El documental televisivo ‘Get back’ se ha estrenado en tres episodios entre los pasados 25 y 27 de noviembre en Disney Plus. Director: Peter Jackson. Productores ejecutivos: Paul McCartney, Peter Jackson, Ringo Starr, Olivia Harrison.
Los Dióscuros es lo que tienen. Alimentan las banderías y convocan las rivalidades más irreconciliables. Nos ofrecen el estúpido confort del inmovilismo para que arrellanemos entre almohadones nuestras posaderas, léase papanatería ideológica, entre autocomplacencia de ganado lanar y conformismo gregario. Y eso es lo que viene a servirnos en bandeja de plata, como un cóctel deletéreo, el gran Peter Jackson, con la mano enguantada del empingorotado maître de etiqueta de los grandes eventos de boato y glamour. ¡Con lo tranquilitos que estábamos!
Y es que ha echado a rodar la manzana emponzoñada de la discordia para contrariar el supuesto fiel de la balanza que enarbolaba hasta la fecha el ya lejano film de cinema-verité de Michael Lindsay-Hogg que se titulara para aquella infausta ocasión ‘Let it be’. ¡La polarización de uno de los memorables hitos del pasado siglo ya está servida!
Uno de los episodios más traumáticos para los fans de la música se dio en 1969 cuando The Beatles decidieron separarse. Y aquel episodio, por azares de la diosa Fortuna, quedó inmortalizado para la posteridad por una película que sin embargo no había nacido con ese propósito. Cincuenta años después, el temerario Peter Jackson vuelve a lugar del crimen para hacerle una nueva autopsia al cadáver y esclarecer las auténticas causas de tan llorada muerte.
El empeño del neozelandés viene precedido por el morbo propio de los realities televisivos y es que, escalpelo en mano, sabe algo que Lindsay-Hogg ignoraba por completo en aquella época; que estaba/estábamos asistiendo al principio del fin o a lo que atinadamente Lennon llamó después ‘The dream is over’ en una oportuna canción de su etapa post- Beatles.
Y es que la década prodigiosa no acabó bien precisamente. La borrachera no pudo tener una resaca más amarga y elocuente que la disolución de su grupo musical más emblemático. Para colmo el año 69 había empezado en el Reino Unido con un accidente aéreo con un saldo de cincuenta muertos cerca del aeropuerto de Gatwick. Al otro lado del charco la inquietud por la guerra de Vietnam llevaba a la presidencia al siniestro Richard Nixon y los candorosos hippies empezaban a barruntar que la esperanza del ‘All you need is love’, inocente himno del “Verano del Amor”, se estaba esfumando con la inquietante rapidez del humo de un canuto de marihuana.
Mientras tanto, en el suroeste de Londres, los desangelados estudios cinematográficos Twickenham eran el escenario de otro día rutinario de trabajo para cuatro músicos que se estaban buscando a sí mismos. Tras las cámaras un joven realizador trataba de dar forma al nuevo proyecto del cuarteto. Después de unas intensas semanas de tedioso rodaje este montó un documental agrio y quejumbroso sobre la descomposición de la banda más famosa del mundo, poniendo el acento en los aspectos más sórdidos. Pero ahora Jackson ha pretendido hacer justamente lo contrario. La publicidad nos dice que la serie muestra la cercanía, la camaradería y el genio creativo característicos del legendario cuarteto y sintetiza más de 60 horas de metraje inédito rodado en su día por Michael Lindsay-Hogg y más de 150 horas de sonido nunca antes oído impecablemente restauradas. Es un auténtico viaje en el tiempo en el que los espectadores asisten en primera fila a las sesiones de grabación del grupo en un momento crucial de la historia de la música.
Así que ya tenemos, pues, el yin y el yang, el alfa y el omega o el Lennon y McCartney por evocar la otra manida inquina (marca de la casa) para dar carnaza a los que se refocilan y chapotean en el lodazal pútrido de los inermes y los febles. Llega lo almibarado para mancillar el respetable icono de la derrota y el fiasco. Acaban de nacer dos nuevas sectas que se acuchillarán sin piedad a la primera de cambio, en cuanto tengan la más mínima oportunidad para hacerlo.
