El fin del Homo sovieticus
Svetlana Aleksiévich
Traducción de Jorge Ferrer
Acantilado, 2019
Este libro de Svetlana Aleksiévich, es un riguroso ensayo sobre las consecuencias de la caída del Muro de Berlín, situado en el corazón de las Repúblicas Populares de Europa Este, y su trascendencia en el entorno de Rusia, y los territorios más afines como Bielorrusia y Ucrania.
Ahora que la invasión rusa de Ucrania va a marcar la historia por mucho tiempo, es conveniente para entender todo lo que sucede volver los ojos a lo sucedido desde 1989 hasta la actualidad. No solo en el antiguo territorio de la URSS, sino el seno de esa triada de pueblos eslavos de Rusia y los dos países afines de raíz europea.
Svetlana Aleksiévich es una escritora de habla rusa, nacida en Ucrania y que ha vivido en Bielorrusia. Su historia personal culminó al ser reconocida con Premio Nobel de Literatura en 2015. De padre militar soviético, ha conocido las claves de la historia de Rusia y sus países afines. No solo conoce su historia sino el alma de sus gentes desde la época estalinista hasta actualidad.
El libro se ha confeccionado mediante entrevistas. Late en el texto, el corazón de una periodista que ha esculpido el quehacer cotidiano de sus vivencias y de su trabajo, con el de sus interlocutores.
Quedan en el texto recogidas todas las claves del “Homo Sovieticus” descrito por Alexander Zinoviev en los primeros años revolucionarios. Se definen en sus páginas el paradigma del prototipo del marxista-leninista, donde el Estado lo decide todo frente al individuo.
Ese Estado omnipresente y todopoderoso marcaba el destino de las sociedades, el determinismo de sus gentes y sus servidumbres, definiendo desde el inicio sus impulsos vitales y sus destinos. Era el ámbito de definición de los individuos dentro del nuevo sistema comunista desde su origen hasta la caída del Muro de Berlín.
En la actualidad el Estado, resultante de su implosión en 1989, ha invertido sus objetivos. El ámbito de su expresión viene determinado por los valores tributarios del dinero, y donde el Estado dejando el comunismo de lado, reconoce a los individuos en función de su poder de compra. Para ejercer la tutela social cuenta con la Iglesia Ortodoxa Rusa. Este aliado era el mismo de la vieja Rusia zarista. Putin se apoya para ejercer su poder en su valor espiritual para renovar sus sucesivos mandatos.
En este nuevo proceso se sitúa como vértice, como la clave de bóveda, el fomento del individualismo de sus ciudadanos, su competitividad, no solo en lo económico, sino en todos los ámbitos, pero con una fuerte limitación de sus derechos civiles y políticos supeditados en lo esencial al nuevo Estado. Es una manera feroz, pero eficaz de estratificar a los individuos en función del dinero y donde la competitividad ocupa un papel preeminente.
El libro aborda las vivencias de las gentes. Es un vivo retrato en diferentes secuencias cinematográficas, de lo acaecido en la historia, partiendo del estalinismo puro, la época posterior, de cierta apertura con la llegada del ucraniano Kruchev, los intentos siguientes de cerrar la apertura con Brézhnev y la vieja nomenklatura, y posteriormente, la apertura o Gladnost, impulsada por Gorbachov que fue letal para el final de un proceso de reformas que acabaron por capotar.
Los movimientos de este último líder, estuvo teñida de los forcejeos en el seno de la nomenklatura, marcaron el final de una época y acabaron por hacer insostenible el traje. Su punto final dio al traste con todo y constituyó lo que denominamos la caída del Muro de Berlín. Su derrumbe fue un acontecimiento histórico de primera magnitud que condujo a las severas consecuencias marcadas por un proceso de descomposición de la sociedad soviética, y la desmembración de sus republicas. Con la llegada de Yeltsin y sus sucesores, se consumó el proceso, incluido el último intento de los viejos líderes soviéticos de revertir el proceso mediante un golpe de Estado.
El ensayo recoge minuciosamente cada uno de los cambios políticos en la sociedad para cada momento, con los registros de los imputs que movían a sus gentes. Se producían los diálogos, o los debates de las familias, en la cocina, o en el comedor, según el momento político y el espacio disponible. En ese microcosmos, la lectura es muy atractiva porque recoge esa historia social que no se enseña.
En todos los casos, los contenidos de los debates que aporta la autora son las señas de identidad sociológica de cada uno de los sus habitantes en función de la situación política de cada momento. Hay datos significativos de esos diálogos sociales donde se describen pasajes cargados de humor e ironía.
En el último de los estadios sociales que se han sucedido en la historia, provocados por los sucesos de 1989, y la implosión de las repúblicas soviéticas, se observa un relato detallado del conjunto de los cambios más significativos.
Antes del evento de 1989, la gente esperaba a cambio de su sumisión, disponer del paraguas social del Estado protector. La definición de los recursos colectivos, escuela, la sanidad, etc… Posteriormente, el rol descrito fue sustituido por un individualismo feroz, en que el dinero y los bienes se han convertido en esas sociedades, en el móvil de sus vidas. Individuo y Estado de nuevo, como dialéctica social.
A partir de la desmembración de la URSS no solo cada república independiente ha tenido que labrar por afianzar su figura y garantizar la independencia de cada Estado, sino que, dentro de éste, cada individuo ha tenido que proveerse de los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades sin colchón social, en una carrera infinita por defender su propia independencia.
En esa coyuntura, la cúpula, la nueva nomenklatura ha decidido apropiarse de los bienes disponibles a cargo del Estado, y mediante un proceso de depredación sin control, convertirse en magnates. Sus ostentosos bienes los vemos en las ciudades europeas como Londres, o París, en la costa del Sol, o en cualquier lugar de moda en un país europeo, disponiendo para su acumulación de lo mejor de los recursos extraídos en los países de origen, mediante la explotación de sus fuentes de riqueza a cargo del gas, el petróleo, los minerales, o el trigo.
La actual Rusia de Putin no es sino un gran entramado de esos intereses que buscan en Occidente su lugar de reposo o el blanqueo de los excedentes de la mano de sus dirigentes. Sus políticas solo tienen como objetivo volver a la idea imperialista de la Gran Rusia, de los siglos anteriores, o al viejo esquema de la URSS, donde las repúblicas periféricas estaban al servicio del Estado Central, barajando en cada caso, qué tipo de influencia y qué medios emplear para conseguirlo.
La minuciosa descripción de los procesos evolutivos que han sufrido sus habitantes, los ciudadanos comunes, quedan recogidos en este libro. Son los figurantes en una obra de teatro, donde el valor supremo en sus vidas y la escala de valores ha quedado supeditada al valor del dinero disponible. Es un capitalismo de Estado, en donde los ciudadanos como sombras en blanco y negro alcanzan color en la escala social, a medida que ascienden, y donde este proceso va recobrando poder social en función de sus recursos. Si antes el Estado era omnipresente en sus vidas ahora lo es el dinero. El resto es coreografía.
Este es el lienzo en que se encuentran estos países en la búsqueda de un futuro mejor. Nadie pensaba que las ambiciones de expansión de Putin como dirigente de la Rusia actual, acabarían por destruir su entorno con un odio belicista, en la búsqueda de los viejos sueños imperialistas, y con ello proyectar la posición dominante de su cúpula, dando al traste con todo lo conseguido hasta ahora, en una espiral impredecible.