Estamos asistiendo a la explosión de publicaciones de todo tipo sobre Mayo del 68. Es la cara buena de la celebración de aniversarios. Sucedió también con los recientes de la Revolución Rusa y de la edición de la Utopía de Tomás Moro y está sucediendo igualmente en la del segundo aniversario del nacimiento de Marx. Nosotros nos sumamos a la oportunidad que supone la atención especial de la ciudadanía sobre acontecimientos de importancia con un libro, Mayo-68: Las nuevas formas de la Revolución, del que el texto que sigue es un desarrollo de alguno de sus pasos. El sentido de un libro más sobre el mayo-68 está en su enfoque, que no repite las interpretaciones mayoritarias, que hacen del mayo-68 una revuelta estudiantil que consigue poco socialmente, a lo más transformaciones en el plano de la’cultura». Para nosotros mayo-68 llega a ser un movimiento revolucionario, transido de valores utopistas, que no triunfa, pero que pudo hacerlo, y que nos ha dejado un profundo legado político y cultural. En el texto que sigue destacamos uno de los aspectos menos tratados en la bibliografía del 68 y, sin embargo, muy importante para conocer el desarrollo de los acontecimientos: las bases teóricas del Mayo-68
Es indudable que un movimiento de la fuerza y extensión del estudiantil en los años 60 debía tener unas bases teóricas notables. La acción, sobre todo si es amplia y sostenida, tiene tras sí unos planteamiento de su por qué y para qué. Recordamos la vieja sentencia de Lenin de que sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. Así sucedía en el movimiento en torno al 68. Por otra parte, como se constata en los textos, eslóganes, pintadas, etc. que produce el movimiento, es indudable que su base teórica no es uniforme. Encontramos un vocabulario y unos objetivos globales muy similares. Hay unos puntos en común, pero otras muchas e importantes diferencias, entre unos grupos y otros, e incluso entre unos y otros países
Es importante destacar que el movimiento estudiantil no viene planificado y programado con anterioridad a sí mismo por nadie. Se ha destacado su espontaneísmo. En una entrevista con Sartre en Le Nouvel Observateur de 20 de mayo del 68, el propio Cohn-Bendit lo expresa claramente: Resulta que la fuerza de nuestro movimiento reside en que se apoya en una espontaneidad incontrolable que lo impulsa sin pretender canalizar, y mucho menos apropiarse, la acción que ha provocado. Aunque este espontaneísmo tampoco es absoluto, puesto que antes del 67-68 existían grupos y organizaciones pequeñas que en el mayo global crecieron y se expandieron enormemente y dieron los primeros soportes teóricos al movimiento.
Se ha destacado, sobre todo por parte de los propios estudiantes implicados, que la teoría en el movimiento estudiantil va surgiendo de las propias movilizaciones. Son éstas las que fuerzan la reflexión y el salto teórico hacia adelante. Según el propio Cohn-Bendit: A través de la acción se plantea cada vez más claramente el problema del paso de la teoría a la práctica y de la práctica a la teoría. Cuando dirigimos luchas muy concretas –por ejemplo, contra la represión sexual o a favor de la libertad de expresión política o de una politización del medio estudiantil- nos encontramos con una represión total, que ha llegado hoy al paroxismo. Nosotros, a partir de esta primera fase, debemos luego desarrollar una estrategia de politización para continuar planteando problemas políticos; y al plantear estos problemas políticos se nos ofrecerán nuevos objetivos precisos, tanto en el interior de la Universidad como en el exterior, en alianza con la clase obrera (BRAU, 1968, 189).
El movimiento suele partir de unas reivindicaciones puramente universitarias: calidad educativa, precio matrículas,… y un poco más allá se plantea la libertad de pensamiento y expresión y la necesidad de la participación estudiantil en la gestión de las universidades. Pero en el proceso de las acciones en torno a esas reivindicaciones, se produce la reacción dictatorial de las autoridades académicas y políticas y la represión consiguiente. A partir de aquí es cuando los planteamientos estudiantiles mudan y dan un salto cualitativo: la constatación de la cerrazón y de la represión del sistema les lleva a darse cuenta de que sus reivindicaciones no pueden alcanzarse en el seno de la actual sociedad y que hay que cambiar ésta hacia formas de libertad, democracia, justicia y bienestar general. Aparece la conciencia revolucionaria, y de su mano la acción revolucionaria. Esto se constata fácilmente en Berkeley, la Universidad Libre de Berlín, en Italia, España y otros países, y por supuesto, en el 68 francés.
