noviembre de 2024 - VIII Año

El desarrollo humano, la desigualdad y la salud mental

Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.
Khalil Gibran

Imagen: Pixabay

El desarrollo humano, puede concebirse como el proceso mediante el cual el ser humano evoluciona desde su nacimiento, crece, aumenta sus capacidades y habilidades y se integra en una sociedad que a la vez que constituye la suma de un conjunto de seres humanos en evolución, mejora sus condiciones de vida e incrementa sus bienes para cubrir sus necesidades básicas, este desarrollo  debe estar ubicado en el marco del respeto a los derechos humanos y al fomento de la igualdad en toda la amplitud que este término abarca.

Entre los principales factores que afectan el desarrollo humano se encuentran las estructuras sociales y económicas, políticas, los usos y costumbres, el desarrollo psicológico manteniendo un equilibrio de su salud mental, los derechos civiles, la industrialización y el desarrollo tecnológico.

La naturaleza es en sí misma, la única causa y esencia de la existencia según manifiesta Baruch Spinoza y si bien en la mayoría de las veces la fuerza de la razón tiene menor fuerza que la fuerza de las pasiones, son sin embargo la razón y la lógica, libres de cualquier condicionamiento para moldear el pensamiento, lo que puede aproximarnos a la verdad y ello requiere de la máxima y a la vez minuciosa y constante observación seguida de un análisis reflexivo.

Por consiguiente, si observamos el desarrollo humano y sus comportamientos en la inmensa mayoría de sociedades o pueblos a nivel global, no tardaremos en descubrir que existe un desequilibrio constante en lo referente a la igualdad y una notoria falta de equidad, de tal manera que en el conjunto de los habitantes del planeta padecen una desigualdad que incide gravemente en el desarrollo psíquico y da lugar a una variedad altamente significativa de alteraciones de la salud mental.

Si observamos, constantes deterioros en la convivencia y la harmonía dentro de la sociedad y un abuso negligente de la naturaleza que se degrada a la vez que genera un sinfín de cambios que transmutan de manera mórbida hacia una atmósfera insana, ambos factores generales deterioran el desarrollo humano.

Y en tanto y en cuanto observemos la paulatina gestación de un desarrollo mórbido, es fácil deducir tanto un detrimento moral, como un agravamiento de la salud mental en el contexto de la salud pública, entendida esta como la salud en el conjunto de una sociedad, así como en el concepto de las actividades de las administraciones, para preservar, prevenir o proteger la salud de toda la ciudadanía.

La salud mental es mucho más que la ausencia de enfermedad es una parte intrínseca de nuestra salud y bienestar individuales y colectivos.[i] . Las tasas de trastornos que ya son comunes, como la depresión y la ansiedad, aumentaron en un 25% durante el primer año de la pandemia, sumándose a los casi 1000 millones de personas que ya sufren algún trastorno mental. Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de la fragilidad de los sistemas de salud que intentan atender las necesidades de las personas con trastornos mentales, bien sean de reciente aparición o preexistentes.

Los trastornos mentales son muy comunes en todos los países del mundo. La mayoría de las sociedades y la mayoría de los sistemas sociales y de salud descuidan la salud mental y no le prestan la atención y el apoyo que las personas necesitan y merecen. El resultado es que millones de personas en todo el mundo sufren en silencio, son víctimas de violaciones de los derechos humanos o se ven afectadas negativamente en su vida cotidiana[ii].

En 2013, los Estados miembros de la OMS adoptaron el Plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2013–2020. Se comprometieron a alcanzar las metas mundiales relativas a una mejora de la salud mental. Estas metas se centraban en el fortalecimiento del liderazgo y la gobernanza, la atención de salud en la comunidad, la promoción y la prevención, así como en los sistemas de información y la investigación. Pero el último análisis de la OMS sobre los resultados de los países con respecto al plan de acción muestra que los avances han sido lentos.

En promedio, los países dedican menos del 2% de sus presupuestos de atención de salud, a la salud mental. (último informe de la OMS)

Un trastorno mental se caracteriza, por una alteración clínicamente significativa de la cognición, particularmente en la elaboración conceptual y el entendimiento de las cosas que le aquejan o pueden llegar a afectarles, causa de infelicidad.

La alteración de las emociones o el comportamiento de un individuo por lo general va asociado a la angustia, la ansiedad generalizada o a una discapacidad funcional (asociada a pérdida, limitación o aislamiento). Una de cada ocho personas en el mundo padece un trastorno mental. Los trastornos mentales comportan alteraciones considerables del pensamiento y al entorpecimiento de las emociones y/o el comportamiento.

La falta de satisfacción, realización personal o insuficiencia en lo referente a vivencias gratificantes, podríamos decir que constituyen una infelicidad, que conduce a la desaprensión, el sentimiento de inutilidad, la desvalorización personal y, en definitiva, a la falta de sentido de la vida.

Pero algunas alteraciones de la emotividad y el conocimiento suelen conducir a deterioros más graves, si a todo ello le sumamos las carencias económicas, una defectuosa socialización o una falta de integración en el medio y además podemos encontrarnos con una alimentación insuficiente o desfavorable para el desarrollo clínico, nos conduce a deducir la gravedad y el alcance e impacto de una deficiente salud mental en la población general.

