noviembre de 2024 - VIII Año

Lausanne rinde homenaje a Clara Campoamor en el 50º aniversario de su fallecimiento

El pasado seis de mayo, la localidad suiza de Lausanne organizó un homenaje para recordar a Clara Campoamor, que falleció el 30 de abril de 1972 en aquella ciudad, en la que residió durante décadas en un larguísimo exilio al que la forzó la dictadura franquista, que jamás le permitió regresar a España a pesar de haberlo solicitado en diversas ocasiones. Para este cincuenta aniversario de la muerte de Clara Campoamor, un grupo de profesores de la Universidad de Lausanne congregó a varios especialistas en la figura de Clara Campoamor y se organizó un paseo por los lugares que ella frecuentaba y los enclaves en los que habitó, añadiendo a ese paseo la proyección de documentales conmemorativos y las intervenciones de diferentes personalidades, que ofrecieron una semblanza de esta gran mujer, referencia internacional para el feminismo y la lucha por los derechos civiles. Como colofón al acto, se proyectó la película «Clara Campoamor: la mujer olvidada», y tras la proyección se celebró un coloquio. Quien suscribe estas páginas, tuvo el honor de participar en ese homenaje.

La opinión generalizada de los organizadores del acto y de todos aquellos que participaron en él, fue el injusto olvido en el que falleció Clara Campoamor y la necesidad de reivindicar su memoria al completo. El nombre de Clara Campoamor (Madrid 1889 – Lausanne 1972) es conocido popular e internacionalmente, pero la verdadera dimensión e importancia de esta extraordinaria mujer resulta una incógnita para el gran público. Clara Campoamor fue abogada y Diputada en las Cortes de la II República, pero también fue periodista de larga y prolífica trayectoria, escritora, traductora, biógrafa de grandes personajes, miembro de numerosas organizaciones internacionales de defensa de los Derechos Civiles y una incansable luchadora a favor de la equiparación legal entre mujeres y hombres y entre privilegiados y desfavorecidos.

Su lucha para eliminar del Código Civil de su época el artículo 48 (que permitía legalmente a los maridos asesinar a sus mujeres en caso de adulterio o de sospecha del mismo) fue titánica, lo mismo que su batalla por conseguir una Ley de Divorcio para las españolas (inexistente cuando ella inicia su andadura), o sus esfuerzos para que las leyes reconocieran a los hijos ilegítimos “de padre siempre conocido” de muchas “madres solteras”, o su cruzada para obtener el derecho de la mujer a defenderse por la fuerza ante una violación, hecho que las leyes de la época le negaban. Por su feminismo se granjeó la enemistad de numerosas personalidades de la época, entre las que se encontraron el propio Ramón María del Valle Inclán, a cuya esposa defendió cuando decidió divorciarse del escritor.

De espíritu liberal y gran inteligencia y capacidad de discernimiento, Clara Campoamor fomentó en todo momento los avances educativos para los españoles y el librepensamiento. Luchó contra la dictadura de Primo de Rivera (que quiso ganarse su favor ofreciéndole cargos que ella siempre rechazó), fue miembro de la Junta Directiva del Ateneo de Madrid y una de las intelectuales más sólidas de su época por la agudeza de su pensamiento y la capacidad de penetración en la realidad de sus escritos y disquisiciones. Pero Clara Campoamor también fue una mujer en la vanguardia, moderna y rebelde, viviendo a contracorriente en un mundo hecho exclusivamente para los hombres y cimentado sobre la pacatería y la moral más estricta. Por su privilegiada visión existencial se adelantó a su tiempo.

Fue diputada en las cortes de la II República, que permitió que, por primera vez en la historia, las mujeres españolas pudieran presentarse en unas listas electorales y ser candidatas para ejercer un cargo político. Fue elegida diputada por Madrid por el Partido Radical de Alejandro Lerroux, ya que Manuel Azaña se negó a llevarla como cabeza de lista por la circunscripción de Madrid, como ella deseaba y le pidió personalmente. La negativa de Azaña, que temía la firmeza feminista y de ideas que encarnaba Clara Campoamor, la obligó a abandonar ese partido e integrarse en las filas de Lerroux, en las que salió elegida diputada por Madrid. Otras dos mujeres, Margarita Nelken (que se presentó por la circunscripción de Badajoz en las filas del partido socialista obrero español) y Victoria Kent, fueron elegidas diputadas en las mismas elecciones, en las que se generó la paradoja de que las mujeres podían ser votadas como representantes políticas pero no podían votar. Tanto Nelken como Kent eran hijas de familias muy adineradas. Clara era hija de una costurera y del contable de un periódico, que falleció cuando ella era niña. Trabajo desde los nueve años y consiguió, con su esfuerzo y su tesón, licenciarse en la Universidad.

