noviembre de 2024 - VIII Año

‘El pozo y la cima’ de Enrique Solinas

El pozo y la cima
Enrique Solinas
Editorial Pre-Textos, Colección “La Cruz del Sur”, nº 1.769.
Valencia, 2022; 76 páginas.

Con El pozo y la cima llegan a España, de la mano de la imprescindible Editorial Pre-Textos, los versos del prominente poeta argentino Enrique Solinas (Buenos Aires, 1969), cuya carrera literaria comenzó en torno al año 1990, y cuyas primeras obras –Signos oscuros (1995), El gruñido (1997), El lugar del principio (1998), Jardín en movimiento (2003) y Noche de San Juan (2008)- dieron cuerpo a la sobresaliente antología El gruñido y otros poemas, publicada en 2011 por Ediciones Ruinas Circulares, sello bonaerense de culto, dentro de su Colección “Iluminaciones”. Tras aquel primer hito recopilatorio fueron viendo la luz otras antologías de alcance internacional –valdrán como ejemplos La manera en que el tiempo se va (2017), La mitad de la vida (2021) o The horses of fear (2022)- y, por supuesto, nuevas obras: Corazón sagrado (2014), Barcas sobre la zarza ardiente (2016), El Libro de las Plegarias (2019). Ahora, desde Valencia, los sucintos textos de El pozo y la cima vienen a quintaesenciar la intensidad característica de las creaciones del autor, además de esa “experiencia humana hecha lenguaje” a la que Paulina Vinderman se refirió en sus líneas introductorias a El gruñido y otros poemas. Vinderman, a renglón seguido, no dejó de añadir estas palabras a propósito de la muy reconocible poética de Enrique Solinas; palabras pertinentes y certeras a más no poder: “Su lirismo es esencial; funde en su claridad una violencia ante la incertidumbre del tiempo, la fragilidad de la vida, la dificultad del amor, la pasión cotidiana y, también –como no podía ser de otra manera en un poeta actual-, la conciencia de la escritura, que salva y desgarra al mismo tiempo”.

De esa salvación y ese desgarro volvemos a tener pronta noticia en estas nuevas páginas: “Instante de luz / y ningún otro / el que me lleva / una y otra vez / al dolor / de las palabras”. Empero, no es El pozo y la cima un libro que esencialmente pivote sobre el misterio de la escritura y su conciencia; cierto que “la poesía es esa voz / que nace del cielo” y que el yo lírico, aquí, asume escribir “con esa voz”, mas la auténtica preocupación es otra, como bien se resume en los sencillos e inapelables versos postreros del poema titulado “Corazón, corazón”: “no hay nada más triste / que saber // que todo ha de morir, // que todo ha de morir / y que es inevitable”. Vertebrada en cinco pequeños bloques –cuya continuidad, no obstante, resulta palmaria, hallándose el cuarto de ellos imbuido de sensibilidad oriental explícita-, la obra va caminando por la senda de un lirismo doliente y esencial, muy medidamente desarrollado o, por mejor decir, ardorosamente depurado; y se diría que la aceptación sistemática de lo efímero, desde la inmejorable atalaya que la condición humana representa, consigue proyectarlo a una especie de fervor de verso breve, delgado, escurridizo en no pocas ocasiones, dueño siempre de una admirable profundidad. “En algún lugar del mundo / es primavera / y yo no estoy allí // (…) ahora soy / lo que temo”; en consecuencia, aquí la fe “es la misma / por la cual / yo / sólo vine / hasta aquí / para despedirme”; y a raíz de lo cual la palabra “nunca” acierta a postularse como el “lugar que siempre / queda cerca y lejos”. Notabilísimo hallazgo, que tiene continuidad en todos aquellos pasajes del libro donde la asunción de la muerte se formula en términos de paradójica y soberana contundencia: “(…) si morí tantas veces, / pero tantas veces / que ya no muero más”; “les he dado / lo mejor de mí / a los muertos”; “De repente los muertos / somos elevados / por la gracia // (…) hasta el bosque // del jardín del día”. Y así, herido de muerte en plena existencia retadora –tantas veces a su pesar-, el sujeto poético alcanza el texto quizá capital de todas estas páginas: el titulado “El pozo”, cuya devoción cifrada en el mero nacimiento acabará suscitando la idea de cima, la sólo aparente contradicción entre nadir y cénit que palpita ya desde el mismo título del volumen.

“¿Acaso / dejarnos ir / no es regresar / a nuestro origen?”, escribe el autor, rumbo ya hacia regiones de una desolación más atenuada, donde incluso el verano conseguirá transmitir su vértigo feliz y delicioso. Por supuesto, no sin antes habérsele otorgado al despojamiento su cabal carta de naturaleza: “De esto se tratan nuestras vidas: / despojarte de todo / cada día que pasa; / cerrar los ojos / y entregarte al mundo, / sin que lo puedas evitar, / con el corazón en la mano”. Porque “(…) si hoy estoy vivo, / aquí y ahora, // las palabras / recuperarán // el primer silencio / del mundo”. Con El pozo y la cima, Enrique Solinas ha puesto sobre la mesa de lectura, indudablemente, uno de los trabajos fundamentales en el contexto de su ya dilatada y excelente trayectoria poética.

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