Un sociólogo interdisciplinar en la estela de Marx o el valor de la comunidad
Tras un año largo de ausencia por motivos académicos, que ha sido de intenso trabajo, vuelvo a la palestra. Gracias por haberme mantenido la acogida en estas páginas, aunque mi posible admisión en el Doctorado ponga en duda la frecuencia de mis colaboraciones.
El próximo día siete de noviembre presentaré a debate en el Ateneo de Madrid la conferencia ‘Humanismo socialista: Reflexiones acerca del primer Marx y su resonancia en Ferdinand Tönnies, Marcuse, Emanuel Levinas y Martín Buber’. Que duda cabe que un pensamiento fuerte, germinal, orientador de la especie humana, siempre engendra influencias y es fuente para otros pensadores. Carlos Marx es uno de ellos. Uno de aquellos que beben de sus fuentes es el filólogo clásico, filósofo social y sociólogo alemán Ferdinand Tönnies (1855-1936). Así avanza la especie humana: por la transmisión de saberes y su evaluación crítica.
Ferdinand Tönnies fue hijo de un granjero acomodado, propietario de una próspera granja en Oldensworth, Scleswig-Holstein, al norte de Alemania, y madre de acendradas creencias luteranas. El 1872, con tan sólo 17 años, se matriculó en la Universidad de Estrasburgo, y luego, gracias a la libertad de movimientos del sistema universitario y al capial paterno, se trasladó sucesivamente a las universidades de Jena, Bonn, Leipzig y Tubingen, donde se doctoró en Filología clásica en 1877 a los 22 años.
Es un pensador interdisciplinar, como hoy conviene. Su especialización en el mundo clásico no supuso distanciamiento de la realidad social y de la filosofía política. Conservador por pertenencia a una clase social acomodada, fue un socialdemócrata confeso. Su interés acentuado por los problemas sociales, financiado por las posibilidades económicas que le proporcionara su padre, le permitieron dedicarse a los estudios postdoctorales en la Universidad de Berlín, y aún distanciarse de la docencia para darse a la investigación.
Su interés por el pensamiento humanista del primer Marx, comparado con Hobbes en su ‘Leviatán’, y ambos con la naturaleza social del hombre expuesta por Aristóteles y su concepto de ‘koinonia’ en la ‘Ética a Nicómaco’ que abarca todas las formas de socialización del ser, le llevó a la Universidad de Londres, Allí comenzó la obra que le diera fama: ‘Gemeinschaft und Gesellschaft’, ‘Comunidad y Sociedad’, traducida al español en 1947.
No es de extrañar, a mi juicio, que en tal año viera la luz en España, con tantos otros títulos de autores españoles y extranjeros prohibidos, porque el Régimen precisaba poner al alcance de sus intelectuales argumentos que facilitaran la cohesión comunitaria pero de diseño, sin vitalismo social. No es de extrañar que una de las perversiones de la comunidad haya sido su uso por los nacionalismos para construir la idea de pueblo nacional. Es esta, a mi juicio, una prueba más de tergiversación de las ideas y los lenguajes.
Distingue Tönnies entre la voluntad natural, influido en este punto por Schopenhauer y Wilhelm Wundt, y la voluntad racional de Thomas Hobbes. Claro que hay que distinguir entre una voluntad externamente inducida, de esa otra concentración de la mente en unos intereses propios.
Esa bipolaridad de voluntades producen en Tönnies dos tipos básicos de organización social: La de orden natural y origen aristotélico, de donde emergen las actitudes compartidas que construyen comunidad de carácter orgánico. Y la de orden artificial o contractual que toma origen en Hobbes, y crea sociedad basada en intereses compartidos.
Así las distingue:
‘Comunidad es lo antiguo y sociedad es lo nuevo… comunidad es la vida en común duradera y auténtica; sociedad es sólo una vida en común pasajera y aparente. Con ello coincide el que la comunidad deba ser entendida a modo de organismo vivo, y la sociedad como agregado y artefacto mecánico’. (Ferdinand Tönnies ‘Comunidad y sociedad’)
Con respecto al sentimiento comunitario, siguiendo a McIver, podríamos decir que en él predominan las actitudes como predisposiciones interiores de la conducta, y. a su lado, los intereses, comunes, de pleno acuerdo, o semejantes que para vincularse ponen a un lado lo que separa. Siguiendo a Juan Beneyto señalaríamos hacia la comunidad el sentimiento de pueblo, organizado por sus vínculos desde dentro, y, hacia la sociedad, el concepto de público organizado circunstancialmente desde fuera.
Es verdad que Aristóteles, en su ‘Ética a Nicómaco’, recoge en el concepto de ‘koinonia’ ‘todas las formas de socialización del ser humano’, tal como señala Axel Honneth, de la Universidad de Frankfurt, en su trabajo ‘Comunidad. Esbozo de una historia conceptual’. En Aristóteles, el ‘zoon politikon’ vive siempre orientado hacia la convivencia en la ‘Polis’, construida a imagen y semejanza del orden cósmico, pero desde el momento en que la ‘polis’ pudo ser construida por un orden artificial de convivencia de los que son diferentes, ajena a la ‘fysis’, a la naturaleza, podemos distinguir entre los dos términos: el que pretende vivir conforme a la naturaleza social del hombre natural, y la que se ve sometida al juego de la adaptación/alienación, en una permanente inadecuación entre esencia y existencia, como señala Kolakovski, un patológico proceso de avance del desarraigo, la desubicación, la masificación y la anomía, según diagnosticaba José Luis Pinillos en su ‘Psicopatología de la vida urbana’. En suma, se pretende trazar la línea diferenciadora entre naturalidad y artificio.
