El dramaturgo vallisoletano José Luis Alonso de Santos Premio Max de Honor 2022. Entreletras entrevistó en 2018 al dramaturgo. Esta es la entrevista que publicamos el 24 de abril de 2018.
José Luis Alonso de Santos se licenció en Ciencias de la Información, Filosofía y Letras (Psicología) y cursó estudios teatrales en el Teatro Estudio de Madrid. Su carrera teatral se inició en 1964 en los grupos de Teatro Independiente, donde trabajó como actor, director y dramaturgo. Ha sido director de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, Catedrático de Escritura Dramática, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y presidente de la Academia de las Artes Escénicas de España.
Es autor de cerca de cincuenta obras, estrenadas con gran éxito de crítica y público, entre las que destacan: Bajarse al moro, La estanquera de Vallecas y Salvajes (las tres llevadas al cine), ¡Viva el duque, nuestro dueño!, El álbum familiar, Pares y Nines, Fuera de quicio, Trampa para pájaros, La sombra del Tenorio, Yonquis y yanquis, Cuadros de humor y amor al fresco, La cena de los generales, 10 euros la copa, Los conserjes de San Felipe, En manos del enemigo o En el oscuro corazón del bosque.
Ha realizado versiones de obras de autores como Plauto, Moreto, Aristófanes, Molière, Shakespeare o Calderón; versiones para teatro de las novelas: El Buscón de Quevedo y Yo, Claudio, de Robert Graves; y ha escrito guiones de cine, series de televisión, narrativa infantil y novelas.
Ha publicado los libros de teoría teatral: La escritura dramática (Madrid. Ed. Castalia, 1998) y Manual de teoría y práctica teatral (Madrid. Ed. Castalia, 2007). Su Obra Teatral está recogida en dos tomos (Ed. Castalia, Madrid 2008).
Ha dirigido obras de autores como B. Brecht, Aristófanes, Synge, Pío Baroja, Valle Inclán, Plauto, Shakespeare, Arniches, Calderón, Lope de Vega…, así como varios de sus propios textos.
Ha sido galardonado, entre otros, con los premios: Premio Nacional de Teatro, Tirso de Molina, Mayte, Rojas Zorrilla, Aguilar, Ciudad de Valladolid, Medalla de Oro de Teatro de Valladolid, Muestra de Autores Contemporáneos de Alicante, Premio Max, y Premio Castilla y León de las de las Letras.
Entreletras ha conversado con José Luis Alonso de Santos,….
-Me gustaría empezar esta entrevista preguntándole sobre su trayectoria en diversas entidades en las que ha ejercido relevantes responsabilidades. ¿Qué balance puede hacer de esta labor más allá de su quehacer como escritor o dramaturgo?
-Pues la más agotadora. He terminado hace unos meses mi mandato como Presidente de la Academia de Artes Escénicas y no me he presentado a la reelección. También he sido director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, de la Escuela de Arte Dramático,… los cargos que he desempeñado los he tenido de algún modo ‘un poco a la fuerza’. A mí me han nombrado para estos cargos porque estoy un poco menos loco que la media (bromea). De todas formas, el elemento básico cuando ocupas un cargo es saber que estás allí en ‘representación’, algo que se inventó en Grecia. No conviene olvidar este concepto. La democracia no se inventó para que los más eficaces o los genios dirigieran el Teatro Clásico, por ejemplo, sino para que una persona normal representará a otras. Lo que pasa es que los cargos por dentro generan muchos problemas. Esa angustia entre las solicitudes que recibes para resolver problemas o situaciones personales y lo poco que puedes hacer a veces provoca mucha ansiedad. Cómo hacerlo bien, cómo conseguir un equilibrio, cómo ayudar a los demás,…es algo que me ha generado mucha ansiedad cuando he tenido un cargo. Te entra la enfermedad de la generosidad, lo primero que tienes que desarrollar cuando ejerces un cargo es generosidad.