La reflexión y el crecimiento teórico se producen en el seno de las ocupaciones y de las asambleas, en largas e interminables sesiones inclusivas de debate, en las que intervienen muchos estudiantes de toda condición intelectual y que van afinando los planteamientos. Los debates tienen sentido por sí mismos, porque las conclusiones universalmente aceptadas son pocas. El propio debate es el que despierta las conciencias y genera el sentimiento y el convencimiento revolucionario de los asambleados.
La influencia más importante en cuanto a filósofos-políticos, son’las tres M», a los que se recurre continuamente, Marx, Mao, Marcuse, construyéndose una suerte de síntesis entre ellos. Se produjo una especie de fiebre marxista que inundó todo el movimiento. Más allá de este importante denominador común, también encontramos diferencias y matices, éstos ya encarnados en organizaciones particulares dentro del movimiento o en importantes teóricos a los que se prestó audiencia. Es el caso de Marcuse o J. P. Sartre, prácticamente casi los únicos intelectuales’consagrados» a los que se acogió en las asambleas y las reuniones. Recordemos la ovación final que recibió Marcuse en su intervención en el Aula Magna de la Universidad Libre de Berlín en el 67. En cambio, otros muchos fueron incluso abucheados o fuertemente criticados cuando se acercaban a ellas.
Marx es el gran profeta, sobre todo el Marx’joven», heterodoxo de sí mismo o al menos del Marx encastillado por el marxismo’oficial» soviético y de los partidos comunistas. En cambio, otros marxistas, incluso brillantes, como los de la Escuela de Frankfurt, Habermas, Horkheimer, Adorno, o’heterodoxos» como H. Lefebvre, quedaron marginados entre los estudiantes. Tal vez por sus propuestas’moderadas» a ojos de los revolucionarios y porque se les ve comprometidos con la socialdemocracia, a la que se va viendo como un lastre en vez de un apoyo a la revolución, tras el programa revisionista del Partido Socialdemócrata Alemán de Bud Goldemberg y la Gran Coalición en Alemania.
Tuvo más audiencia Louis Althusser: su Pour Marx (La Revolución teórica de Marx, su título en la edición castellana) era el libro de cabecera de muchos de los jóvenes que se inclinaban por un marxismo más ortodoxo. También tuvo seguidores el llamado humanismo marxista de G. Lukács y Lucien Goldmann.
Mao, en cambio, sí fue acogido intelectualmente por algunos sectores de los estudiantes. No se puede olvidar El libro Rojo, que muchos universitarios llevaban en sus carteras y del que repetían algunas de sus citas. La más conocida fue aquella de considerar al imperialismo y al capitalismo como tigres de papel, fieros por fuera y débiles en su estructura. La Revolución Cultural China estaba en boca de todos. Rudi Dutschke tal vez sea el estudiante y teórico maoísta más representativo y escuchado. Aunque, vistas posteriormente las formas y repercusiones de la’revolución cultural» china, parece que en el ámbito del 68 no se conocía muy bien el pensamiento de Mao y mucho menos la realidad de China, que en la práctica divergían bastante de los planteamientos del movimiento estudiantil e incluso de los propios grupos estudiantiles maoístas. En Francia los maoístas organizaron la Unión de Juventudes Comunistas (UJC), muy activa en todo el proceso y partidarios de la acción violenta. Eran críticos con la unión soviética y los partidos comunistas occidentales a los que acusaban de burocráticos y reaccionarios.
