A day in the life
John Lennon & Paul McCartney
El tema A day in the life comenzó a gestarse cuando John Lennon leyó en el periódico del 19 de diciembre de 1966, en su casa de Surrey frente al piano y bastante cargado de ácido, la noticia del fallecimiento el día anterior a los veintiún años en accidente de tráfico de Tara Browne, heredero de la fortuna Guinness y amigo íntimo tanto de él como de Paul McCartney. Parece ser que, al conducir su Lotus Elan, fue desviado por un Volkswagen hacia el otro lado de la calle, donde chocó con un camión aparcado. No parece, por el informe del forense, que al joven le estallara o volara la cabeza, pero Lennon al piano y bajo la influencia del LSD mientras leía un periódico podía ser capaz de escribir cualquier cosa… De hecho, el propio John declaró al respecto que los detalles del accidente descritos en la canción eran de su cosecha, aunque el padre del joven sí había sido miembro de la Cámara de los Lores.
Pero en este tema hay más cosas. Su letra es la siguiente:
I read the news today, oh boy
About a lucky man who made the grade
And though the news was rather sad
Well, I just had to laugh
I saw the photograph
He blew his mind out in a car
He didn’t notice that the lights had changed
A crowd of people stood and stared
They’d seen his face before
Nobody was really sure
If he was from the House of Lords
I saw a film today, oh boy
The English army had just won the war
A crowd of people turned away
But I just had to look
Having read the book
I’d love to turn you on
Woke up, fell out of bed
Dragged a comb across my head
Found my way downstairs and drank a cup
And looking up, I noticed I was late
Found my coat and grabbed my hat
Made the bus in seconds flat
Found my way upstairs and had a smoke
And somebody spoke and I went into a dream
I read the news today, oh boy
Four thousand holes in Blackburn, Lancashire
And though the holes were rather small
They had to count them all
Now they know how many holes
It takes to fill the Albert Hall
I’d love to turn you on
Y podría traducirse así:
Hoy leí en el periódico, oh chico,
acerca de un hombre que dio la talla.
Y aunque la noticia era bastante triste,
bueno, me tuve que reír,
vi la fotografía.
Se voló los sesos dentro de un coche,
no se dio cuenta de que había cambiado el semáforo.
Una multitud de gente se paró a mirar,
habían visto su cara antes.
Nadie estaba realmente seguro
si era de la Cámara de los Lores.
Hoy he visto una película, oh chico,
el ejército inglés acababa de ganar la guerra.
Una multitud de gente apartó la mirada,
pero yo tuve que mirar,
habiendo leído el libro.
Me encantaría excitarte.
Me desperté, me caí de la cama,
arrastré un peine por mi cabeza.
Bajé al piso de abajo y bebí una taza (de té).
Y mirando hacia arriba, me di cuenta de que iba tarde.
Encontré mi abrigo y agarré mi sombrero,
conseguí llegar al autobús en cuestión de segundos.
Subí al piso de arriba y me fumé un cigarrillo,
y alguien habló y entré en un sueño.
Hoy leí en el periódico, oh chico,
cuatro mil agujeros en Blackburn, Lancashire,
y aunque los agujeros eran bastante pequeños,
tuvieron que contarlos todos.
Ahora ya saben cuántos agujeros
hacen falta para llenar el Albert Hall.
Me encantaría excitarte.
La canción se grabó para su publicación en un álbum que basta decir su nombre para saber que estamos ante uno de los mitos de la historia del rock, nada menos que Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, publicado en 1967 y considerado casi únanimemente de 10 y por algunos como el mejor de la historia (cosa muy arriesgada de afirmar cuando hay tantas y tantas cosas buenas en la música, en cualquier caso, ahí está). Suele decirse del disco que es más McCartney que Lennon pero hay temas en él que sitúan a los dos en un plano similar. Si bien Paul escribió un mayor número, no es menos cierto que los de John tienen bastante peso, hay que fijarse en Lucy in the Sky with Diamonds (solo hay que ver las iniciales que rinden homenaje a la entonces popular sustancia), Good morning, good morning y Being for the Benefit of Mr. Kyte (¿quizá B. B. King?).
Es sabido hace tiempo que los dos compositores no se reunían prácticamente nunca para escribir; generalmente uno componía el tema y el otro se comportaba como músico que añadía detalles. Al parecer, los dos corroboraron que solamente rompieron esa costumbre en dos ocasiones: una para el single We can work it out y otra para A day in the life. Y es que, en este último caso, los dos tenían algo costumbrista que contar.
