noviembre de 2024 - VIII Año

‘Reverso y anverso. Poemas de largo recorrido’ de José Molina Melgarejo

‘Reverso y anverso. Poemas de largo recorrido’
José Molina Melgarejo
Libros Indie, 2022
Ilustraciones Eugenio Rivera
113 págs.

El último poemario de José Molina tiene un título evocador: ‘Reverso y anverso’, donde el poeta nos acerca su declarada apuesta por el lenguaje en esa dualidad especular metafórica: espejo en clara alusión a su mundo emocional y apuesta por el verso en su  capacidad catártica y rehabilitadora. El largo recorrido –al que alude el subtítulo– es sin duda un itinerario emocional que discurre por la senda de la memoria con la certera brújula de la palabra poética en la mano. En este sentido, la niñez es un referente emocional (Arcadia feliz) que al Yo lírico le sirve de anclaje afectivo junto al Amor, como redención personal, frente al dolor y al paso inmisericorde del tiempo.

Aunque el poemario no esté formalmente dividido en secciones, sino que es un continuum, donde los poemas se suceden uno tras otro sin un aparente orden, en una lectura atenta podemos encontrar una clara estructura subyacente en tres bloques diferenciados: Si los primeros poemas nos acercan a la Granada natal del poeta (con referencias expresas, en algunos poemas, a lugares geográficos concretos de la ciudad de su infancia, llenos de color local –el Callejón de Aguirre, la Calle de Elvira, el río Dauro…–,  la segunda nos va a internar en la relación salvífica del poeta con el Amor en todas las variantes que tiene en el mundo griego antiguo (ya sea en el Eros hombre/mujer, ya en el Storgé/Philia padre/hijo, ya en una suerte de Ágape poeta/ palabra poética…) para acabar con un magnífico homenaje al gran poeta Federico García Lorca en el epílogo del libro con una Oda, en la que recreando un encuentro ficticio entre distintos personajes del Lorca dramaturgo (Doña Rosita, Mariana Pineda,…) Molina consigue cotas de gran altura poética, certificando su admiración por el granadino, tanto por paisanaje como por afinidad lírica.  Habrá también otros tantos homenajes: a Pablo Neruda en el delicado ‘Un poema de desamor y veinte versos esperanzados’, a Rafael Alberti en el guiño de ‘El mar, la mar’, al Salinas –el poeta del amor– de ‘La voz a ti debida’ e incluso, quizá, a T.S. Eliot en el poema homónimo ‘Tierra baldía’, con su puntual dosis de nihilismo.

En la primera parte, sobre todo, hay un intento de recuperar esa felicidad de la infancia a través de los recuerdos y una desesperanza contra el paso del tiempo, que se erige en gendarme inclemente de las vidas de todos nosotros. La catarsis del poeta va a llegar en la segunda sección, donde el Amor –como ya hemos adelantado– se muestra decisivo a la hora de rescatar la confianza que el tiempo y la nostalgia hacen tambalear. La tercera parte sirve de diálogo, expreso e implícito, entre las dos partes primeras: si la pasión por Lorca traslada a Molina a sus primeros años de aprendizaje y con ello de nuevo aparece la melancolía por un tiempo perdido, la fascinación que siente por su maestro granadino le salvará de la desesperanza que le invade por momentos. En un relato poético que se cierra en la circularidad de este viaje de ida y vuelta, para usar la afortunada expresión que define a los cantes flamencos de América, que a Molina tanto le calan por tradición familiar.

Por ello, la apelación en el título a la metáfora del espejo, es clave para entender cómo el anverso –el amor, como dice la dedicatoria del libro (“A Isabel, / en quien hallé el anverso de una vida/ condenada al reverso”) – o lo que viene a ser la segunda parte se opone como cara luminosa a las tinieblas, a las sombras del dolor por la pérdida o la orfandad en sentido lato que viene reflejada en la añoranza de la niñez, la soledad, la ausencia y el paso inexorable del tiempo. En este sentido, los dibujos que acompañan la edición, del que esto escribe, han querido acercarse al código plástico del género de la vanitas.

La Oda a Lorca, como síntesis, en una coda final amalgama –como queda ya dicho– los dos mundos que el azogue como elemento axial no es capaz de separar en dos mitades (como demuestra la estructura ausente del libro) de ese torrente tumultuoso de los sentimientos desbocados del poeta  José Molina Melgarejo, que saltan las costuras del libro para meterse dentro del lector. Muy dentro.

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