Rudi Dutschke entendía que en la China de Mao se estaba corrigiendo la deriva burocrática del estalinismo soviético y de los países del Este, que se habían convertido en cómplices del liberalismo en la lucha contra la libertad. En realidad, acogerse a Mao permitía inmunizarse contra la crítica a la Europa del Este y al Muro de Berlín. También recoge de Mao la idea de que la lucha contra la burocracia no tiene fin, por ello la revolución es indefinida y abarca todos los campos de la sociedad, no sólo el económico o el político. Una de sus tesis más conocidas es la que defiende el carácter de vanguardia revolucionaria de los estudiantes, aludida antes, basándose en sus condiciones de dependencia, de precariedad presente y futura y disponiendo de los medios intelectuales para comprender la situación y de la masificación de las universidades como base de encuentro, de comunicación y de lucha. El mismo lo expresa resumidamente en una intervención en Berlín: En el núcleo mismo del problema está la acción de las masas democráticas de los estudiantes contra el intento, que esta vez no procede de la Universidad, sino de la sociedad, de apoderarse de aquella de tal modo que el potencial crítico universitario no logre actualizarse. Una asociación política estudiantil como los es la SDS no puede abrigar la esperanza de conseguir una Universidad democrática dentro de la presente sociedad. Por consiguiente, como ese ideal es absolutamente inviable por ahora, la misión del alumnado político consiste en responder políticamente a esta situación conflictual entre la estructura medieval de las Universidades y las exigencias del capitalismo contemporáneo. Y esta respuesta política tiene que realizarse mediante acciones masivas contra las medidas burocráticas, tanto si se trata de la elevación del coste de los estudios, como si se propone la exmatriculación forzosa, o la disminución del tiempo disponible para acabar la carrera. Pero como es en estos puntos donde se hace visible el problema de la estructura universitaria, en ellos tenemos que situarnos políticamente para ampliar el potencial crítico de los estudiantes, con la idea, claro está, de que este potencial habrá de ser también el soporte social de unos procesos inequívocamente revolucionarios. (HERMANN, K, 1968, 149-150).
En Francia fue importante la figura de D. Bensaïd, que para muchos encarnó la teoría y el espíritu del trotskismo, junto con Weber y A. Krivine. Hubo importantes grupos trostkistas en el movimiento estudiantil europeo, particularmente en Francia, donde en 1966 se funda la JCR (Juventudes Comunistas Revolucionarias), que denuncian las dictaduras estalinistas de los países del éste y los que entienden como sus acólitos, los partidos comunistas occidentales. Son partidarios de la acción radical y de la organización por la base de los estudiantes y obreros y se plantean la internacionalización de las luchas. Por eso fueron muy activos en la creación de los comités de solidaridad con Vietnam en todos los países.
Uno de los grupos más activos y carismáticos del Mayo-68 fue la Internacional Situacionista. Había surgido de la crítica al arte imperante y se fue moviendo hacia la crítica al capitalismo, planteando la superación de las clases sociales, y hacia el combate contra la ideología imperante, la dominación capitalista. También se muestran críticos con el capitalismo de Estado del Este de Europa. Durante un tiempo estuvieron cercanos al grupo de la revista Socialismo o Barbarie. Se inspiran en los Consejos Obreros de las revoluciones europeas tras la I Guerra Mundial, como forma para construir alternativas. Son partidarios de la democracia directa asamblearia y su participación en los encierros de la Sorbona y en las acciones del Mayo francés fue muy importante, muchas veces de la mano de los anarquistas. Se les suele considerar inspiradores de muchas de las pintadas de mayo. Intentaban crear’situaciones» concretas que mostrasen lo absurdo de la vida común y la hipocresía social. La persona más conocida fue Guy Debord, que nunca quiso ser considerado jefe ni de los situacionistas ni de nada. Para la crítica a la sociedad de consumo y sus formas hipócritas sirvió mucho su libro La sociedad del espectáculo. Otro filósofo muy influyente del grupo fue Raoul Vaneigem con su Traité de savoir –vivre á l’usage des jeunes générations, que dio cuerpo a las reivindicaciones más lúdicas y vivencialistas del mayo.
Marcuse ejerció una gran influencia en el movimiento estudiantil. Sus libros se devoraban por todas partes, aunque menos en Francia. Muchos llevaban alguno de ellos bajo el brazo, los que llamábamos’sobacos ilustrados», o en las carteras. Los más conocidos fueron El hombre unidimensional, Eros y civilización y El final de la Utopía. Destacaremos algunas de sus más influyentes ideas:
La tolerancia represiva. El sistema es esencialmente represivo en todos los ámbitos: economía, política, afectividad y sexualidad,…Pero la represión estructural del sistema se viste de tolerancia, sobre todo en los países desarrollados, donde la máscara del liberalismo diluye la conciencia de resistencia. Por ello el levantamiento contra el sistema es no sólo legítimo sino necesario si queremos cambiar la vida y la sociedad.
