El papel mojado de la Constitución española, en su artículo 44, garantiza el acceso de los españoles a la cultura, que los poderes públicos protegerán y promoverán… Nada menos y nada más.
Cultura, etimológicamente, viene del verbo colo, que significa cultivar. Por tanto, es fruto del proceso de desarrollo de cada persona humana que, conforme va haciéndose a sí misma deja huellas de cada etapa creativa, de cada paso que da en su camino autopoyético. El genio no nace, se hace trabajando y poniendo esmero en el quehacer.
Cada quien es singular, único e irrepetible, porque cultiva un huerto cuyas características y opciones no van a producirse jamás, otra vez. Por eso, su obra puede antojársenos anodina e irrelevante, o excelente y hasta genial. Pero, cada uno es el artista que es en el conversatorio de su circunstancia, asumiendo ésta e integrándola en su obra. Uno llegó a ser Velázquez y otros no salen del anonimato de ser circunstancia, para que pueda florecer un Velázquez, de vez en cuando.
Ortega definió la cultura como el repertorio de técnicas que usamos para solucionar problemas. Sí; el agri-cultor, que parece un patán adherido a la tierra, es un hombre culto, posee técnicas que aplica por saber práctico, adquirido por imitación de sus mentores. Cambia procedimientos, según incorpora utensilios y aperos nuevos y así va variando la cultura que practica: entre la agricultora del Neolítico, que usaba piedras para arar su huerto, y el tractorista que lleva aire acondicionado, radio y consulta Internet con el teléfono portátil de su tractor, hay un larguísimo trecho, de pasos diarios y pequeños. Cada quien, en su ámbito de desarrollo, es un artista, grande o pequeño, que se cultiva mientras cultiva.
Esta socialización de la cultura es precisa para desmontar la cultura de la cancelación, que proviene de la ideología woke (despierto) que pretende que no se atienda más que a lo que esa misma corriente considera “políticamente correcto”, desechando todo aquello que contravenga su canon.
La cultura de la cancelación (etimológicamente, proviene de cancellare enrejar, cubrir de rejas) es uno modo de censura, tan antiguo como la Inquisición, o más, que impone un juicio moral, la exigencia de una corrección arbitraria, de acuerdo a un canon convencional, promulgado de forma absoluta.
Cuando la cultura sólo puede prosperar en un espacio predeterminado, delineado por los dogmas, que actúan como barrotes, sean religiosos, sean políticos, sean estéticos, la creatividad se sofoca y el producto sale disminuido, angustiado, amedrentado y sin brillo.
No digamos si el sistema censor woke lo aplicamos a los autores: este autor es de derechas, por tanto su obra no vale nada, por ser propaganda fascista; o aquel, que es de izquierda, sólo pretende llevarnos al estalinismo…
Toda persona humana es polimorfa, una esfera, un poliedro de lados infinitos. Entre ellos, su derecho a pensar de acuerdo a un paradigma, en parte personal y en parte perteneciente a los grupos de pertenencia a los que se adherido a lo largo de su biografía. Naturalmente, ese proceso condiciona su quehacer; pero, la obra cultural que pretende adoctrinar no trasciende, es un instrumento del poder al que obedece y de cuya subvención depende. ¿Qué ha sido de los Coros y danzas de la Sección Femenina con los que la Dictadura cubría el espectáculo del primero de mayo? Hoy no se acuerda nadie de aquello, ni han sembrado interés por la danza folclórica, ni contribuido a cultivar la sensibilidad del alma colectiva, ni han afirmado la identidad nacional que pretendían. Fueron un instrumento del poder constituido y se esfumaron sin pena, ni gloria, en cuanto el poder dejó de subvencionar la operación.
Es una lección. El poder no puede ser padrino entrometido en la génesis de la cultura. Debe promoverla y protegerla, dejándola en libertad, con todas las consecuencias. No es una cuestión de gustos, ni de coherencia ideológica, sino de respeto a la creatividad y a la pluralidad esperable. A menos que se pretenda un producto sectario.
