Por Carlos Salvador Cardello Cantini*.- | Febrero 2018
En los últimos años, el inglés ha provocado el cambio en la nomenclatura empresarial. Sea o no producto de la mundialización de la economía o mejor aún del neo capitalismo, lo cierto es que multitud de términos han sustituido a los tradicionales vocablos castellanos para designar distintos puestos de responsabilidad. Los acrónimos, pero los CEO siguen siendo los viejos directivos de empresas.
Los diciembres del hemisferio sur son diferentes a los del norte. El clima es obviamente distinto y no me refiero exclusivamente a la temperatura del termómetro. En el último mes del año, el sur se pone a prueba. No es menor aclarar el hecho de que en el hemisferio sur los años lectivos son iguales a los años calendario. El año termina y es como un punto aparte. Las cartas vuelven al mazo, se mezclan y un nuevo juego comienza. En Argentina la efervescencia social se nota día a día. El fatídico diciembre de 2001 está presente como un fantasma. Para el gobierno, pasar diciembre es un hito.
El último diciembre ha pasado a la historia en medio de revueltas sociales. Otra vez el pueblo se hizo escuchar en los alrededores de la plaza del Congreso de la Nación. Dentro se intentaba votar una reforma previsional que ajusta el porcentaje de aumento de las jubilaciones por debajo del índice inflacionario con el claro objetivo de ahorrar recortando donde más duele. La primera sesión fue infructuosa y en el segundo intento, días después, se logró la aprobación de la reforma.
Dentro del bloque latinoamericano Argentina se caracterizaba por tener una sólida clase media pero las políticas aplicadas en los últimos años han generado mayor desigualdad e injusticia. La capacidad del gobierno en términos sociales está claramente acotada y no es una prioridad cambiar la situación.
No es de sorprender que varios actores fundamentales del gobierno tengan pasados empresariales importantes. Como el caso de Aranguren, actual Ministro de Energía, quien fue presidente de la filial argentina de Shell desde 2003 al 2015, momento donde se incorporó al gobierno. Entre sus escándalos aparece como CEO de dos empresas off shore divulgadas en los Paradise Pappers. El actual Ministro de Trabajo, Triaca, fue increpado por su empleada doméstica quien publicó un audio donde el ministro la insultaba. Al hacerse público el audio se comprobó que la mujer trabajaba en negro para el ministro. Sin ir más lejos, Nicolás Dujovne, Ministro de Economía, alienta a los argentinos a apostar por la moneda local mientras se descubre que su patrimonio está en dólares fuera del país. A Patricia Bullrich, Ministra de Seguridad, no le llama la atención que otro activista mapuche (tribu indígena localizada en el sur del país) aparezca muerto con una herida de bala por la espalda proveniente de la policía. El Ministro de Medio Ambiente, quien admitió no saber absolutamente nada de medio ambiente, pide rezar para que no ocurran incendios forestales. El Ministro de Agricultura, Etchevehere, fue presidente de la Sociedad Rural Argentina, una de las sociedades más poderosas y conservadoras del país. Los casos se repiten en mayor o menor escala, la coherencia se mantiene.
El gobierno actual no para de sorprenderme. Se afirma que para ser filósofo no se debe perder la capacidad de asombro. Pero la realidad es que el gobierno es coherente. Gobierna para los suyos y mantiene la línea conceptual de trabajo. Existe una clase en argentina que no se asombra en lo absoluto nada de lo descripto con anterioridad.
En Argentina es prioritario un cambio de paradigma. Hay que erradicar la pobreza. Cuidar la clase social más vulnerable. Es sabido que los métodos impuestos por el Banco Mundial y los entes financieros internacionales sólo sofocan y hunden más en la miseria a quienes menos tienen. Empujan a la clase media hacia abajo y dejan sin futuro a muchas generaciones. No es menor la situación vivida a pocos días de que Piñera ganara las elecciones en el vecino Chile, el Banco Mundial reconoció que habia modificado los datos de competitividad cuando gobernaba Bachelet. Hay una clara intención con lo que sucede en general en toda Latinoamérica.
Lo que más me preocupa es que la sociedad sigue apoyando este camino sin darse cuenta de que están hipotecando su futuro, el de sus hijos y nietos. El gobierno maneja los medios de manera excelsa y a veces dudo si no es, al contrario. La sociedad mantiene la idea de que hay que pagar los platos rotos del Kirchnerismo cuando el gobierno comienza su tercer año sin poder detener la inflación, sin generar trabajo, sin lograr crecimiento, logrando cifras récord de endeudamiento, aplastando los DDHH y ajustando las pensiones. Que no nos asombre lo que a luces es obvio y coherente para un gobierno neoliberal que va con claras políticas de endeudamiento y ajuste. Hoy da estupor ver a la sociedad argentina sin capacidad de asombro, sin reflexión y sin reacción.
Se está viviendo en Argentina un viejo fenómeno adaptado al nuevo siglo. Me refiero al gatopardismo (1), pero esta vez no es la nobleza quien se convierte en políticos, son los CEOs de empresas los que ostentan el poder. Cambian todo para que todo siga igual. (De hecho, el nombre del partido en el gobierno, digamos el ‘macrismo’ es ‘Cambiemos’).
¿Qué hacer para cambiar realmente? ¿Se podrá romper ese mecanismo, implacablemente lampedusiano, donde prevalece la simulación del cambio? ‘Mientras hay muerte hay esperanza’, pensó (Giuseppe T. di Lampedusa, El gatopardo).
Nota: (1).- Un representante de la nobleza siciliana, el duque Giuseppe di Lampedusa, dejó al morir en 1957 el manuscrito de su única novela, Il Gattopardo. Publicada al año siguiente por Feltrinelli, la novela obtuvo un éxito fulminante. Puede leerse su versión castellana en El Gatopardo, Madrid: Unidad Editorial, 1999.
- * Carlos Salvador Cardello Cantini, argen
tino radicado en Barcelona, es escritor, publicista, Experto en Creatividad y Planificación Estratégica