noviembre de 2024 - VIII Año

Las extravagantes recomendaciones del Cardenal Mazarino

En su libro “Breviario de los políticos”, Mazarino da consejos de cómo alcanzar el poder y conservarlo, aunque algunos rozan la absoluta estupidez 

Es curioso observar cómo los políticos que han decidido dejar por escrito sus impresiones acerca del modo en que se debe hacer política han ido evolucionando desde la osadía de unos planteamientos dominados por el cinismo, las actitudes sibilinas e, incluso, el engaño, como era el caso de los políticos del Renacimiento, hasta el aparente (de cara a la galería) “formalismo” democrático de los políticos actuales. Sí, porque hoy ningún político, en sus memorias, se atreve a decir la verdad de cómo ha actuado en su actividad política y menos aún de aconsejar, como hace Mazarino en su “Breviario de los políticos” (Ed. Acantilado), prácticas poco limpias cuando no directamente inmorales.

Sin embargo, no es el objeto de este artículo tratar los consejos políticos, más o menos perniciosos, del Cardenal Mazarino, sino dar a conocer otros consejos que tienen que ver, más que con la política en sí, con la forma de entender la vida y a las gentes que estaban bajo su omnímodo poder y que, como se podrá comprobar, tienen unos componentes de fanatismo y de superstición bastante curiosos.

Pero situemos brevemente al personaje: el cardenal Julio Mazarino (1602-1661), italiano, luego naturalizado francés, se distinguió desde muy joven por sus habilidades diplomáticas, primero en defensa de los intereses papales y luego de los franceses y, en la mayoría de los casos, contra España. Luis XIII, aconsejado por el Cardenal Richelieu, le nombró cardenal y, a la muerte de Richelieu, le encumbró a Ministro de Estado, ejerciendo este cargo durante la minoría de edad del futuro Luis XIV. Detalle importante es que durante el ejercicio de su ministerio logró amasar una considerable fortuna, gracias a operaciones poco limpias de comisiones y especulaciones relacionadas con su importante cargo.

Este “Breviario de los políticos” ha sido calificado por algunos especialistas como el equivalente barroco del renacentista “El príncipe”, de Nicolás Maquiavelo; sin embargo, no parecen acertadas tales comparaciones, sobre todo en lo que se refiere a calidad literaria y a la enjundia de las propuestas realizadas, donde el libro del cardenal sale, indudablemente, perdiendo.

Y es que Maquiavelo nunca hubiera caído en afirmaciones tan contundentes como necias, algunas de las cuales rozan la estupidez. Veamos algunos ejemplos:

“Los astutos son, por lo general, hombres de dulzura fingida, nariz ganchuda y mirada penetrante”. ¿De verdad pensaba Mazarino que solo las personas de nariz ganchuda eran astutas? Es como decidir que en la nariz, a parte del sentido del olfato, se encuentra algo tan subjetivo como la astucia. Da la sensación de que Mazarino nunca se encontró con un tipo de nariz ganchuda que resultara ser un vulgar pánfilo, o si se lo encontró quizá considerara que la nariz no era lo suficientemente ganchuda.

“Quienes poseen muchos bienes muy singulares y refinados suelen ser hombres afeminados y poco virtuosos”. Imaginamos que por bienes muy singulares se refiere el cardenal a la posesión de obras de arte u objetos de colección de todo tipo y procedencia. Así pues, ya sabe aquel (por si aún no lo ha descubierto) que posea muchos bienes que no sean tierras, palacios, ganado, o simplemente dinero, que su sexualidad no es la correcta y que, además, no le adorna ningún tipo de virtud. Ahora bien, que sepa que si de la noche a la mañana cambia sus refinados bienes por otros más vulgares se convertirá automáticamente, para Mazarino, en un machote y en un autentico virtuoso.

“Guárdate de los hombres de baja estatura: son tozudos y soberbios”. Y ahora le toca el turno a los bajitos, pobrecillos. Naturalmente, imaginamos que él no se consideraba bajo. Y yo me pregunto: cuando el cardenal contrataba a sus ayudantes, colaboradores, espías, etc., ¿los seleccionaba altos? ¿Se guardaba, según su consejo, de apartar a los bajos? ¿De verdad pensaba que una persona por ser de baja estatura era tozuda y soberbia? ¿En cuantos centímetros habría puesto Mazarino el límite de la tozudez y la soberbia?

“A la mayoría de los mentirosos, cuando ríen, les salen hoyuelos en las mejillas”. Esta es de las mejores. Imaginemos una audiencia de Mazarino con el embajador de España para tratar delicados temas de alta política; si el embajador no es bajito y no tiene la nariz ganchuda ya tiene bastante a favor para ganarse la confianza del cardenal. Pero cuidado, si a una broma cardenalicia al embajador le da por reírse y le salen hoyuelos en las mejillas, cualquier posibilidad de entendimiento será inútil, pues será considerado, ipso facto, un mentiroso; y, claro, ¿quién hace tratos con un mentiroso? Y es que los hoyuelos en las mejillas, todo el mundo lo sabe, dan mala espina.

“De los que se preocupan demasiado por su aspecto poco hay que temer”. Ya sabemos que en el siglo XVII, por encima de la pompa y el boato de las cortes reales, había mucha dejadez en el cuidado del aspecto externo de las personas. Vamos, que en la corte y ante el rey todos se ponían sus mejores galas, pero fuera de ahí, deberían ser unos guarros que ni se lavaban ni se vestían decentemente, y esto es algo que Mazarino veía bien, aunque los temiera. Los visitantes del cardenal debían estar ya sobre aviso: “Hoy tengo audiencia con el Ministro de Estado, me pondré una preciosa peluca, un traje de Armani y unos zapatos italianos, y seguro que me gano su confianza porque así nada tiene que temer de mí”.

“Los que saben muchas lenguas con frecuencia son cortos de entendimiento, porque una memoria saturada suele embotar la mente”. Con esta sentencia Mazarino deja muy claro que las personas son más inteligentes cuanto menos saben, porque saber mucho embota la mente, y no digamos los políglotas, gente torpe donde los haya; y es que, claro, con la mente saturada de conocimientos y de idiomas uno no puede ser sino un cenutrio. Ahora bien, ¿se desprende de esta afirmación que Mazarino se consideraba inteligente y de gran entendimiento porque andaba muy justito de sabiduría? Todo parece indicar, después de las perlas que estamos repasando, que sí.

Y como colofón tenemos esta contundente afirmación que va a dejar pasmado a más de uno:

“Los que se muestran demasiado tiernos con las gracias de perros y niños son poco viriles”. Asustados estarían en Francia muchos de los que, gustándoles los niños y los perros, al leer esta afirmación del cardenal se pusieran a dudar de su virilidad. Ya me imagino a algunos de ellos alejándose lo más posible de los niños y espantando a patadas a los perros para quedar ante la sociedad como auténticos machos. Desde luego, cabe imaginar que Mazarino, muy viril él, no tendría perro (quizá tampoco gato) y no dejaría (al contrario que Jesucristo, su mentor) que los niños se acercaran a él.

En fin, no sabemos cómo sería el día a día del Cardenal Mazarino, pero, a tenor de lo que se conoce por los libros de historia y por los consejos más políticos contenidos en su libro, debió de tener una ajetreada vida llena de engaños, traiciones, mentiras y, quizá, algunos ajustes de cuentas bastante sanguinarios; aunque por los consejos y afirmaciones que aquí hemos destacado tuvo que tener, además, una vida bastante curiosa que podría haber desatado la hilaridad de sus colaboradores más cercanos.

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