noviembre de 2024 - VIII Año

Cesare Beccaria, un ilustrado frente a la barbarie

Parece un absurdo que las leyes, esto es, la expresión de la
voluntad pública, que detestan y castigan el homicidio,
lo cometen ellas mismas, y para apartar a los ciudadanos
del intento de asesinar, ordenen un público asesinato.
Cesare Bonesana, Marqués de Beccaria

foto 1Me preocupa, y mucho, la pérdida de valores que de un tiempo a esta parte se está agudizando. Otros motivos de alarma son la falta de sensibilidad moral y la indiferencia ante el dolor y sufrimiento ajeno. En medio de estas cavilaciones he de reconocer que sigue intacta mi admiración por Cesare Beccaria, un jurista, filósofo, economista y escritor italiano que tanto influyó en los pensadores ilustrados.

Recuerdo que Beccaria (1738-1794) era un referente progresista para mi padre, de hecho en su mesa de despacho había un pequeño busto suyo y entre sus libros de cabecera estaba ‘Dei delitti e delle pene’. Me hablaba, con frecuencia, de sus planteamientos contra la pena de muerte y las torturas y, también me contaba que era el abuelo de Alessandro Manzoni el autor de Los Novios, novela que también estaba en la biblioteca de casa.

Crecí familiarizado con las ideas de Beccaria y esto ni lo puedo ni lo quiero olvidar nunca. Hoy me da la impresión que vivimos en franco retroceso y que las propuestas ilustradas pertenecen más al futuro que al pasado, puesto que la sin razón y la barbarie, ganan cada día terreno. Pensemos que los informativos son cada vez más nauseabundos, que se confunde interesadamente, o por ignorancia, el castigo con la venganza y que ante cualquier hecho criminal que los medios de comunicación difunden, surge enseguida la recogida de firmas para endurecer las penas…

Cesare Beccaria, que es un convencido contractualista, pero que sabe colocar en los cimientos de ese contrato la salvaguarda de los derechos de los ciudadanos, considera que la sociedad tiene derecho a defenderse pero con medidas proporcionales a los delitos cometidos, añadiendo que ningún hombre puede disponer de la vida de otro.

En su obra emblemática De los delitos y las penas defiende y argumenta las razones para combatir la pena de muerte y, se atreve, a apostar por la prevención de los delitos como una medida de futuro necesaria.

foto 5Este breve tratado ‘Dei delitti e delle pene‘ ha jugado un papel primordial a lo largo del tiempo, contribuyendo, en buena medida, a avanzar y a humanizar; influyó poderosamente en el campo del derecho y de los derechos y, una vez más hay que lamentar que la Iglesia lo incluyera en el vergonzante índice de libros prohibidos.

Detengámonos un momento y hagamos algunas consideraciones. Se ha venido diciendo que este breve tratado, que apareció por primera vez de forma anónima, puede ser obra de varios autores. Es posible. Cesare Beccaria formó parte de un grupo de ilustrados milaneses, entre los que figuraban los hermanos Pietro y Alessandro Verri, que colaboraban en la revista Il Caffè y lo animaron a plasmar, por escrito, algunas ideas comunes sobre las condiciones carcelarias y la necesidad de humanizar la justicia.

Nada más aparecer impresionó, vivamente a los ilustrados franceses y se convirtió en un tratado influyente. Beccaria supo posicionarse valientemente contra el Antiguo Régimen y apostó, con entusiasmo por la abolición del tormento y la limitación del arbitrio judicial. Igualmente le repugnaban los suplicios infringidos a los reos y, sobre todo, el espectáculo degradante que constituían las ejecuciones públicas.

¿Fue Beccaria un reformador? Si, sin paliativos. Esto no debería ser objeto de discusión. Insatisfecho con el antiguo derecho penal continental se enfrentó decididamente a su crueldad y, sobre todo, a su falta de racionalidad. En cierto modo fue un hombre que contribuyó a diseñar y perfilar aspectos fundamentales del Proyecto Ilustrado en su vertiente, tanto de la defensa de la autonomía personal como de la lucha contra el despotismo. No hay que olvidar que la lectura de la Enciclopedia y de los enciclopedistas ayudó a extender y a vertebrar el incipiente movimiento ilustrado. Advirtamos que cuando el abate Morellet tradujo el libro de Beccaria al francés y comenzó a circular por los círculos parisinos, casi inmediatamente fue elogiado por Diderot, Buffon y Voltaire; naturalmente, tampoco faltaron los ataques, especialmente de los jesuitas. Es de justicia señalar, asimismo que el filosofo Locke y Montesquieu, autor de El espíritu de las leyes, dejaron una profunda huella y contribuyeron a la formación del pensamiento político y jurídico del intelectual milanés.

foto 2Hoy sigue en pié, contra viento y marea, una parte sustancial del legado de Cesare Beccaria. No exagero. Pensemos en alguna de sus afirmaciones más comprometidas como que ‘hay que reducir al máximo la violencia del Estado y, sobre todo, someterla al control de la legalidad’.

