El Salón de Actos del Ateneo de Madrid fue en la tarde de ayer escenario de un ameno e interesante debate sobre ‘Los libros prohibidos del franquismo’. El acto fue organizado por la Sección de Ciencias Jurídicas y Políticas del Ateneo madrileño.
Para recordar la actuación de la censura durante la dictadura franquista y la persecución que sufrieron determinados autores y libros en aquellos días, estuvieron presentes en la mesa de intervinientes el escritor y presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España, Manuel Rico; la dramaturga y directora de Escena, Juana Escabias, actual Secretaria de Cultura del PSOE de Madrid; el profesor de Historia de la Filosofía y presidente de la Sección de Filosofía del Ateneo de Madrid, Antonio Chazarra; y el abogado y consultor Álvaro Frutos, Secretario de Formación, Estudios y Programas de los socialistas madrileños.
Tras el saludo del presidente del Ateneo, César Navarro, a los asistentes, el acto fue presentado por Francisco del Barrio, presidente de la Sección de Ciencias Jurídicas y Políticas del Ateneo de Madrid, quien destacó la necesidad de hacer memoria histórica sobre este tema para no olvidar el trato que dispensó a la cultura el régimen franquista, en especial a toda aquella cultura que pudiera ser crítica o no coincidente con su modelo de sociedad.
Del Barrio recordó que el levantamiento militar en 1936 contra el legítimo Gobierno republicano, ocasionó, en cada pueblo ocupado por los golpistas, una quema de libros de las bibliotecas de las Casas del Pueblo, de los ateneos y de las casas de los ilustrados’. Asimismo recordó las leyes que utilizó el franquismo para reprimir la libertad, como ‘La Ley de Prensa de 22 de Abril de 1938, una ley de guerra, vinculada al Código Militar, vigente durante veinte y ocho años de posguerra, fue continuada por la Ley de Prensa e Imprenta, de Manuel Fraga de 1966, que estuvo en vigor hasta 1976’, añadió.
A lo largo de sus intervenciones los ponentes pusieron de manifiesto la necesidad de generar una corriente de conciencia sobre aquella realidad que no debe ser olvidada y, al tiempo, restablecer un patrimonio cultural que forma parte de nuestra identidad como país y sociedad.
Por su parte, Juana Escabias, centro su intervención en el papel de la mujer en la cultura en los años anteriores al franquismo y el trato deleznable que tuvo la dictadura con las obras y la labor emprendida por las mujeres en aquel tiempo. Escabias recordó a mujeres esenciales de nuestra cultura como Aurora Rodríguez Carballeira y su hija Hildegart Rodríguez, a Margarita Pérez de Celis, Josefa Zapata, Emilia Pardo Bazán, Carmen de Burgos o Margarita Nelken.
En este sentido, afirmó Escabias, ‘cuando el golpe de estado del dictador Francisco Franco triunfa, aquel modelo social es liquidado por completo. Frente al modelo de mujer emprendedora, dueña de sus actos y económicamente independiente, se impone un nuevo modelo de mujer sometida, sin derechos civiles ni sociales.’ ‘El libro formó parte fundamental en la concepción que la República tenía de la sociedad. Se generalizó el objetivo colectivo de la conquista de la cultura para todos y no como un privilegio para unos pocos’, subrayó Escabias.
La dramaturga puso también de relieve el papel de las bibliotecarias y archiveras de aquel momento que en su mayoría habían colaborado en el salvamento del patrimonio bibliográfico nacional durante la guerra civil, por lo que muchas tuvieron que exiliarse con posterioridad al fin de la guerra. ‘Como escritora, la mujer también fue censurada’, añadió Escabias, quien puso de relieve en su ponencia como todas aquellas mujeres ‘sin excepción, vieron prohibidas sus obras en España. Sus libros, fueron sacados de las bibliotecas y destruidos. Había que suprimir el pensamiento de los vencidos e imponer el de los vencedores. Comenzó un largo infierno, que afectó a todos los españoles, pero especialmente a las mujeres’.
En su intervención, el profesor Antonio Chazarra destacó que durante el franquismo ‘estaba prohibido hablar de evolucionismo y los textos eran descaradamente creacionistas, esto daba lugar a que hubiese situaciones grotescas como el profesor que explicaba que no había que descartar la teoría de la evolución pero que en un momento dado de esta Dios decidió intervenir para crear a Adán y Eva. Naturalmente Darwin y su Origen de las especies era un tema tabú’.
‘España se convirtió en un páramo intelectual. Cualquier obra de pensamiento que mereciera tal nombre, era prohibida, censurada o hacía falta una dispensa para poder leerla. Así ocurría, por ejemplo con algunas obras de Miguel de Unamuno como Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, prosiguió Chazarra, quien explicó que durante el período franquista ‘fueron frecuentes los autos de fe literarios, es decir, la quema pública de libros, como por ejemplo, la quema de la biblioteca de Casares Quiroga en Coruña o en Madrid en1939, cuando al Sindicato Español Universitario (SEU) no se le ocurrió otra cosa que organizar una quema de libros el Día del Libro, en la que ardieron obras de Rousseau, Marx, Voltaire o Freud. Los ataques alcanzaban, también, a Antonio Machado, Valle Inclán y Ortega y Gasset, entre otros’, subrayó Chazarra.
Los libros para niños también sufrieron consecuencias de todo aquello, comentó Antonio Chazarra, ‘Caperucita Roja, se tuvo que publicar como Caperucita encarnada y Celia, el personaje de Elena Fortún, tampoco quedó indemne por hablar de coeducación o ser su autora una exiliada. Puede resultar paradójico – añadió- que las prohibiciones alcanzaran a los libros de Jardiel Poncela, algunas de sus obras como Las cinco advertencias de Satanás o Madre el drama padre o sus novelas La tournée de Dios o Pero hubo alguna vez once mil vírgenes fueron tachadas de blasfemas o pornográficas pese a las simpatías de Jardiel por la dictadura’.