Nada más jurar su cargo, Clara Campoamor, que ya entonces era una experta y reputada abogada, emprendió acciones para conseguir cambiar la constitución y lograr el derecho al voto para las españolas. Pero su periplo estuvo lleno de obstáculos. Numerosos diputados se negaron a apoyar su petición. A los más conservadores les parecía una temeridad impropia de las buenas costumbres y la tradición; los más progresistas también se negaban aduciendo que las mujeres eran conservadoras por naturaleza y votarían por una opción de derechas que perjudicaría el futuro de la república. Campoamor tuvo que armarse de elocuencia, capacidad de maniobra y fuerza, y emprendió su batalla en solitario a favor del derecho al voto de las españolas.

Ante la oportunidad de apoyar o no el voto de las mujeres, los partidos políticos que componían el hemiciclo se dividieron internamente, y diputados de un mismo partido votaron a favor o en contra de la propuesta, sin disciplina de voto. La votación fue complicada, aunque Clara Campoamor consiguió suficientes apoyos para sacar adelante su reforma de la Constitución. Pero descontentos con el resultado, los que habían perdido maniobraron en la sombra, y echando mano de un resquicio legal, obligaron a repetir la votación por segunda vez unos meses después. En la segunda ocasión, la batalla por el sí o el no fue todavía más cruenta que en la primera. Muchos diputados que votaron sí fueron forzados por sus partidos o por sus compañeros a retirar su apoyo a Clara Campoamor. En aquel símil de guerra sucia y sin cuartel, destacó la figura del diputado del PSOE Manuel Cordero Pérez (panadero y sindicalista antes que diputado), que recorrió todos los pasillos y salas del hemiciclo para recordarle a cuantos compañeros de su partido encontraba en ellos que entraran a votar a favor de la propuesta de Clara Campoamor, que no pertenecía a su partido, pero a la que los socialistas de Pablo Iglesias apoyaron sin una sola fisura. El duelo final de aquella jornada histórica estuvo protagonizado por el conocido enfrentamiento que libraron Clara Campoamor y Victoria Kent, elegida como portavoz por los partidarios de negarle el derecho al voto a las mujeres. La maniobra de enfrentar a dos mujeres escondía un acto de consumada misoginia que perpetuaba uno de los más comunes y consumados estereotipos de género: la rivalidad entre mujeres.

Tras su victoria, las españolas ganaron el derecho al voto, pero Clara Campoamor se granjeó la enemistad de un sinfín de poderosos personajes, epopeya que ella relató a la perfección en su libro El voto femenino y yo: mi pecado mortal. Nunca obtuvo perdón para “la afrenta que había cometido”. En las siguientes elecciones legislativas celebradas durante la II República, la derecha ganó los comicios. Los partidos de izquierdas se presentaban separados y los conservadores en una coalición, pero esa circunstancia no sirvió como explicación a los enemigos del voto femenino, que culparon de la derrota a Clara Campoamor y a las mujeres. Tras el golpe de estado de Francisco Franco, extremistas de derechas intentaron secuestrar a Clara Campoamor y ella, sin el apoyo ni la protección de ningún partido, se vio forzada a marcharse a Lausanne con su madre para salvar su vida. Allí falleció en 1972, tras unos años de estancia en Argentina. La dictadura franquista nunca le permitió regresar a España por existir contra ella un expediente por pertenencia a la masonería. En ese expediente, conservado en el Archivo de la Memoria Histórica, figura una sola prueba en su contra, el testimonio de una mujer llamada Juana que declaró haberla visto en un acto de una orden masónica.

Descansa en paz, Clara Campoamor. Tu nombre, tus conquistas y tu titánica lucha personal para abrirte camino en la España de desigualdad y privilegios para solo unos pocos en la que naciste y tu legado y tus luchas a favor de la justicia social y las mujeres perviven en nuestra memoria.

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Archivo Entreletras

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