-En ocasiones, cargos con escasos recursos materiales y humanos…
-Bueno, la humanidad ha llegado hasta aquí porque han sido muchos más los generosos que los no generosos. Porque ha habido gente que ha tenido una generosidad admirable, porque la bondad, la entrega, ha superado a la maldad. La historia de la humanidad es enternecedora en este sentido.
-Usted es uno de los autores más representados y el exponente más prestigioso de lo que se ha denominado como ‘Comedia urbana’, algunas de tus obras como La estanquera de Vallecas o Bajarse al moro han sido llevadas a la gran pantalla. ¿La llamada ‘Comedia urbana’ sigue viva?
-En Teatro hay muchas capas, mis obras se siguen representando a distintos niveles. Ahora me han descubierto en Egipto, hace unos años en Eslovenia, lo bueno que tienen las obras de teatro es que el mundo es muy grande. Pero yo ahora no soy un autor de moda. Ahora hay autores de 30 o 40 años que están en primera fila. Decía Arthur Miller que cuando eres mayor no tienes la energía de imponerte al mundo, esa lucha ya no la tienes, hay edades para eso. Pero mis obras siguen vivas. En su momento fui un autor luchador, pero eso se fue acabando con la edad. Yo estaba en teatro durante la transición a la democracia y en la movida madrileña. Luego mis obras pasaron pronto a los libros de texto, por lo que se han estudiado y se siguen estudiando. Una vez que te han puesto en los libros de texto es muy difícil que te borren, tienen que pasar unas cuantas generaciones para que te borren de ahí. Mis libros se venden ahora más entre estudiantes. Lo que si he tenido es la peculiaridad de ser un autor de teatro en el mundo universitario y una persona de la Universidad en el mundo del teatro. De este perfil hay pocos.
-La crisis económica ha tenido un impacto profundo en la clase media, mucha gente se ha quedado sin trabajo, sin vivienda,… y en demasiados casos no han podido recuperarse o salir de nuevo adelante. ¿Recoge el teatro que se hace hoy el drama que ha supuesto esta crisis para una gran parte de la sociedad?
-En la actualidad hay un problema, el teatro se centra más en los pobres, los marginados, los herejes,… son temas que hacen más ruido por decir así. La clase media es la que quiere vivir bien, es la clase de la quietud,… hubo un tiempo en que la clase media era la modernidad, pero hoy es difícil un teatro sobre las clases medias. Aunque luego, en la práctica, ser clase media es la meta a la que casi todo el mundo aspira. Es una contradicción. Hoy la posmodernidad es la ‘herejía’, la herejía política al Estado del bienestar. Donde se quiere situar hoy la escritura es en la herejía.
– ¿Y usted..?
-Yo he tenido una norma, siempre he querido escribir obras que pudieran entender mis padres. No quería hacer otra cosa. Siempre he procurado que mis obras tuvieran estructura, cierta modernidad. Mucha gente se sorprende de que sea un hombre de lectura muy amplia, que ando por el mundo, en congresos, exposiciones, etc.,… y luego escribo obras aparentemente muy sencillas. Aunque mis obras no son tan sencillas como parece. Ortega y Gasset decía que para llegar a lo claro tenemos que partir desde lo oscuro, pero tenemos que tender a lo claro. La sencillez y la claridad son las cortesías del filósofo. Yo no tiendo a lo oscuro.
-Algunas de sus obras se han trasladado a la gran pantalla. ¿Está usted satisfecho de cómo se han pasado al cine?