La polémica la encendió desde el primer momento el propio Lindsay-Hogg, niño prodigio -vivo retrato de su supuesto padre natural el megalómano Orson Welles-, al enterarse de que Jackson le estaba metiendo la mano en la cartera. Manifestó su desagrado ante el prefabricado tratamiento de lifting que el arribista estaba infligiendo a su denostado trabajo, al que ha terminado calificando de manipulador y torticero. Sorprendentemente, se ha reproducido la misma polémica que despertara el sonido del disco cuando se quiso salvar en aras a su posible comercialización. Como es bien sabido, el truculento alquimista Phil Spector lo recicló a posteriori maquillando el acabado desnudo de George Martin y Glyn Johns con la ampulosa pirotecnia de su Wall of Sound, extremo que enfureció entonces sobremanera al mismo McCartney.
‘Get back’, recuperando el elocuente título inicial con el que se concibió el proyecto original, se ha estrenado, después de una demora insufrible a consecuencia de la dichosa pandemia, en formato de miniserie de TV dado el abultado metraje que nos regala el nuevo montaje. Si la película original, ¡Lindsay no lo tuvo nada fácil!, duraba tan solo una escasa hora y media, ahora Jackson se nos descuelga, nada más y nada menos, con la friolera de siete horas.
Seguramente era el cineasta más adecuado para hacerlo. Recordemos que su Lord of the rings ponía en pie, finalmente, un proyecto que por la declarada oposición de Tolkien no había podido llevar a cabo en 1968 el genial Stanley Kubrick y… ¡con Los Beatles como protagonistas!
Si la película que se estrenó en 1970 llegaba con vocación de epitafio ya desde el título mismo, ‘Let it be’, que recuperaba las palabras que el evangelista Lucas había puesto en boca de María durante la anunciación, ‘Get back’ sin embargo llega preñado de un reconfortante y psicodélico mensaje navideño de Peace & Love.
La serie cuenta la historia de los Fab Four cuando estaban preparando su primer concierto en vivo más de dos años después de su retirada de los escenarios en el Candlestick Park de San Francisco. En aquellos momentos, se barajaron las ideas más peregrinas para buscar las posibles localizaciones para tan deseado acontecimiento, desde la de tocar en un transatlántico en alta mar, hasta hacerlo en un anfiteatro romano como acabaría haciendo después Pink Floyd en Pompeya, pasando por un orfanato. Como sabemos el recital se dio finalmente el 30 de enero de 1969 en la azotea de los estudios de grabación de Apple en Savile Road en Londres, en el distinguido barrio de las caras sastrerías de la ciudad. En expresión muy nuestra, lugar pintiparado para “hacer un traje a alguien”, cosa que por cierto debieron hacer con sumo deleite algunos por más que desconocieran nuestra ingeniosa jerga carpetovetónica. Hay que decir que este legendario concierto, que se ha tenido por pionero, no lo fue tanto por cuanto que el cuarteto le copió la idea al grupo californiano Jefferson Airplane, que ya había tocado en la azotea del Hotel Schuyler de Nueva York el año anterior para un film archivado del irreverente Jean-Luc Godard.
Si tanto el póster del film de ‘Let it be’, como la carátula del álbum, reforzaban el tono fúnebre de esquela de orlas negras que enmarcaba los cuatro retratos individuales de los miembros del grupo, Jackson desmantela esta parafernalia luctuosa de macabro panteón familiar para dotar a su obra de un franco optimismo renovador. Y eso que la portada del mítico ‘Sgt. Pepper’ del año anterior no era más que la mise-en-scène del entierro simbólico del grupo con el cortejo de personalidades a sus espaldas como asistentes al sepelio. ¡Qué obsesión por la muerte, baby!
En 1969 para carátula del futuro LP, a instancias de Lennon, contrataron de nuevo al fotógrafo Angus McBean para el dejà vu de su primer álbum ‘Please, Please me’, que se desestimó a última hora y que Disney acertadamente recupera como cartel de la serie.
Pero diferencias aparte, tanto ‘Let it be’ como ‘Get back’ son testimonios insustituibles de las serias diferencias que se habían ido gestando dentro del seno de la banda tras el fallecimiento de Brian Epstein, manager y descubridor del grupo, en agosto de 1967. Así que aunque el disco que acabó saliendo al mercado, después de una dilatada espera, ya en la categoría de póstumo se puso a la venta cuando ya cada uno de los cuatro había iniciado su carrera en solitario, no fue óbice para que llenara las siempre insaciables arcas de EMI.
La fecha del estreno de ‘Get back’ no ha sido, seguramente, casual puesto que coincide 26 años después con la del estreno en la TV americana del también documental televisivo, y ya hoy Biblia del grupo, ‘The Beatles Anthology’. Incluso Jackson, a diferencia de su predecesor, incluye imágenes de archivo sacadas de este, para contextualizar o enfatizar diferentes momentos.
