El baile de los pájaros
Basilio Sánchez
Editorial Pre-Textos, Colección “La Cruz del Sur”, nº 1.822
Valencia, 2023
96 páginas
No creo exagerar si afirmo aquí que el lustro transcurrido entre los años 2018 y 2023 ha debido de resultar para Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) una de las etapas más intensas –más radical y contradictoriamente intensas, cabría decir- no ya sólo en lo que atañe a su trayectoria como escritor y médico sino en su misma vida. La publicación, entre 2018 y 2019, de dos sobresalientes obras, Esperando las noticias del agua (Editorial Pre-Textos, Colección “La Cruz del Sur”), Premio Centrifugados – 2018, y He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (Visor Libros, Colección Visor de Poesía), merecedora del XXXI Premio Internacional “Fundación Loewe”, dio a su espléndido trabajo en la esfera de las letras un predicamento mayor aún del que ya disfrutaba; paradójicamente, justo en el proceso de sedimentación de todo aquel momento álgido, sobrevino el horror por todos conocido: una pandemia de proporciones mundiales, circunstancia que Basilio Sánchez –como especialista en medicina intensiva- hubo de enfrentar en primera línea de fuego –concretamente, en la UCI del Hospital Universitario de su ciudad natal-. Ante tamaño punto de inflexión, y en medio de semejante panorama, la actitud del poeta ha sido de una dignidad admirable, al decidir sumirse en un silencio que, consecuentemente, implicaba la renuncia a obtener cualquier tipo de provecho literario directo de una situación dantesca cuyo alcance, día tras día, iba conociendo de primera mano. Ahora, ya en 2023, pasado lo más crudo de la crisis sanitaria y de vuelta a Pre-Textos y su ámbito editorial, Basilio Sánchez, con El baile de los pájaros, rompe su silencio no sólo en el momento más oportuno: también de la mejor manera posible. Al respecto, nada más elocuente que esa suerte de poema en prosa, a modo de inscripción sobre la puerta de la vida recobrada tras el desastre colectivo, con cuyo vuelo se inicia la nueva obra del poeta: “A mi regreso a casa me invadían la alegría de los pájaros, el fervor de lo vivo, la elocuencia sencilla de las cosas (…), esas pocas verdades esenciales que, al cabo de los años, cuando todo comienza a percibirse desde cierta distancia, se nos vuelven de pronto imprescindibles”.
Eso es El baile de los pájaros, efectivamente: un regreso a lo esencial imprescindible después de una experiencia crítica, de una impresión fortísima a todas luces, pero que en ningún momento se vierte tal cual sobre el papel por la sencilla razón –sencilla y muy noble razón- de que su importancia no radica en la literalidad de lo terrible sino en el temblor espiritual originado conforme se cumplían sus etapas, abocando a una inédita toma de conciencia respecto de lo vivo y su inmutable fervor. Así las cosas, puede entenderse cabalmente la solemne declaración que leemos en el poema inicial de la obra: “Es una piedra buena / la que me han encargado / llevar sobre los hombros”. Poco después, de manera muy significativa, el sujeto poético afirmará: “Amo lo indescifrable y lo secreto / porque todo en la vida tiene siempre / más de un significado / (…) Lo que más me emociona es lo que menos comprendo”. Y algo más adelante: “Pertenezco al linaje de los tímidos / (…) al de los constructores silenciosos / (…) Aún tengo muchas cosas que decirme a mí mismo”. ¿Qué otro umbral pueden cruzar tales asertos sino el de la plena conciencia del hecho poético en la vida? Ya en He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, Basilio Sánchez había escrito que la poesía “es el oficio del espíritu”, y las palabras, “mi forma de ser”; ahora, en El baile de los pájaros, la reflexión metapoética –en puridad, uno de los rasgos predominantes dentro de toda esta creación- va alcanzando sucesivas, casi consecutivas cotas que combinan lo emotivo y lo imaginativo de forma muy certera. Valdrán para probarlo estos nobles ejemplos: “El poema es el baile de los pájaros frente a la comitiva de la boda”; “La poesía / (…) esa forma infinita / de presencias y ausencias que habitamos / con los ojos cerrados, los vivos y los muertos”; “Un libro de poemas / es para mí una extraña y apartada ciudad que no conozco / pero por cuyas calles camino solitario / sin sentirme extranjero”; “La poesía, / al igual que la nieve que ha cubierto los setos esta noche, / comienza en el abismo”. A lo espigado aquí, añadamos tres versos fabulosos: “Mi silencio, la viga que sostiene / la bóveda del cielo, / la arquitectura frágil de mi vida”. En pocas ocasiones habrá podido describirse, con tanta hermosa sencillez, la fuente primordial de la que mana el misterio poético. Su mera potencialidad.
Vertebrado en tres secciones –sin títulos globales- que arrojan un total de 51 poemas, más el ya referido poema en prosa que le sirve de pórtico, El baile de los pájaros hace un guiño, gozosamente explícito, a cuanto había sido la médula constitutiva de los poemarios anteriores de Basilio Sánchez, Esperando las noticias del agua y He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes: la refundación, a través de la palabra, de un territorio mítico, metáfora de un mundo primigenio. Y así podemos leer, mediada esta nueva obra: “Desde hace mucho tiempo / cepillo por la noche los tablones del arca”. Pero El baile de los pájaros canta el ahora y el aquí. Es la pasión serena por lo cercano y lo sencillo, y que, no obstante, abunda en saltos de pensamiento y de construcción, en sorprendentes, originales elipsis, a la hora de levantar cada poema. Y es también un ramillete de imágenes que, sin lugar a dudas, se cuentan entre las más osadas de la lírica del autor (“La pupila del día es una oveja pastando en una loma / transparente del aire”; “El sol es un cachorro en la tiniebla del cielo”; “Deja un cubo de agua a la intemperie / y acabará llenándose de estrellas”). Y, sobre todo y ante todo, este magnífico libro de imprescindible lectura, El baile de los pájaros, es la demostración de que el más honorable, el más digno compromiso ético, puede alcanzar, después, una estética acorde, y a la altura, del signo de estos tiempos tan difíciles: “Siempre hay alguien que cuida. / Siempre hay alguien que se queda despierto, / el vigilante / que le dice a la noche que pase para todos, / pero no para él”.