenómeno beatle es un caso aparte. Diría que es el número 1, lo más buscado; luego vienen Elvis, los Rolling, pero ya para abajo.

De modo que se puede vivir siempre y cuando busques buen material que interese y además tienes gente apasionada —como yo tengo muchísimos clientes y amigos—. No se puede vivir solo de los Beatles, hay que dedicarse a todo el coleccionismo musical, como dice mi tarjeta de presentación, mi business card, pero estoy especializado en el tema de los Beatles porque llevo ya unos cuantos años, sobre todo, en el tema del grupo durante su estadía en España, en Barcelona y en Madrid, los días 2 y 3 de julio de 1965, respectivamente.

¿Qué objetos han pasado por tus manos que sean memorables?

Los Beatles a su llegada al aeropuerto de El Prat. Foto de Pérez de Rozas

He tenido muchos, obviamente. A mí me apasiona mucho lo que es la memorabilia, o sea, todo objeto de época del cuarteto, sobre todo americana, que fue donde explotó la beatlemanía y donde hay catálogos para tener conocimiento del valor de esas piezas en el mercado, piezas que pueden ir desde las pelucas beatle hasta el talco beatle, pasando por los botones de los trajes, las guitarritas, o los muñequitos. Se desató una gran locura en ese momento que se llamó la beatlemanía, lo que decía George Harrison en Anthology, la locura de consumir todo aquel producto relacionado con el grupo.

Mi último gran hallazgo —que atesoro ahora y que de momento no lo vendo, a pesar de haber recibido muchas ofertas— fue haber encontrado cinco entradas consecutivas de sillón de pista de 450 pesetas cada uno, de una familia que había ido a la Monumental el 3 de julio, que pienso que es un objeto realmente memorable que he encontrado este año. La noticia ha tenido repercusión con notas en televisión, en periódicos.

¿Es habitual el fraude en este mercado? ¿Es difícil encontrar cosas valiosas?

No, el fraude en este mercado no es frecuente. Hay alguna cosita que sí, que algunos han hecho reproduciendo en papel con alguna trampita, pero los entendidos sabemos detectarlo enseguida. Por ejemplo, se hizo un fraude enorme por parte de José Luis Álvarez, que hizo las cintas del concierto de Madrid, que son falsas. La grabación no existe y la de Barcelona, menos. Él lo que hizo fue toda una parafernalia diciendo que disponía de la grabación y como él mismo había escrito la nota en la revista Fonorama en aquella época, tenía algunas fotos que sacó y así montó la mentira de poner un concierto de París con unas palabras de Paul McCartney que son de los años 90. Es una mentira absoluta. A pesar de ello, la gente lo compró. El coleccionista es un poco tonto a veces. Yo diría que está muy tonto: va y lo compra. Y aquello se vendió a nivel mundial. Lo editaron en forma de vinilo, de compact disc, y —ya te digo— era toda una farsa y un fraude. Pero esto no es lo normal.

Encontrar cosas valiosas, sí, es difícil, hay que tener suerte. Yo que me dedico a esta actividad ya hace cuarenta y pico de años, tengo una máxima que dice: si lo buscas no lo encontrás; a veces las cosas vienen solas, a veces dentro de un libro, por ejemplo. Pero si vas buscando, no. El universo te las pone en el camino y es difícil encontrar cosas de valor, sobre todo en España, a pesar de que estamos en Europa. Las cosas de mayor valor son las americanas y las inglesas. Pero también se encuentran cosas valiosas acá. Hay coleccionistas, pero pocos (contados con los dedos de la mano), que están dispuestos a pagar esas cosas.

Miguel Navarro y Eugenio Rivera durante la entrevista

¿Te cuesta desprenderte de algunos de tus objetos de colección?