-No, porque en el cine no he tenido conocimiento de los materiales. De teatro sé bastante, otra cosa es que me salgan bien o mal las obras, pero he sido profesor toda la vida. He escrito manuales sobre teatro que se estudian en muchos lugares del mundo. Pero en el cine era un aficionado y no he entendido nunca el lenguaje. El paso del teatro al mundo de la imagen nunca lo he enganchado. He hecho tres o cuatro cosas y no he intentado más. No sabía explicarme en cine. En televisión es diferente. Yo empecé escribiendo para televisión, pero no era un medio que me gratificara. El cine es una novia a la que hay que ser fiel, no puedes pasar por ahí sin más, hay que saber. Aunque es verdad que las películas sobre mis obras se ven mucho, siguen teniendo mucha audiencia. La Estanquera de Vallecas, por ejemplo, tiene una gran audiencia hoy en día.
-Su primera obra, !Viva el duque, nuestro dueño¡, es una obra donde la crítica social está muy presente… ¿por dónde camina ahora su escritura?
-Yo he escrito cincuenta obras grandes y unas cien breves. La primera obra que escribí fue !Viva el duque, nuestro dueño¡. Por entonces dirigía un grupo de teatro independiente, ibamos con una camioneta recorriendo el país. Hacía teatro donde se podía. Igual me metían en la cárcel que me subvencionaban, me perseguía la policía o me daban un premio. Había provincias donde tenía prohibida la entrada. Era un mundo absurdo. Yo viví sobre todo la parte absurda del franquismo. Entonces escribí una obra a medida de aquel grupo, donde había muchas disputas internas, era un momento muy confuso. Decidí escribir una obra a partir de mis propias contradicciones y de aquellas circunstancias. Y la escribí con lenguaje del Siglo de Oro, porque conocía bien a Lope, a Calderón,…y tuvo un enorme éxito. Funcionó muy bien. Luego la gente leía más allá, atisbaban antifranquismo. Pero sobre todo me centré en las víctimas frente al sistema, algo que luego ha tenido prolongación en mi teatro. O sea, gente que intenta vivir normalmente y no le dejan. Tuve un éxito grande y a partir de ahí he tenido trabajo toda mi vida.
-Fue un paso fundamental en su itinerario como dramaturgo,…
-Los que estudian mis obras afirman que con posterioridad he desarrollado en mi teatro las constantes que estaban en esta primera obra: relación del hombre con el arte, con la sociedad, la posibilidad del amor en un mundo muy difícil, el tema de la supervivencia y la ideología, la enfermedad, la muerte,…temas que estaban ahí esbozados. Es una obra de la que estoy muy orgulloso, porque fue la primera.
-¿Cuál es su obra preferida de todas las que ha escrito?
-En cada momento de tu vida uno escribe lo que siente, lo que más te interesa o te apetece. Ha habido momentos diferentes. La que más repercusión ha tenido en el mundo ha sido Bajarse al moro. El álbum familiar también, pero en un nivel culto. Bajarse al moro más en un nivel popular. Esta obra se ha representado en muchas cárceles del mundo, la han hecho suya. Por otro lado, cuando estrené El oscuro corazón del bosque me dijeron que era una obra melancólica, que había perdido el sentido del humor porque en mis obras ha habido siempre mucho humor. Porque el humor tiene que ver mucho con la piedad. Yo llevaba tiempo sin tener humor en mis obras, porque cuando uno se hace mayor es muy difícil. En mis conversaciones con Oscar Rubio o Fernando Fernán Gómez me recordaban las palabras de Charles Chaplin cuando decía aquello que de mayor lo más triste que le sucedió es perder el humor. De mayor pierdes la gracia. Porque la vida es muy dura, la enfermedad,… las cosas te dejan de hacer gracia. Mis obras han sido acidas pero con humor. Cuando te ríes con las desgracias ajenas y con las propias hay sufrimiento compartido.
