noviembre de 2024 - VIII Año

El diseño no deja ver lo diseñado

Imagen: Pixabay

Sufrimos una hipertrofia del diseño. El diseñador se cree más importante que nadie y se pone delante de todo. Miras una revista de viajes y no ves los países o los lugares, solo ves lo listo que se cree el diseñador. Te lo dificulta todo, te pone las letras en diagonal, cabeza abajo, en naranja sobre rojo, qué sé yo. No te enteras de nada, solo de que el diseñador existe y lo tapa todo. Miras una revista de literatura y no ves libros o escritores, solo ves el diseño. Miras una revista y no ves cualquier cosa, solo ves el diseño como una malla que estorba, como una interposición. La ventana se ha comido el paisaje.

Y todo quieren diseñarlo en estilo moderno, convertirlo todo en triángulos y rombos, agresivos y dogmáticos. Tú no importas un pimiento, solo importa el diseñador y hace lo que le da la gana. Como esos entrevistadores que no dejan hablar al entrevistado.

Y lo rediseñan todo de nuevo, a su capricho y antojo, la Historia, la literatura, el conocimiento todo, la vida de los escritores y artistas, la naturaleza.  Cada vez que sale un libro sobre alguien te dice que todo lo anterior es un mito (quieren decir que es falso, cuando el mito, lo comprendió Sábato, lo vio Mircea Eliade, es un medio de conocimiento) y solo él trae la verdad salvadora. No es verdad que van Gogh fuera un suicida desesperado, no es verdad que Pizarnik fuera una escritora atormentada, no es verdad esto, no es verdad lo otro. La verdad la traen los salvadores iluminados rediseñándolo todo. Y España no es España y el tocino no es tocino.

El diseño moderno lo destroza todo en todas partes. Con ese minimalismo frío y árido es como una bomba nuclear. Acaba con toda forma de vida, de animación. Acaba con todo sentimiento, con toda humanidad. Lo corta todo geométricamente sin piedad. Lo resume todo hasta la aridez, lo quita todo para darte dos líneas y tres párrafos. Esperes lo que esperes, solo te dan tres rombos y una máquina con códigos. Ya no busques comunicarte con el espacio, encontrar algo en él que te hable. Se acabaron las tabernas que te hacen vivir o soñar, se acabaron los restaurantes donde estás a gusto con alguien y se lo dices, y le cuentas parte de tu vida. Se acabaron los locales como refugio donde te encuentras en tu casa.

No, ahora estos dictadores del gusto te cortan y te guillotinan. Te eliminan el brazo si les estorba y también la mirada o las orejas. Y exigen que no palpites ahí. Encógete en esos triángulos, come tu comida resumida o hegeliana en el fondo del plato, no te expreses ni se te ocurra decir nada. No pretendas estar cómodo y sentirte a ti mismo. Todo eso está demás, ahora tienes que rendir pleitesía al diseñador, aceptar que él manda, ponerte muy derecho porque la silla no tiene respaldo. O porque está muy alta y mantenerte allá arriba mientras hablas con miedo a caerte. Qué digo hablar, no se te ocurra hablar, di cuatro fórmulas que estén de moda y pórtate bien. No vayas a ser tú mismo, ser tú mismo es una rebeldía. Y la rebeldía no está de moda, es algo sucio que debe anularse.

El diseño acaba con todo en todas partes, acaba contigo y con todos. Y lo arrasa todo. Y no pretendas ser tú mismo, porque eso es reaccionario. Un poco de sombra donde esconderte, donde explayarte, no la busques. El diseño sin piedad no la contempla.

Escóndete o te diseñan. Hoy se diseña todo, se manosea todo, se artificializa todo. Nada merece aprecio ni respeto, nada vale nada, no existe la naturaleza o la naturaleza es una mierda, nada hay original que esté por encima de nosotros, de nuestra pequeña cabeza arrogante que se cree superior a todo, que lo desprecia todo. Mejor dicho, yo sí admiro tantas cosas y deseo aprender de ellas y alimentarme de ellas. Y no creo ni por asomo que mi cabeza sea superior a todo.

Pero sí lo cree el pijo caprichoso con dinero o con ciencia para manearlo todo, que convierte a las mujeres en muñecas, a la tierra entera en la gran muñeca para servirle, y no respeta nada ni aprecia nada. No existe para él espíritu o libertad que estén por encima de él, sus manos pueden manipularlo todo, nada vale tal cual es si antes no lo manosean sus manos. Y tú y yo también somos puro plástico en sus manos, no tenemos personalidad, ni libertad, no somos personas únicas, y si lo somos eso no vale nada, tampoco vale nada el planeta entero. Todo el cosmos está al servicio de sus caprichos, y nada hay superior a su mente infatuada y controladora, a su mente caprichosa sin sensibilidad para nada.

El pijo con ciencia y técnica, y con dinero y poder, hará cuanto se le antoje con todo, con las cosas y las personas (solo son cosas también), con el planeta entero y con los árboles, con la cara de su tía y con la música de Mozart. Es la ley del diseño y de la tecnología, y del fabricarlo todo y del convertir todo en un producto. Ese pijo caprichoso te va a diseñar a ti y a tu madre, a los bebés futuros y a los cromosomas, al clima y a las mariposas. Y el mundo increíble que tardó millones de años en darse forma se convertirá en el mundo miserable de su cabeza infatuada de pijo.

Y lo diseñan todo y no te dejan ver nada. Te rompen los ojos intentando saber lo que dice un escritor, porque el diseñador te impide leerlo. O quieres saber como es una ciudad, pero el diseñador del reportaje te impide verla. Con sus mallas y sus manoseos te escamotean la vida. No existe la vida, solo existe su rombo anaranjado que es la sublimidad del diseño.  Se rompe uno los ojos para leer un relato, un poema, una entrevista con alguien. Pero el diseñador se pone delante con sus rombos y sus letras inclinadas y te lo estorba todo.  Que viva el diseño y muera todo lo demás.

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Archivo Entreletras

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