No deja de ser tremendamente actual su alegato de que es necesaria una proporcionalidad racional entre el delito y la pena. Cuando padecemos una insoportable lentitud de la justicia y algunos delincuentes de cuello blanco, alargando los procesos se favorecen de la prescripción de delitos, resultan refrescantes sus aportaciones de que la pena debe ser rápida e igual para todos.

Atrevámonos a echar la vista atrás. En este 2018 donde se juzgan casos de corrupción acaecidos, 8-10 o 12 años antes. Hace 254 años, ni uno más ni uno menos, que vio la luz el tratado de Cesare Beccaria.

Observo con tristeza que con él –e incluso contra él- se suele ejercer un principio hipócrita, alabar su obra y sus reformas, al mismo tiempo que se ignoran paladinamente en la práctica. Pese a esto algunos de sus postulados hoy están presentes en los ordenamientos jurídicos mundiales. Podría decirse más, están plenamente vigentes porque no nos hemos acercado lo suficiente ni hemos dado cumplimiento a sus propuestas, sino que muy al contrario, hay quienes ya han comenzado la tarea de desmontar algunos de los principios esenciales que defendió, aludiendo a la seguridad, a las demandas de la opinión pública o a que es necesario incrementar los poderes represivos del Estado, en la lucha contra el terrorismo por lo que debe hacerse la vista gorda o permitir determinados tipos de actuaciones al margen de la legalidad vigente.

La simple represión, no es democrática. Por el contrario, es mucho más útil la prevención y muy especialmente el contar con una respuesta democrática de los ciudadanos, que no puede provenir si no de una sólida formación.

foto 3Si hubiera que quedarse con una frase, con una idea defendida con ahínco por Cesare Beccaria, pero expuesta de una manera tangencial y que demuestra su firme identificación con los principios de la Ilustración. Me quedaría con esta: El más seguro, pero más difícil medio de evitar los delitos es perfeccionando la educación. No deberíamos olvidar estas palabras cuando por fin logremos un pacto educativo… que permita o posibilite plantearse supuestos tan necesarios como el formulado hace más de dos siglos y medio por Beccaria….

Hay que releer a Cesare Beccaria. Es más, hay que trazarse el firme propósito de evitar, en la medida de lo posible, el salvaje troceamiento y destrucción del Proyecto Ilustrado a manos de los posmodernos más iracundos. Ya puestos a pedir, sería deseable una mayor atención hacia el pensamiento y la cultura italiana, Beccaria no escribió sólo De los delitos y las penas, hay otros dos textos que merece la pena reconsiderar, estudiar y conocer el primero, Investigación sobre la naturaleza del estilo (1770) y en segundo lugar Elementos de economía pública, aparecida por carácter póstumo en 1804.

Las cosas muchas veces no son como parecen. En un lombardo como Cesare Beccaria, con frecuencia hay una retranca, una ironía y un distanciamiento… cuando no una sonrisa maligna. Pensemos, por ejemplo en una de sus frases más citadas felicidad es tener buena salud y mala memoria ¿No les parece que no hemos cambiado tanto? De salud andamos regular y a penas vamos tirando… pero de mala memoria hemos hecho con creces los deberes. No hay nada que los poderosos deseen más fervorosamente que el olvido de sus tropelías y de su patrimonialización de lo que debería ser de todos.

Tal vez, aquí y ahora sea conveniente leer a Cesare Beccaria como filósofo. Más que una reforma concreta cabe admirar en él un pensamiento ilustrado racional y potente contra todo tipo de abusos y a favor de la dignidad humana.

Mientras Cesare invierte sus mejores energías en ‘proteger’ a los ciudadanos, hay quienes desde supuestos irracionales y marcadamente economicistas, instrumentales y anti-humanistas actúan directamente para su destrucción, esgrimiendo leyes existentes o promulgando otras que eliminan derechos como arma arrojadiza.

Sus ideas políticas fueron notablemente avanzadas para su tiempo. Es más, se adelantaron notablemente. Hay quienes lo consideran un precedente de socialistas utópicos como Saint-Simon

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Archivo Entreletras

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