-Su última obra,…
-La última obra que escrito que aún no se ha estrenado, El vuelo de las palomas, la he escrito porque me he preguntado si aún sigo teniendo sentido del humor y capacidad para enfrentarme con mi edad a este reto. Yo tengo 75 años y a esta edad la gente escribe tragedias. Esta obra, publicada con un excelente prólogo de Antonio Piedra, muestra el camino recorrido desde !Viva el duque,…¡ hasta aquí. El otro motivo por la que he escrito esta obra es para no ponerme estupendo. Los puestos, los honores, los premios, los reconocimientos,…todo eso está muy bien, a lo largo de mi vida he estado en sitios muy pobres y también he comido con el rey o he dirigido a cardenales en Roma en autos sacramentales. Pero me recuerdo a mí mismo, no te creas nunca lo de ser importante. He escrito esta obra como un canto a la gente corriente. A dos mujeres corrientes, como pueden serlo mis vecinas, que su vida para mí es importante, también me ha permitido ver que aún tengo sentido del humor y que el que no soy importante soy yo. Es una pretensión, porque el escritor cuando escribe siempre pretende algo. Luego lo consigue o no, pero lo pretende.
-¿Cree que es necesario apoyar más a la gente del teatro, a los actores y actrices jóvenes, a quien escribe para el teatro, es necesario más ayuda de las Administraciones o el teatro debe configurar su propia estrategia empresarial o comercial?
-En un mundo en el que se apoya tantas cosas y pagamos tantos impuestos, que porque no va haber fondos para el teatro. La cuestión es cómo se reparte. Cuando era joven me ayudaron y me dieron un premio, el ‘Premio nacional a la vocación’. ¡Fíjate que premio más curioso¡ (risas), porque todo el mundo que se dedica al arte tiene vocación, digo yo. Pero es verdad que sin ciertas ayudas no se desarrollan ciertos talentos. Aunque no debemos caer en la trampa, el peor problema es la idea de que el artista no tiene que ser pagado por nadie y, si acaso, recibir una propina al final de su actuación. El mundo del arte necesita cierta excelencia, selección,… Eso hay que fomentarlo, ayudarlo y pagarlo.
-¿Parece que hay numerosos premios para autores dramáticos que no llevan aparejada la representación de la obra premiada, a diferencia, por ejemplo, de premios literarios que conllevan la publicación de la obra?
-Una forma de potenciar son los premios, las distinciones, las ayudas,…otra forma de hacerlo es ayudar a que se representen las obras. Una obra de teatro solo tiene hermenéutica en el escenario, cuando se representa. Una obra solo se explica cuando se representa. Si no hay forma de representarla, no vale para nada. Hasta que no está en el escenario no es nada. La representación es la prueba del algodón. Tienen que hacerse lugares para eso y lo menos sesgados ideológicamente. Un cargo que yo aceptaría sería dirigir un teatro para jóvenes, porque es lo que hace falta. Para que se equivoquen, para probar, para que hagan cosas que funcionen,…
-¿Cómo ve el teatro de hoy en nuestro país, en relación con Europa y el mundo, cuáles son nuestras fortalezas y nuestras debilidades en este campo?
-Nuestra fortaleza es que tenemos una gran tradición. La tradición teatral española puede con todo. Un ejemplo, La princesa y el dragón, esta obrita mía de niños, cada dos meses la reeditan porque se representa en los colegios. Aquí hay una vocación teatral que no hay en otros países. En España nuestra gran riqueza es nuestra tradición. Luego tenemos una cosa buena y una mala. Nunca perdemos el término medio, si vemos que se pierde hacemos un esfuerzo para corregirlo. El problema que no pasamos del término medio. Nos falta ambición. Quizá tenga que ver con el momento político, carente de entusiasmo por el futuro. Aun así hay una gran afición, sorprende la cantidad de gente, por ejemplo, que quiere entrar en la Escuela de Arte Dramático de Madrid. España es un país teatral, donde la teatralidad es caliente. En el mundo del teatro aficionado hay numerosos grupos en todos los lugares de España: en los colegios, las empresas, los barrios, las cárceles,… El problema es que los costes que conlleva el teatro son muy altos, la relación entre ingresos y gastos esta muy desequilibrada, un simple foco o pagar la luz de una sala cuesta mucho,…por eso se necesitan ayudas.