La desigualdad económica y social, la desigualdad de género y las desigualdades por distintas problemáticas globales, como el deterioro medioambiental, las hambrunas en algunos lugares del planeta, las guerras y las crisis en general, da lugar a un deterioro generalizado que constituye el caldo de cultivo para generar una muy deficiente salud mental en la gran mayoría de las sociedades en la actualidad, que en muchas ocasiones se ven alimentadas por las diferencias culturales o la conceptualización mórbida que conduce a fenómenos como el racismo, la aporofobia, la homofobia o tantas otros trastornos culturales, como la prevalencia del machismo o la profusión de algunos nacionalismos exacerbados que provocan rechazo entre distintos colectivos de ciudadanía.

La necesidad urgente de un sistema público de asistencia a la salud mental y de un programa de salud pública en salud mental, es hoy por hoy, uno de los problemas más urgentes y que debería abordarse de manera prioritaria en todos los programas de políticas públicas e igualitarias.

Si se carece de un sistema de salud, implementado con rigor y de acuerdo a los criterios de la OMS y del conjunto de profesionales de la salud mental, corremos el riesgo de abandonar a los afectados en manos de profesionales o pseudo profesionales de la conducta que carecen de las capacidades y habilidades de los profesionales de la salud mental, como psiquiatras y psicólogos clínicos y en el peor de los casos empujados por patéticos conocedores de la conducta que proliferan por internet, curanderos o al amparo de supuestos conocimientos “médicos ancestrales”, lo que sin duda contribuyen a aumentar el deterioro generalizado de la salud mental de la población.

El cuidado de la salud mental radica en primer lugar, en el entorno en el que el individuo se desarrolla, la harmonía de la comunicación, el respeto, la tolerancia mutua y el esfuerzo en el entendimiento del otro, pensemos que el otro muchas veces tiene razón, independientemente de la edad que tenga. Es importante dar importancia y credibilidad a las opiniones, la ignorancia del sujeto o la indiferencia, suelen generar un estado de desvalorización, que conduce a la ansiedad.

Por otro lado, es necesario educar en la práctica del razonamiento, el entrenamiento de la atención y la memoria. Sin un razonamiento crítico y con criterio, el sujeto se encuentra desprovisto de un pensamiento clarificador y ello contribuye a la ansiedad, en ocasiones a la desesperación y a la perdida de interés.

En las sociedades en las que vivimos, las personas se ven sometidas constantemente a situaciones de estrés, continuos duelos por distintas perdidas que se significan como referente de su propia vida, la perdida de personas queridas por cualquier circunstancia, separación, distanciamiento, migración, etc. pueden conducir distintos estados depresivos.

Existen muchas perdidas, muchos duelos, muchos fracasos y si a ellos le sumamos la desigualdad, la injusticia social y la pobreza o el maltrato social o personal, es indiscutible que las personas se vean sumergidas en distintos trastornos de la salud mental.

La mayor diferencia es que la ansiedad se caracteriza por el miedo y la angustia constante, mientras que la depresión suele ser un trastorno en el que la persona se siente vitalmente triste hasta el punto de poner en riesgo su instinto de vida, no tiene motivación, ni interés para realizar tareas que antes eran satisfactorias, pero no por ello estos son los únicos trastornos psicológicos; existe una extensa lista de perturbaciones y desarreglos mentales, y si bien es verdad que algunos tienen su origen en la química y la fisiología del propio sistema nervioso, otros, la gran mayoría, se originan por causas sociales, de relación o económicas y políticas.

No hay que olvidar a aquellos que son especialmente sensibles a la producción de trastornos como es el caso de los niños, debido a que su desarrollo mental, es incompleto o insuficiente y por ende más proclive a sufrir algún deterioro, que, con el paso del tiempo, pude constituir un trastorno con una mayor severidad.

Por último, me gustaría, en este breve análisis del desarrollo humano y la salud mental, destacar la importancia de la educación en el desarrollo. Una educación libre de dogmas, amplia en conocimientos y muy especialmente en la inducción a la racionalidad, factores que con el tiempo forjaran criterios basados en la ciencia, la lógica y la evolución sana de la personalidad en el marco de un contexto universal de igualdad para el ser humano.

La relación entre el crecimiento, el desarrollo humano y la desigualdad se puede observar en problemas como el cambio climático, la creciente desertificación y el deterioro de la biodiversidad, la escasez de agua para beber, la erosión, etc., pero también cabe una reflexión profunda sobre el acceso a los conocimientos y la formación como eje fundamental del desarrollo humano.

La desigualdad generada por algunas ideologías convertidas en patrones, dogmas políticos o religiosos, pero sobre todo por la falta de conocimientos y de la ignorancia y el no continuar buscando y profundizando para encontrar las respuestas adecuadas, lo que a veces nos hace caer en certezas más cercanas a las creencias y sin ninguna base de sustentación, más allá de supuestos, todo ello nos induce a una marginación, cuya factura es pagada por el deterioro de la salud mental.

El desarrollo humano resulta de una evolución sana del ser humano y por consiguiente cualquier desviación clínica, psicológica y sobre todo social, conduce a una sociedad fragmentada entre aquellos que han podido desarrollarse de forma que han podido mantener un equilibrio sano y una ingente cantidad de la población de la humanidad que padece un deterioro y una infelicidad constante, en mayor o menor grado en medio de sistemas políticos globales distinguidos por la injustica y contrario al desarrollo humano saludable.

Referencias bibliográficas
[i] Dr Tedros Adhanom Ghebreyesus Director General Organización Mundial de la Salud
[ii] Dévora Kestel Directora Departamento de Salud Mental y Consumo de Sustancias Organización Mundial de la Salud

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Archivo Entreletras

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