En Tönnies encontramos una bipolaridad:
Plano macro:
Comunidad – Sociedad
Organismo / Mecanismo
Natural / Artificial
Real / Ideal
Parte no sin el todo / Todo no sin la parte
Libertad objetiva / Libertad subjetiva
Plano micro:
Voluntad de esencia / Albedrío consentido
Centrada en el ser total / Centrada en conceptos pragmáticos
Maduración orgánica / Productora de progreso
Orientada al pasado / Orientada al futuro
Actitudes:
Afecto y amor / Egoísmo, posesión, vanidad
Comprensión, compromiso / Ambición económica y de poder
Gratitud y fidelidad / Ambición de saber instrumental
Saberes humanísticos / Conocimientos técnicos.
Desde otra perspectiva:
Comunidad – Sociedad
Costumbre / Convención e intereses concertados
Derecho consuetudinario / Derecho estatuido
Ética religiosamente sancionada / Ética racional sancionada por la opinión
Voluntad colaborativa pública / Voluntad apropiativa limitada por el derecho
Las críticas ejercidas contra Tönnies no carecen de fundamento cuando practica una dicotomía ontológica que supone una simplificación de lo complejo; incurre en idealismo que sostiene categorías fijas; no considera que esta duplicidad social que propone emerge de la diversa subjetividad humana y sus múltiples voluntades, en tanto que también aplica a esas voluntades el modelo bipolar: Las leyes de comunidades primitivas orientadas hacia el dominio del entorno y con carácter defensivo y autoafirmativo, y las leyes organizativas basadas en el consentimiento, en el contrato o en el pacto, tendentes al equilibrio convivencial.
Sin embargo, concluyamos que la dicotomía de Tönnies no es ajena a los usos clasificatorios de aquella sociología naciente, y tampoco de la más evolucionada que llega al concepto de nicho: Durkheim distingue entre grupos primarios y secundarios; Weber lo hace entre lo sustancial y lo formal; Talcot Parsons distingue entre los grupos de pares de efectividad-mentalidad afectiva; colectividad-individualidad; particularismo-individualismo. No resulta extraño el intento a la hora de conocer tendencias en una sociedad plural, compleja y cambiante, sujeta a la lluvia de estímulos provocados por agentes dominantes.
¿Son incompatibles estas dualidades en sociedades complejas, abiertas y avanzadas, donde no cabe la simplificación?
La utopía que Tönnies propone contempla un origen, una desviación, y un destino a construir: El origen está para él en el comunismo agrario; la desviación está en la sociedad individualista caída en el egoísmo; el destino a construir es el de un orden socialista y comunitario que establezca las relaciones, entre los hombres y con la naturaleza, con arreglo a la naturaleza social del hombre, y ponga a su servicio toda forma de organización . El posicionamiento de Tönnies reside en el humanismo socialista del primer Marx que pone las obras del hombre al servicio del hombre.
El progreso tecnocientífico, subordinado a los intereses económicos de extensión global, no emancipa al hombre respecto al trabajo, ni favorece la eclosión de las diferencias, si no es para dominarlas mejor. Los sistemas burocráticos, organizativos, e informativos están manejados por el capital. El fracaso del capitalismo, el éxito según su perspectiva, descansa no sólo en ser causante del empobrecimiento, la dependencia y la explotación, sino en su incapacidad de crear una sociedad humanitaria: La comunidad en la sociedad, la solidaridad en la organización, donde las sectorizaciones y especializaciones que produjera la Modernidad adquieran un sentido colaborativo al servicio del hombre y de la vida, y respondan al anhelo de fraternidad, un anhelo que produzca una ética radical y una moral cívica, vinculada al conocimiento y a la práctica, donde la producción material sea el soporte del desarrollo espiritual de las diferentes culturas en su expresión propia.
La ‘sociedad abierta’ de Popper, creada por el capitalismo global para mejor infiltrarse en ella, debe ser abierta, todavía más, hacia otras sociedades múltiples, de modo que permanezca la dialéctica. Diferenciadas, sí, pero con un mismo lenguaje que sea tecno-científico y económico al servicio de la igualdad, y el humanismo como valor común. Sociedades diferenciadas en sus respectivas culturas pero orientadas hacia los principios que pusiera en pie la Revolución Francesa: Igualdad, Libertad, Fraternidad, en un mundo donde el ejercicio económico de la libertad ha desvirtuado la propia libertad y ha laminado a las otras dos.
La Ilustración y la Modernidad liberaron al hombre de su culpable y consentida dependencia de las autoridades religiosa y feudal. El humanismo de Marx (Cf. Eugene Kamenka en ‘Humanismo socialista’, ed. Paidós, 1974, 4ª ed), recuperó el ideal del valor de cada ser humano, evidenció la organización social, y con ello mostró el ejercicio de explotación; puso en solfa la inmovilidad de los estatus y de realce el valor de los roles; y movilizó la solidaridad pública frente a la privacidad de lo público.
En este tsunami donde lo público viene a ser privado, donde la escuela ya no es fábrica de humanismo, donde los sistemas se han organizado burocráticamente, y es la especulación financiera la que posee el botón que pone en marcha o para la máquina, más que nunca se hace preciso que la izquierda defienda el valor de lo humano en cada hombre por encima de lo propio; que a ello se supediten las ambiciones de dominio y de poder dentro de la propia formación; que el trabajo de los grupos críticos, de las comunidades de pensamiento y acción, vuelvan a poner lo humano por encima de la máquina. En esto Aristóteles y su concepto de ‘koinonía’ no ha pasado de moda.
Obras de Tönnies en castellano:
‘El desarrollo de la cuestión social’
‘Vida y doctrina de Thomas Hobbes’
‘Principios de sociología’
‘Comunidad y sociedad’