La leña
Mónica Manrique de Lara
Centro Editor, 2022
104 páginas
Hace unos meses asistí a la presentación en Madrid del poemario “La leña”, de la granadina Mónica Manrique de Lara. Un acontecimiento literario inesperado, porque, aparte de Manrique de Lara, pude disfrutar de la presencia de otros vates a los que admiro tiempo ha, junto a unos otros que desconocía, y que vinieron a convertir la noche en un grato cenáculo en donde la palabra tomó cuerpo, y cruzó además -yendo y viniendo- el Atlántico, adornando la velada con ritmos y giros de esos que los flamencólogos acuñan como “cantes de ida y vuelta”.
Por cuestiones que no vienen a cuento y que ya tenía programadas, no he encontrado el momento de zambullirme en los entresijos de “La leña” hasta el presente, y debo decir, que salgo de la enramada propositiva y fructífera de sus versos, como el caminante que ha saciado la sed en un venero de luz que diera a lo visible y a lo invisible, esquejes y sombras nuevas.
Mónica Manrique de Lara es Licenciada en Traducción e Interpretación y ejerce como docente en mi tierra, en Andalucía. Con anterioridad a “La leña”, había publicado “Devoción a las olas”, que supuso el asentamiento de la poeta en un raro extrañamiento en cuanto a la forma de nombrar las cosas, al decir de algunos críticos, y que auguraba un sendero en donde la realidad y los sueños perdían a veces la alteridad y se ayuntaban en un solo cuerpo en el que lo simbólico se hacía materia y lo matérico verso.
“La leña” contiene sesenta y ocho poemas divididos en cuatro apartados, cada cual, con su génesis, sus consejas y sus pábulos. Pero, también, hay que destacar en este poemario, la exquisita introducción -todo un armazón dialéctico- realizada por el poeta Óscar González Palencia con el nombre de “Hacia la perpetuidad”. Dice González Palencia: Se aprecia, en ella, estelas de usos líricos y de tiempos en que la poesía emparentaba con el ritual, con lo mítico y con lo místico. Para concluir manifestando: La leña es poesía en tránsito, camino hacia sí misma.
Con una cita de Miguel Veyrat principia “Sol al corazón”, su primer apartado: Veo, aunque mis ojos parezcan vacíos. En el mismo, la poeta de la que hablamos se deja llevar por el espejismo y por los ensueños: “En el fondo de la espalda hay una tierra / como espejo de los signos que da el cielo, / se desplazan pensamientos que refractan / en el aire su materia, / traza orillas, mueve el agua, entrega el viento / y transporta en sus bocas aladas / semillas y ramas / que abren simas torrenciales entre tallos / y hacen nidos con las turbas de sus venas. / Queda todo desangrado, cae la niebla, / salvo ese lodo que alumbra a los troncos / y encarna los ríos.”
O este otro poema: “Solo en el mar / puedo volar despacio y en silencio, / voy ovillando con los giros de mi cuerpo / constelaciones por el agua cuando nado, / ni sé ni siento el espacio del aire / y queda sordo el rebaño del viento. / Por el ámbar de la sangre / se abren compuertas para el río de la niebla (…).
La filosofía y la razón poética de la malagueña María Zambrano también sobrevuela, persistente, como mariposa lúcida, por entre este poemario, y de la que cita: Mas, antes de llegar el corazón a esa asunción suprema que es el amor, aún le queda mucho trabajo. “Se apacigua la luz en la rama, / se alimenta de cieno la lluvia, / los bosques alzan espigas de humo, / vuelven sus aves, yo anido en su estrella, / mientras los frutos que aran el fuego / le ofrecen su pulpa, / como en mis brazos se gestan las alas / aunque la tierra las busque hacia dentro.”
Tiene Mónica Manrique de Lara en su consciencia el río de la vida, el bombeo de la sangre que hace nacer rosas, el vuelo del ave en lontananza que añora la paz del nido primigenio, el sudor de la piel cuando arde, los sueños que eyaculan gozos, mares en los que habitan infinitud de intuidas olas, juegos de luces, medallones de sol en las sombras, tañidos de campanas que rebotan en las esquinas de lo incognoscible, soles espejados pero brillantes, hondones en los que anida el deseo de transcender, venero canal camino senda, por los que transitan las preguntas, ayes de gloria o remembranza, convencimiento de ser uno y ser todo, anuncio y sentencia de un mirar distinto y un inquirirse, si estar vivo es en realidad lo que se nos cuenta.
Un excelente poemario “La leña” de Mónica Manrique de Lara.