Tras detallar el accidente mencionado, John cuenta que ha visto una película con cierto ambiente bélico, aunque tampoco da demasiados detalles, lo deja como una cosa cotidiana, ver una película desde el sofá. Y, naturalmente con su enorme capacidad de provocación, acaba la estrofa con un “Me encantaría excitarte” muy propio del autor y de la época pre-Yoko. Ese verso hizo que la BBC censurase el tema entero, no se sabe muy bien debido a si entendieron referencias a sexo o a drogas. No es descartable que quisiera introducir algo de su experiencia en el rodaje de la película How I won the war, estrenada un par de meses antes.
Paul, por su parte, llevaba bastante tiempo dando vueltas a su cabeza para desarrollar una canción que contase un día en la vida de un chico “normal” de su edad que se levanta, se peina, desayuna y se va a trabajar en el autobús, a través de una línea musical que da pequeños saltos tan típicos del llamado walking-bass. John añade posteriormente algo basado en otra noticia de unos días después que habla de muchos agujeros que han aparecido en Blackburn, condado de Lancashire, dando, eso sí, un toque humorístico al asunto dentro de una línea melódica sencilla y dulcificante.
Cuando hablaron ambos por teléfono de lo que estaban haciendo, decidieron reunirse en Londres para ensamblar de alguna manera las dos cosas. A partir de aquí, todo el mundo se atribuye la idea de la orquesta sinfónica en mitad del tema, primeramente, George Martin y después los dos autores. Quizá lo más sensato sea suponer que todos aportaron detalles y dieron lo mejor de sí mismos para que quedase la obra maestra que resultó después del 10 de febrero de 1967, conscientes de la grandeza de lo que estaban haciendo, reunieran en los estudios EMI (posteriormente Abbey Road) a la totalidad de The Beatles con una orquesta sinfónica de cuarenta miembros, los que cabían en el estudio, ya que, si por ellos hubiera sido, se habló hasta de casi cien. Tampoco podían faltar sus ilustres colegas Mick Jagger y Keith Richards, la omnipresente Marianne Faithfull y otros músicos como Michael Nesmith o Donovan y, cómo no, la bella Layla, o sea, Patty Boyd. Martin puso en las partituras de la improvisada orquesta, la nota más baja y la más alta de cada instrumento, Paul se empeñó en que hubiera un total de veinticuatro compases y John en que toda la intervención orquestal sonase “como si fuera a llegar el fin del mundo”. El resultado es que se puede oír cómo se cuentan los compases, el despertador que inicia la parte de Paul y una serie de instrumentos de cuerda como címbalos o una swarmandal india, de moda en plena época psicodélica de gurús y de misticismo oriental. Para finalizar la grabación, Lennon, McCartney, Starr y Mal Evans en cuatro pianos diferentes, con Martin en el armonio, tocaron el acorde Mi Mayor simultáneamente. Nada menos que cuarenta segundos aumentando el volumen mientras la vibración disminuye.
Creo que ese día vino a darse lo que Tolkien hubiera llamado “La última alianza”. Todos los creadores juntos haciendo una gran obra común, aunque tras ese álbum llegaron otros de gran calidad como el famoso blanco o, por supuesto, Abey Road. El caso es que, tras la llegada al mundo de un personaje como el sargento Pimienta, aparecieron otros más abductores como Yoko Ono para John, Maharishi para George, la Caja Registradora para Paul (Magical Mystery Tour) o el Etanol para Ringo, y ninguno de ellos llegó precisamente para estabilizar al grupo que, tras el fallecimiento de Brian Epstein, no necesitó ni siquiera una gira para iniciar el proceso de dolorosa separación que a tantas bandas afectó en la época.
Existen, desde luego, muchas versiones de la canción entre las que destacan la del compositor inglés Peter Knight, Bee Gees, José Feliciano, Sting, Bobby Darin, Neil Young, Jeff Beck, The Flaming Lips & Miley Cyrus, The Libertines o Phish. Mr. McCartney la suele tocar en directo desde 2008 en sus giras, y es que hablar de versiones de los temas de la banda de Liverpool daría casi para una enciclopedia. Según Acclaimed Music, es la tercera canción de la historia más aclamada por los críticos, mientras que, para Rolling Stone, figura en la posición 28 entre las 500 mejores.