No, ahora no. Antes coleccionaba y atesoraba. Tuve una parada de recuerdos de los años 60 y 70 todos los fines de semana en un mercado, aquí a los pies del Monumento de Colón, en las Ramblas. Trabajé muchos años en ella con el público turista y tenía muchísimo objeto de colección y discos de gran valor. Luego abrí una tienda —se llamaba ‘My Generation’, como la canción de los Who— que mantuve abierta casi cinco años en el famoso barrio gótico a la vuelta de la catedral. El establecimiento sigue siendo muy recordado hoy día. En esa época todavía coleccionaba. Pero después, mirando que van pasando los años, te viene el desapego como le está pasando a mucha gente. Te planteas que mañana te vas a morir y te haces la pregunta de quién se va a quedar con todo: a mi hijo no le interesa. La verdad es que los discos ni siquiera los escucho. Y ¿para qué? Se me junta polvo en casa y mi mujer me dice: ¿para qué crecés? Entonces la gente un buen día va desprendiéndose de las cosas. Yo ya lo superé. Aprendí el desapego. Aprecio la pieza cuando la encuentro, la disfruto durante algún tiempo, hago algo con ella: monto una exposición o escribo un libro, la comparto con mis amigos, lo que sea… Pero sé desprenderme de las cosas, no me apego a ellas: las vendo y ya está. Si me tengo que quedar mañana con algo, me quedaría con dos o tres piezas puntuales. Hay gente que colecciona y tiene cuatro mil objetos, cinco mil… Es una verdadera locura. Hay gente que no come por coleccionar, Eso te quema la mente: es una enfermedad, una auténtica neurosis…

Para mí lo esencial de los Beatles es su música y lo que nos han enseñado a través de sus canciones. Todo lo demás son objetos materiales de los que no te llevas nada, te llevas solamente la vibración de la música. Si te morís y tenés la suerte de que te pongan la música del cuarteto en tu entierro porque vos lo pediste, ya ahí te podés morir más tranquilo (Risas).

Sorprende que países como Uruguay y Argentina —que tienen una rica tradición musical— sean de los más activos en su afición por la música del cuarteto de Liverpool. ¿A qué lo atribuyes?

Es interesante cómo vivió la Argentina, sobre todo, y el Uruguay el fenómeno Beatle, tomando en cuenta que el grupo no estuvo nunca allí. El único país de habla hispana donde vinieron fue aquí, a España, por eso es tan importante. No fueron ni a México, ni a Argentina, ni a Uruguay, ni a Brasil tampoco. Nosotros vivimos la música de los Beatles de forma directa. Si haces un estudio sociológico sobre los grupos que se formaron en Argentina y Uruguay ves que son incluso mejores que los españoles porque mamaban directamente del pop y del rock inglés. Nosotros teníamos el tango y el folclore que no tenía nada que ver con aquello. Cuando vine acá me encontré con grupos como los Lone Star o los Sírex, incluso los Salvajes que hacían a veces versiones de los Beatles. Tenían mucha influencia de lo que era el flamenco y el estilo de música de palmitas, o sea que se mixturaba un poco, se mezclaba. Nosotros, sin embargo, vivimos la experiencia directamente. Yo llegué a estudiarlo. Incluso un día pensé en hacer una tesis sobre el tema. Los Beatles llegaron a todo el mundo, por eso se hicieron millonarios: vendieron millones de revistas, millones de libros, millones de discos, millones de fotos en todo el mundo. Todo esto es coleccionable: los Beatles en Taiwán, en la India, en países exóticos, en Uruguay, en Ecuador, en Israel… Se hicieron famosos a pesar de que ganaban pocos céntimos en esa época por cada disco vendido, pero fueron tanto lo que vendieron que se hicieron de oro.  Ya en el año 65, cuando la Reina los nombra Miembros del Imperio Británico, eran millonarios. El aporte económico de los impuestos a la Corona hizo que George Harrison se quejara con el tema ‘Taxman’ (del álbum Revolver) porque se sentía robado.

Y vuelvo a que Argentina, Uruguay, y los países del área latinoamericana, no Centroamericana (no hablo de México) mamaron directamente el pop y el rock que venía de las islas. Llegaba un disco de los Rolling Stones y se tocaba en base a ese disco, llegaba un disco de los Beatles y se tocaba en base a ese disco, llegaba un disco de los Beach Boys —que era surf americano de la costa de California— y se tocaba en base a ese estilo. Porque la gente joven no tenía cómo distraerse con otras cosas. Acá, sin embargo, se llegaron a hacer discos de flamenco yeyé.

Publicaste un magnífico libro sobre la estancia de los Beatles en Barcelona. Cuéntanos cómo surgió aquel proyecto.

