El pasado 18 de diciembre de 2021 se presentó en el Ateneo de Madrid el libro “La mujer de Eliot y el hacedor de poesías” de Pío Zelaya. Recogemos aquí las palabras del poeta Miguel Pastrana en dicha presentación. En el acto, organizado por la Sección de Literatura (presidida en la actualidad por María Victoria Caro Bernal) y la Agrupación de Retórica y Elocuencia del Ateneo, intervinieron también el catedrático y escritor Octavio Uña y María de la Paz González López, presidenta de la citada Agrupación.
Buenos días. Muchas gracias por su asistencia. Agradezco igualmente las atentas palabras de quien hoy presenta la mesa, nuestra consocia ateneísta María de la Paz González López, Presidenta de la Agrupación de Retórica y Elocuencia de este Ateneo. Además, forma parte de la Sección de Ciencias Jurídicas -ella es jurista por formación-, y de la Sección de Derechos Civiles. Todo ello desde una firme defensa del Reglamento histórico de esta asociación bicentenaria, el Ateneo. Defensa que compartimos, por supuesto.
Quiero dar las gracias de la misma manera a la Sección de Literatura. Su Presidenta, compañera –como también Maripaz-, en la Convergencia del Ateneo, María Victoria Caro Bernal, se encuentra aquí con nosotros y con nosotras. Y por supuesto, el profesor D. Octavio Uña, Vicepresidente de la Sección, poeta enorme. Tenemos el lujo hoy de su presencia en la Mesa como presentador principal. Muchas gracias.
La ocasión, ciertamente, lo merece: la poesía de nuestro consocio ateneísta, de nuestro amigo oceánico, peruano y español, Pío Zelaya. Es un placer, un gusto, para mí, estar hoy aquí.
No puedo evitar recordar, que en este mismo Gran Salón de Actos del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid; de este mismo bellísimo espacio (el gran Arturo Mélida…), que es pura Historia de la mejor; Historia no solamente española, más universal (aquí mismo, aquí, estuvieron José Martí, Rubén Darío, Einstein, Marie Curie, Octavio Paz, Gabriela Mistral, Pablo Neruda…); no puedo evitar remembrar hoy, les iba yo diciendo, que también en este mismo Salón -el cual, por lo demás, apenas ha cambiado desde el siglo XIX-, confraternizaron el gran poeta peruano César Vallejo y el gran poeta español Miguel Hernández. Hoy no están aquí en carne mortal. Pero creo que, de alguna forma, su presencia nos acompaña, latente en este recinto sagrado para la Cultura, para la Ciencia, para la Poesía… para cuanto de más alto y más noble hay en el Ser Humano.
«Palabra esencial en el tiempo», así definió otro ateneísta, D. Antonio Machado, el arte poético. Nuestro amigo Pío Zelaya, cumple fielmente la premisa. Sobre esta materia, habiendo en la mesa un maestro de la talla de D. Octavio Uña, quiero hablar yo solamente lo justo para mostrar mi lectura satisfactoria, grata, de “La mujer de Eliot y el hacedor de poesías”:
El libro, una compilación, propone una reflexión sobre el acto creativo, como acto de amor y de conocimiento (recordemos etimológicamente el significado de filosofía). Como dijo su autor en una entrevista publicada: “Sin miedo a aproximarme hacia el límite de mis propias palabras, hilando con versos ese borde donde las palabras llegan a perder su significado”.
Así pues, opino yo, en la escritura de Pío Zelaya las palabras significan más que su propia denotación. Dirigidas, casi siempre, a la segunda persona del singular, al “tú”, y muchas veces a –cito literal-, “mi musa interminable”, “tú, la siempre musa”, adquiere entonces el poemario una textura introspectiva; confidencial y confesional. “Somos una conversación”, dedujo no en vano el genial Hölderlin. Ello resulta palpable en la poesía de Pío Zelaya. Es de manantial sereno, no aspaventera, sotto voce. Y refleja una gran cultura, pero sin exhibicionismo; sin culturalismo. Creo que al propio T.S. Eliot le hubiese gustado, en toda una línea de poesía conversacional que tiene sus antecedentes, también anglosajones, en Coleridge y Wordsworth, y en lengua castellana, en autores como Gustavo Adolfo Bécquer y Luis Cernuda, sevillanos ambos, y el segundo, socio también de esta Casa quien falleció en el exilio republicano español en México.
Como ya señalé, el libro de Pío Zelaya propone una indagación en el propio acto poético. El sino y el camino del poeta: “El poeta es un ser que escribe / y no cesa de escribir; / mi única certeza”, dice Pío. Parece un enunciado simple, mas se llega a él a través de un proceso de conocimiento –y de autoconocimiento-, complejo. “La pasión es un nombre / que no se agota / y se pronombra”, nos dice también Pío Zelaya en otro poema, el titulado “Maga”.
La poesía de este autor peruano y español, es delicada. La pueblan noches, mares, estrellas, ojos y miradas… se desarrolla en Lima, en Jaén, en Madrid, en París, en Bakú… Pero el verdadero territorio de Pío Zelaya, pienso yo (léase su poema de título “A-terrado”), su verdadera morada, es el propio acto creativo, la poesía en sí.
Ello, a mi entender, es cuanto significa a un poeta vocacional, auténtico. Pío Rómulo Zelaya Castro lo es, creo yo. Por tanto, merecedor de ser leído y escuchado con el mayor interés. También en este gran Salón de Actos del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, en el cual han estado tantos y tantos gigantes de la Poesía. Pero no siempre llegaron aquí siendo tan conocidos; ya consagrados. Precisamente, una de las cosas que defendemos quienes defendemos el histórico Reglamento de esta asociación, es su función de generar talentos, de potenciarlos, de descubrirlos en toda su valía. Para eso se hizo este Ateneo. Por eso estamos hoy aquí, felizmente, con el poeta Pío Zelaya. (Muchas gracias).
Nota sobre Pío Zelaya. Escritor peruano y español nacido en Lima. Es médico y psicoanalista. Ha sido Senador de España. Como autor de Poesía, su obra está en diversos libros colectivos y revistas literarias, además de en la obra individual titulada «La mujer de Eliot y el hacedor de poesías», disponible en librerías como Muga y Casa del Libro.