La negación como revolución. Es fundamental la negación del sistema: el despotismo político, sus valores morales hipócritas, el principio de eficacia, la libertad de mercado, la resignación ante el poder de las estructuras o el principio de productividad que encadena. Sólo esa negación abrirá el camino a la libertad y a la propia realización.
La revolución. Entiende que la utopía no está fuera de la historia, sino dentro de ella como objetivo sólo’provisionalmente irrealizable». La revolución es una lucha por la utopía intrahistórica. Confía en los grupos obligados a sobrevivir fuera del sistema: proscritos, perseguidos, marginados de otras razas, los parados,… que deberán aliarse con los oprimidos y explotados del tercer mundo. Por ello tiene un gran valor la lucha de Vietnam y la acción contra ella en el primer mundo. Y aquí es donde entra en juego la única oposición activa interna en el sistema: la juventud, particularmente los estudiantes. La alianza de todos estos sectores sobre la base del movimiento obrero clásico será el motor de la revolución. El hombre unidimensional termina con la cita la siguiente frase de Walter Benjamín: Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza (MARCUSE, H: 1968, 286), que también figuró en algunas pintadas del 68.
El guevarismo fue otra de las corrientes importantes en el movimiento estudiantil, no porque formara una tendencia autónoma, sino porque se insertaba en casi todas las demás. La estrategia de la lucha guerrillera, que el Che llevó a América Latina, no intentaba tanto la ocupación del poder como la concienciación de las poblaciones como base para posteriores acciones. Conocida fue la apuesta del Che por el surgimiento de muchos Vietnam. Particularmente la metodología de los’saltos» en las manifestaciones de Mayo-68 será influencia de las guerrillas. El propio Che Guevara fue una figura mitificada cuyo poster estaba en la mayoría de las habitaciones de los estudiantes de esta época. El guevarismo, más que una teoría revolucionaria en sentido estricto, fue una fuente de motivación y de ilusión revolucionaria para muchos estudiantes.
Aunque el marxismo fue la fuente teórica más importante, no se puede dejar de lado el papel del anarquismo. Había grupos anarquistas, aunque su influencia como tales fue muy limitada. En cambio, su mayor importancia está en cómo su teoría de la organización impregna las formas del movimiento estudiantil. La organización en asambleas de debate en democracia directa y la creación de comités de acción para la lucha tienen una clara influencia anarquista. Sin embargo, no encontramos una teoría revolucionaria anarquista consistente en el Mayo-68, quizá porque, en el plano del análisis, los propios mentores anarquistas clásicos, como Bakunin o Kropotkin, declaraban aceptar los análisis marxistas de la sociedad. Se dio con bastante frecuencia una especie de síntesis entre anarquismo organizativo y marxismo analítico o, en otros términos, la construcción de una especie de marxismo libertario. El propio Cohn-Bendit se declaraba anarquista marxista y otros lo llamaron anarco-comunista.
Jean-Paul Sartre gozó de un gran reconocimiento entre los estudiantes. De hecho fue uno de los intelectuales que no sólo no fue abucheado, sino que fue muy aplaudido por ellos en su intervención ante los concentrados. Entre sus libros más citados pero poco leídos, por su dificultad, estaban El ser y la nada y la crítica de la razón dialéctica. En cambio sí era muy leído el librito El existencialismo es un humanismo y artículos breves. Simone de Beauvoir había publicado un importante libro, El segundo Sexo, muy leído y seguido, que fue el arranque de una nueva etapa en el feminismo.
El psicoanálisis también estuvo presente, particularmente en su versión marxista, junto al propio Freud. Filósofos como J. Lacan o Erich Fromm y el propio Marcuse, eran sus representantes preferidos. En esta corriente también se puede inscribir a Wilhelm Reich y su discutidísimo libro La revolución sexual, título que sirvió de lema a una de las corrientes internas del propio Mayo.
La dimensión de crítica al sistema educativo en Francia tuvo un gran apoyo en el libro de Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron Les étudiants et leurs études, y el conocimiento de experiencias educativas como Summerhill y de los libros, especialmente La pedagogía del oprimido, y experiencias educativas de Paulo Freire.