Deberíamos preguntarnos, con más frecuencia, cuáles son las razones de que la historia de España sea tan desconocida y esté tan mal asimilada. Un país que no sea consciente de su historia, es un país sin raíces y con dificultades para entender su presente y planificar el futuro. Es verdad que la historia necesita ser interpretada. Existen unos vínculos y unos lazos que posibilitan profundiza e ir más allá de los hechos y elaborar teorías que nos permitan comprender la evolución social y comprendernos a nosotros mismos.
Me ha llamado poderosamente la atención el sentido de la historia de Galdós. Entendió, con clarividencia, lo que nos pasa y como hemos llegado a empantanarnos y a encerrarnos tan brutal y estúpidamente en nuestros propios prejuicios y en nuestra incapacidad para superarlos.
Quizás la pregunta más importante que Galdós se formula no es otra que: ¿cómo es España? Y, lo hace desde un profundo humanismo como ha visto, con sagacidad, Casalduero. Benito Pérez Galdós planifica y se propone llevar a cabo una función pedagógica.
En España se lee poco y mal, de ahí su preocupación por divulgar la historia para que puedan leerla quienes no tienen acceso a tratados o textos especializados pero hacen un esfuerzo por entender lo que pasa y por conocer los hechos de forma verídica.
¿Qué hace Galdós en los Episodios Nacionales? Una historia del siglo XIX novelada, donde se mezclan los personajes históricos con otros de ficción que, con frecuencia, actúan como intrahistóricos.
Los Episodios nacionales escritos en dos etapas iban a constituir cincuenta episodios, vertebrados en cinco series. Sus problemas de salud, sobre todo la progresiva ceguera, impidieron culminar el proyecto pues la última serie consta de seis episodios y un esquema y boceto del siguiente que iba a tratar la figura de Sagasta.
Las dos primeras series están escritas entre 1873/1879 y tras un parón de casi 20 años las tres últimas entre 1898/1912.
Benito Pérez Galdós no ha sido, con frecuencia, bien comprendido. Es más, recibió en vida desaires, humillaciones y ataques virulentos y, tras su muerte, algunos siguieron zahiriéndolo, llamándole antiespañol y garbancero. Aún, hoy en día, sigue recibiendo ataques a su memoria.
Concibió un tipo de novela histórica que mejoraba e iba más allá de la romántica. Se inspiró en proyectos como el de Erckmann y Chatrian que novelaron la revolución francesa y las campañas napoleónicas ofreciendo algunos textos tan interesantes como ‘Waterloo’. Una cosa es tener modelos y otra, como se lleva a cabo un proyecto propio. Don Benito no sólo supera sino que innova y crea una modalidad de novela histórica destinada a divulgar lo que sucede en un país con rigor, sencillez y sentido crítico para que pueda ser asimilada y entendida por cualquier lector ávido de comprender lo que pasa.
Se aproxima el primer centenario de la muerte de Galdós. ¡Ojalá! sea planificado con más rigor que lo han sido el IV Centenario de la muerte de Cervantes o el primer centenario del nacimiento de Buero Vallejo. Cuanto antes se empiece mejor.
¿Qué hay que leer?, ¿qué hay que recordar? Sin ánimo de ser exhaustivo, citaré algunas obras que me parecen claves. Una biografía seria y bien documentada es la de Joaquín Casalduero Vida y obra de Galdós me parece, asimismo, digno de encomio el libro de Hans Hinterhäuser Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. No debemos olvidar el artículo de Rosa Chacel, en la formidable revista «Hora de España», titulado Un hombre al frente: Galdós y, finalmente, un discurso de Gregorio Marañón leído y publicado en el XIII aniversario de la muerte del novelista y que lleva por título Galdós y su historia de España.
Para que nos hagamos una somera idea de la preparación y cultura de Galdós, baste señalar que leyó y tradujo a Dickens y Balzac, era un ávido lector de Cervantes y Shakespeare y que en muchas de sus obras encontramos referencias directas o indirectas de la literatura española y europea.
¿Qué valores propugnaba y defendía Galdós? Por encima de todo la libertad y la tolerancia, aunque también un recio sentido moral y una justicia que paliara o resolviese la explotación que se denuncia con valentía en sus novelas y en los Episodios Nacionales. Al mismo tiempo, se enfrenta con lucidez al absolutismo, al fanatismo y a la intolerancia.
Es de destacar que en un principio, lo hace más descarnadamente pero después enfrenta los puntos de vista y las razones de unos y de otros para que sea el lector el que extraiga las consecuencias oportunas.
Un rasgo de modernidad de Galdós, que lo relaciona con los corresponsales de guerra, es que gustaba de visitar el escenario en el que iban a discurrir los Episodios para después llevar a cabo la redacción de estos. No renunciaba, tampoco, en su afán de documentarse exhaustivamente, a las entrevistas con quienes habían vivido y protagonizado los hechos o con sus descendientes. Así para escribir «Zumalacárregui» (primer episodio de la tercera serie) visita la casa del general carlista, el lugar donde está enterrado y tiene una larga conversación con su sobrino, un cura carlista.
A veces no se quiere recordar que Pérez Galdós ingresó en la Academia de la Lengua en 1897 y lo hizo con un discurso denominado La sociedad presente como materia novelable. Porque Galdós es un cronista, a su modo un historiador, lleva a sus páginas lo que pasa en la calle y lo hace con un estilo depurado y vivos colores. Sabe además crear una galería de personajes de gran humanidad, veracidad o que ejemplifican la maldad, la avaricia y la falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Entre todos los personajes galdosianos me llama poderosamente la atención Torquemada, un ser odioso, que a lo largo de toda la serie de novelas dedicadas a su figura, practica la usura y se enriquece, como un buitre, siempre atento a destrozar a las víctimas que caigan en sus manos.
En sus obras el problema de las dos españas está muy vivo y muy presente. Las luchas fratricidas tienen una honda importancia. Tanto en las guerras civiles, liberales contra carlistas, como descendiendo a nivel personal. Así en la segunda serie hay una enemistad feroz entre los hermanastros Salvador Monsalud, de carácter liberal y abierto y Carlos Garrote, intransigente, inmovilista y reaccionario.
Es, destacable que cuando la Academia Sueca lo propuso para que le fuera otorgado el Premio Nobel «la caverna» se movilizó, organizó manifestaciones, pateos como el de su obra teatral «Electra» y descalificaciones hasta que fue retirada su candidatura y el premio recayó, de rebote, en Echegaray.
¿Tiene España futuro? Es ésta otra pregunta que Galdós se hace. Tiene la gallardía de contestarla afirmativamente pero a condición de que apueste, sin ambages, por la libertad, por la tolerancia y por el laicismo para que seamos capaces de sacudirnos el peso muerto que tantos años de dominio, de caciquismo y de poder omnímodo de la iglesia católica.
Este pequeño ensayo está a punto de concluir. Señalemos, porque es de justicia, que el novelista de Madrid, aunque canario de origen, el creador que más páginas ha dedicado a sus calles, sus plazas y sus gentes tiene un monumento en los Jardines de El Retiro, concretamente, en el Paseo de Coches, tallado en piedra blanca de Lérida, sufragado por suscripción pública y realizado por Victorio Macho. Y es que frente a tantos detractores siempre ha habido quienes lo han querido, lo han respetado, lo han leído y opinan que sus ideas, sus mensajes y sus propuestas tienen plena vigencia en la España actual. Unos piensan que porque se adelantó a su tiempo, otros, quizás más pesimistas, que porque los problemas que denunció y contra los que se irguió, con fuerza, siguen estando presentes aunque ligeramente maquillados.