Recuerdo un verso de Luis Cernuda escrito en la muerte de Andre Gidè que decía: Bien pocos seres que admirar te quedan, no estaba dispuesto Luis Cernuda en admirar a cualquiera, yo tampoco, y eso que admirar es una de las mejores cualidades que tiene el hombre, dime a quien admiras y te diré quién eres. Por eso hay que ser exacto en nuestras admiraciones, pero también directo, certero y generoso, es formidable admirar, es una forma magnífica de crecer.
Dicho esto, declaro mi admiración absoluta a Juan Carlos Quer. La entrevista que concedió hace unos días en televisión fue conmovedora. Es increíble mostrar esa entereza, esa humanidad, esa ternura, esa sensibilidad en quien ha perdido a una hija de una forma tan cruel, desmedida, lenta y atroz. La postura, señorial y directa, de Juan Carlos Quer sirve para reconciliarse con el ser humano, para saber que el hombre es bueno y tiene una capacidad deslumbrante en amar y contagiar su postura a los demás, no es motivo de renuncia, por tanto, saber que hay muchos empeñados en destruirlo todo. La llamada de Juan Carlos Quer a la madre del asesino de su hijo es otra muestra de absoluta nobleza.
No hay odio ni venganza en Juan Carlos Quer, ni siquiera rabia, hay una lucha brutal por aceptar la tragedia, sentirla muy hondo, y buscar la forma de que otros de muchos sitios, sin nacionalidad, color de piel o pensamiento, no pasen por lo mismo. Su ejemplaridad es evidente. Mi admiración: absoluta.