El libro —18 Horas de Beatlemania en Barcelona— surgió por el hecho de encontrar —siempre en la búsqueda continua y ardua de buscar material— unas fotografías originales del famoso equipo de Pérez de Rozas y de Horacio Seguí del tiempo en que los Beatles vinieron a Barcelona. Cuando cayeron esas veinticinco fotografías en mis manos, aparte de otras tantas de prensa que eran de esa misma editorial, se me ocurrió la idea de hacer un libro con ellas. Nunca se había hecho un libro específico de los Beatles en Barcelona, como tampoco se hizo de Madrid. Sí se han hecho y se hacen libros de los Beatles en España, pero nunca monográficos de los dos conciertos.

Cuando trabajaba en el monumento de Colón había un museo abajo donde tenían libros sobre Gaudí, sobre Dalí, sobre Miró, los grandes, ya sabes… Y pensé: por qué no hacer un libro parecido con los Beatles, que a su modo también son grandes. ¡Aunque estuvieron solo 18 horas en Barcelona! Ahí fue donde se prendió la lamparita y me dije: ¡animate! Y a partir de esas fotografías seguí indagando y buscando y buscando y tocando timbres y preguntando. Hablé con Juana Biarnés y con el equipo de Miserach y con los fotógrafos particulares. Bueno, con todos los que aparecen en mi libro. Después de editado seguí encontrando más imágenes inéditas. Fue un orgullo haber llevado a cabo este proyecto: me catapultó a todo el mundo.  Jordi Serchs, el director del Archivo Fotográfico de Barcelona, me dijo: “Tuvo que venir un uruguayo para hacer un libro exclusivo de los Beatles en Barcelona”. El libro se ha vendido muchísimo en todas partes. Salieron ediciones en inglés y en español: se sigue vendiendo en Estados Unidos….

¿Cuáles son tus planes futuros?

Para el 2025 se está armando un gran proyecto, una Beatle Week en Barcelona, porque se celebran los sesenta años del concierto del grupo en la ciudad. Esperamos que la iniciativa cuente con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona a nivel oficial. Es un proyecto importante, en el que intervendrán también el Hotel Avenida Palace —donde el cuarteto se alojó— y la Plaza de Toros Monumental —donde tocó—.

Se hará una exposición muy grande, Como yo tengo fotografías inéditas, me gustaría hacer el segundo volumen. No sé si con el mismo nombre o con otro. Vamos a ver si no pasa nada, y para el 2025 sería espectacular poder hacer el segundo libro de los Beatles en Barcelona al tiempo que se inaugure la semana Beatle.

¿Le auguras al grupo un puesto en la posteridad de la historia de la música?

Bueno, sí, yo creo que sí. Los Beatles ya lo tienen ganado. Son motivo de charlas, de conferencias, de coloquios… El otro día hablé acá en una radio sobre ellos.

Los Beatles son clásicos. Con la música que se está escuchando hoy —que no digo que sea mala— la gente joven escucha a los Beatles y es música clásica, escucha a los Rolling Stones y es música clásica. El otro día encontré un vídeo en YouTube de una orquesta filarmónica en Alemania, tocando canciones de los Rolling, una orquesta enorme. Orquestas que ocupan sesenta metros por sesenta, con todos los instrumentos tocando ‘Satisfaction’ y otros temas de los Stones. De modo que son clásicos. ¿Por qué? Porque el tiempo, como digo siempre, para los Beatles no pasó. Su música es atemporal, es pura energía. A Paul McCartney le llaman el Mozart o el Beethoven del siglo XXI. De Lennon, para qué hablar. Con todo el legado que nos dejaron y sus letras y todo lo demás, se han ganado la posteridad.

Yo —desde mi ámbito profesional— noto que hay gente joven apasionada por los Beatles. Es increíble la cantidad de grupos en el mundo haciendo Beatles. Algunos con ropa normal, pero otros emulando la moda que impusieron, con ropa de la primera época, de la segunda. Desde Japón, Filipinas, Argentina… Eso quiere decir que los Beatles están ahí. Creo que tendremos Beatles para rato.  De hecho, este año se acaba de editar un tema nuevo, con inteligencia artificial, que ya es número 1.

¿Qué opinas de este ‘Now and Then’, del que hablas?

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Archivo Entreletras

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