Metidos, pues, a estudiar las políticas culturales, es importante señalar algunos datos: en España, más de 700.000 personas viven de la cultura y aportan al PIB más de un 2%.
Nuestro mejor patrimonio es la lengua castellana, crisol de culturas (euskera, griego, latín, árabe,), dotada de una rica lexicografía, que hablan más 500 millones de personas y es la segunda lengua hablada en USA. El Instituto Cervantes hace una labor encomiable y es preciso que tenga objetivos más ambiciosos. La Fundación Ortega Marañón dispone de la Revista de Occidente para conseguir pensar en español. Sin chauvinismo alguno, el español, que es idioma oficial en la ONU, ha de ir abriéndose más caminos en los congresos y symposia que se convoquen. La promoción de publicaciones de toda índole, cuento, novela, ensayo, en papel y digital, puede ser una vía de expansión a incrementar. Además de Cervantes y Lorca, nuestra Literatura cuenta con tesoros ingentes, aunque no les hayan otorgado el premio Nobel, como le ocurrió a Pérez Galdós; que ya entonces había cancelación woke…
El excelente proyecto de las Misiones pedagógicas de la II República fue un medio de dar a conocer al gran público algo del magnífico patrimonio artístico del que disponemos, en casi todas las artes. Sólo podemos amar lo que conocemos. El Arte espera en los museos; cierto. Y conviene que también vaya al encuentro del espectador, alentando exposiciones gratuitas que muestren desde el expresionismo místico del románico y el gótico al sincretismo cubista.
En música clásica, además de Falla y Albéniz, tenemos a Rodrigo, Arriaga, Turina, Granados y tantos otros. El éxito mundial del pop y el rap actuales, puede pretenderse también difundiendo otros géneros, que no son más exquisitos, sino diferentes. ¿Por qué suena por el mundo Rosalía y no Antonio Soler y Fernando Sor?, ¿por qué la zarzuela es despreciada como una música insípida y de derechas (cancelación woke) y no se reclama como opereta?.
El Chillida Leku sobrevive mal. Quizá porque Eduardo no fue seducido por las sirenas del nacionalismo (cancelación woke) y se mantuvo fiel a sí mismo, a su devoción por Parménides, que no fue vasco, y a su afán de esculpir el vacío, rodeándolo de materia, o hacer que ésta peine los vientos y abrace el infinito.
El patrimonio escultórico es ingente, bien asociado a la religión (La Roldana, Berruguete, Juan de Mena, Salzillo, aunque no fuera español) bien a los toros (Benlliure, Sebastián Miranda); pero, otros remontaron el vuelo como el citado Chillida, Chirino, Jorge de Oteiza, Antonio López, Miró, el propio Picasso, Subirachs y Cristina Iglesias. La pléyade es inmensa.
Desde la neutralidad, los poderes públicos, además de darlas a conocer, por el alcance educativo que tienen las manifestaciones culturales, tienen el deber de fomentar la creatividad. Sólo un 15% de las exposiciones temporales que ha abierto el Museo Reina Sofía han sido dedicadas a pintura española. ¿Son tan malos nuestros pintores actuales?, ¿o es la cancelación woke la responsable del sesgo?
Otra joya de nuestra cultura la constituye la arquitectura. Es un orgullo español visitar Mölt y contemplar la torre de Calatrava; pero tenemos varias decenas de excelentes arquitectos. Juan de Herrera se abrió paso por Cuenca y dejó obra en Uclés y Alarcón. Churriguera, Villanueva, Ventura Rodriguez, Antonio Palacios, Moneo, Fisac y un larguísimo etcétera sembraron el suelo patrio de monumentos, en donde destaca su inteligencia; es decir, su trabajo. Gracia, inspiración, sensibilidad y técnica son valores que necesitamos todos los días para construir nuestro presente y construirnos como seres humanos.