El fracaso del proyecto original se puede achacar al hecho de que se concibió con un exceso de ambición porque en tan solo tres semanas The Beatles se comprometían a componer catorce nuevas canciones para un álbum y un concierto conjuntos. No resulta, pues, extraño que tiraran de repertorio del pasado y que frecuentaran clásicos del rock´n´roll buscando suavizar el reto. De este modo, por ejemplo, repescaron un viejo tema propio de los primeros tiempos titulado ‘One After 909’. Como ya se ha dicho el clima de los estudios Twickenham era de lo más adverso, con las cámaras por medio y con una acústica de perros, para unos músicos que estaban acostumbrados a grabar con todas las comodidades que les ofrecía su feudo natural de los estudios de Abbey road. Por no hablar de la nueva disciplina de los horarios para una situación tan complicada como la que vivía entonces la pareja Lennon- Ono. Ni siquiera disponían de “un ocho pistas” que finalmente Harrison debe traérselo de casa unos días después del comienzo de las sesiones.
Visto lo visto, a Jackson no se le pueden escatimar los elogios. Como mérito adicional, incluye por primera vez en toda su integridad el directo de la azotea. Si ya en ‘Sgt. Pepper’ el grupo buscaba editar unos nuevos Beatles, con cambio de nombre incluido, y alejados de las giras, aunque ironizaban con nostalgia sobre ellas con un ficticio concierto al aire libre, por obra y milagro de la nutrida colección de los efectos de sonido de Martin, ahora de nuevo vuelven a las andadas tratando de recuperar un sonido más auténtico evitando los trucos del estudio. Y es que no eran ajenos al cambio que había sufrido el panorama de la música pop. Los festivales de Monterrey y de Woodstock demostraban por dónde iban los tiros. Pero esto iba a poner de manifiesto las fisuras que las diferencias de métodos de trabajo habían abierto entre Lennon y Harrison por una parte y McCartney por la otra, dado que este había ido desarrollando una pericia y una exigencia propias en el estudio de grabación que no tenían ni compartían sus compañeros. Como resultado de todo ello, el 10 de enero McCartney y Harrison tienen un enfrentamiento que se salda con la salida temporal de este último del grupo. Un sarcástico Lennon propondrá sustituirlo por Eric Clapton con pasmosa serenidad. Aunque la sangre no llega al río se hacen dos cambios para sobrellevar mejor la difícil situación creada tras el regreso del guitarrista: trasladarse con todo el equipo a los estudios de Apple e incorporar al pianista Billy Preston al proyecto. Las dos medidas tienen una inmediata respuesta positiva en el trabajo de la banda.
Viendo lo que se les estaba viniendo encima, el avispado McCartney ya había tenido la intuición de componer y grabar ‘Lady Madonna’ en febrero del 68 atrapando la frescura de un viejo rocker a lo Fats Domino con un piano boogie-woogie, para dar respuesta a los nuevos vientos de los que hablábamos antes y en el vídeo promocional de ‘Hey Jude’ del programa televisivo de David Frost se convocaba al público, en un falso directo con pseudoplayback , para que se uniera al cuarteto en el coro del épico estribillo de la coda final. La filmación la había hecho naturalmente Lindsay-Hogg en septiembre de 1968 en los Twickenham Film Studios, con lo que se puede ver en ella todo un anticipo de lo que harían cuatro meses después.
Con los ánimos del grupo cada vez más maltrechos, sólo McCartney mostraba interés en sacar las sesiones adelante. Lennon, vago redomado, junto a Yoko, pasaba por una fuerte adicción a las drogas que casi le impedía trabajar, a la vez que Harrison se sentía menospreciado por sus colegas como compositor, como demuestra la triste recepción de su tema ‘I me mine’.
Las críticas en nuestro país sobre el trabajo de Jackson han ido desde el abierto entusiasmo del generoso Ricardo de Querol que califica ‘Get Back’ de producción impecable y de acontecimiento para la historia de la música popular, hasta el manifiesto aburrimiento del atrabiliario Carlos Boyero, etiquetando de soporífero y cansino el resultado. Ya tenemos, como decíamos al principio, las dos posturas antagónicas tan nuestras.
Seguramente, piensa uno, habrá un justo término medio donde se pueda situar el encomiable logro de Jackson, sin llegar a las manos, como tristemente con tanta frecuencia hacemos por estos lares.
Si no fuera porque estamos lastrados por la herencia contrarreformista del más rancio catolicismo, uno diría que el credo religioso que mejor nos cuadra a los que pacemos en este sufrido ruedo ibérico es el de los antiguos seguidores del dios Mani.
¡Viva la herejía!