De Vecchi Ediciones, 2000
La III República instaurada después del fracaso militar en Sedán en 1870 consigue afianzarse a pesar del sentimiento de desgarro producido. Uno de los sucesos que dio al traste con el equilibrio inestable del régimen político fue el caso Dreyfus en 1894. Nacido en Mulhouse (Alsacia), es un oficial francés de estado mayor acusado de espionaje. No hubiera pasado la cosa de una anécdota si no se hubiera filtrado en la prensa que el oficial era judío. Aunque mantienen secretas las diligencias, un suelto en un periódico antisemita “La libre parole” coloca a la opinión pública un cierto estado de alarma. El antisemitismo imperante, el ambiente militarista y la psicosis de espionaje hacen el resto. Algún tiempo antes había estallado en la opinión pública el escándalo de Fernando de Lesseps y el Canal de Panamá. Un caso de corrupción. Hubo crisis ministeriales, suicidios, dimisiones y condenas.
El caso Dreyfus duró 12 años. Primero fue condenado en 1894 a una condena que incluye ser degradado y enviado al destierro perpetuidad en la Isla del Diablo, en el corazón de la Guayana. La denuncia se tradujo en un expediente judicial sin pruebas. El juicio se celebra a puerta cerrada para impedir el paso a la prensa, y la publicidad. Solo se aportan indicios y denuncias que luego se comprobaron falsas. La trama se inicia con la denuncia del agregado militar francés en Berlín, el cual advierte de la existencia de un espía en el Estado Mayor, donde presta su servicios este capitán. El ejército francés están probando una nueva arma de artillería sobre la que caen las sospechas. Un cañón que disparaba 20 disparos por minuto. Una novedad. Los oficiales sobre los que se extienden las sospechas son de este arma. Entre ellos se encuentra el capitán Dreyfus.
La acusación y el juicio dividen al país, entre los partidarios y los detractores del capitán la prensa alimenta el escándalo mezclando verdades y mentiras. Se desencadenó con ello una ola de antisemitismo que, alimentada por al Iglesia Católica y el nacionalismo francés, acabó por dividir al país. A finales del XIX, en entre los mandos del ejército francés, un judío era un espía en potencia. Las pruebas aportadas son circunstanciales y los investigadores aportan como única prueba solvente una carta. Su letra es investigada y cotejada con la del capitán acusado. El fiscal y con él, los mandos del ejército francés, cierran en falso el juicio mediante una condena que luego se verá, que resultó injusta y no ajustada a derecho.
Ante la sospecha de tales circunstancias, el abogado defensor y gente del entorno del capitán acuden a la prensa. Es Emile Zola, el famoso escritor francés y periodista del órgano “L`aurore”, el que pone sobre la mesa la falsa acusación en un editorial titulado “J Accuse..” en primera página de su diario.
El editorial recoge la acusación sin pruebas convincentes, la actitud antisemita de los mandos del ejército con un oficial de procedencia judía y la falta de rigor jurídico provocó una considerable polémica en la opinión pública que prendió con intensidad inusitada a toda la sociedad. La ola antisemita contra el acusado a cargo de buena parte del ejército se extendió a todos los estamentos oficiales, polarizando en muy buena parte a la opinión pública francesa alimentada por ciertos círculos católicos.
Este asunto complejo condujo años mas tarde a diversos debates parlamentarios que acabaron por consagrar el Principio de Laicidad de la República francesa que se recoge en la ley de 1905. La norma incluía el principio de separación del Estado y la Iglesia Católica.
Este debate del caso Dreyfus y el propio proceso se llevó a la pantalla por el director polaco, de origen francés, Román Polanski que hace una adaptación muy interesante de este momento histórico (2017). El director arma el film desde la mirada de Picquart, el nuevo jefe del espionaje francés. Hombre recto, avezado y sagaz.
El asunto se complicó más porque Emile Zola es acusado y condenado a un año de prisión, lo que le obligó a huir del país. Su caso sirvió para volver los ojos a la revisión del caso Dreyfus.
Entre tanto, la división alcanzó al prestigio de la República en un caso en algunos arriesgaron su reputación, uno de los acusadores se suicidó, hubo abundantes duelos entre los rivales del drama y provocó un desgarro en el país. El ejercito francés y el sentimiento de frustración era patente. Como consecuencia de Sedán, Francia tuvo que entregar a Alemania los territorios de la Alsacia y la Lorena. El militarismo imperante era cada vez mas intenso.
Entre tanto, el papel de la prensa alcanzó considerable importancia en el esclarecimiento del evento. La aparición de nuevos indicios que apuntaban a otro oficial de Estado Mayor, también del arma de artillería y la fragilidad del gobierno obligaron, ante el escándalo producido, a la dimisión del gobierno. La formación de uno nuevo permitió esclarecer lo ocurrido y adoptar nuevas medidas. Las nuevas autoridades destituyeron al general Mercier, responsable del escándalo, lo que empujó a buscar una salida al “affaire” mediante la revisión de la sentencia, hecho que tuvo lugar años mas tarde, en 1899. Entre tanto, las sospechas y las pruebas se centraron después en el comandante de artillería Esternazy que fue procesado. De origen húngaro, viene procedente de la legión pontificia de Pío IX y la legión extranjera. Su conducta le precede.
En la revisión del proceso, el capitán Dreyfus pasó de destierro perpetuo a 10 años de prisión. Persistía la prisión militar. Aceptó el indulto. Andando el tiempo se consumaron finalmente las pruebas de su inocencia, lo que permitió al condenado a ser exonerado de todos los cargos mediante en una demanda civil celebrada 12 años después del inicio de las primeras diligencias(1904). Hubo dimisiones en los mandos militares. A Dreyfus se le restituyó como oficial, siendo ascendido. Aún acabó su carrera como general del ejército francés. Nunca se supo el móvil inicial de todo este “affaire”.
El libro de Denis Bon, profesor de la Universidad de París III, recoge con todo detalle los pasos del proceso mas importante de Francia en los siglos XIX y primeros años del siglo XX que marcó toda una época. Sus consecuencias duraron décadas, generando un poso en la opinión publica, cuyo fondo volvió a emerger con el gobierno de Vichy y la ocupación alemana.