noviembre de 2024 - VIII Año

Madrid se va

Puerta del Sol (Madrid)

“Madrid es España dentro de España”. “Tratar a Madrid como al resto de Comunidades es injusto”. Isabel Díaz Ayuso con su vivir a la “madrileña” estaba situando de facto algo parecido al “hecho diferencial” de los nacionalismos denominados periféricos. Casi al mismo tiempo que se producían estas declaraciones de Ayuso el presidente de la Generalitat Valenciana Ximo Puig reclamaba una profunda reforma para corregir asimetrías y superar un generador de diferencias: “un proceso invisible con un dumping fiscal injusto”.

Pascal Maragall publicó dos artículos en el diario El Pais que podemos clasificar de proféticos, por un lado “Madrid se va” en el año 2001 y “Madrid se ha ido” en el 2003. En el primero se decía lo siguiente: “Tenemos la impresión de que Madrid se mide con Miami, con Buenos Aires, con São Paulo. Que ya no le interesamos. Que España, para Madrid, es ahora tan sólo el lugar donde ir a buscar pequeñas y medianas empresas en venta para mejorar posiciones, sector por sector, antes de dar el salto al otro lado del charco”. Era el periodo en el que José María Aznar disponía de mayoría absoluta.

Dos años después constataba que Madrid se había ido : “El magnífico paisaje pintado por la Constitución, una España plural, con idiomas, pueblos y nacionalidades unidas en un proyecto común, se iba como destiñendo para permitir la aparición de la auténtica, inmarcesible e incombustible pintura de fondo, la de la España radial, díscola, difícil y necesitada de una mano firme en el centro para dominar sus demonios; si bien ahora una mano tan económica como política, tan «liberal» como antes dictatorial” y hacía una advertencia final “ Yo confío en que la sociedad civil madrileña reaccione y se plantee seriamente cuál ha de ser el papel de esa comunidad en la política española; y para empezar, cómo debe Madrid regenerarse políticamente. Cuatro años más de deriva como la de los dos últimos y España perdería el norte.” Confianza incumplida. Vino el Tamayazo, después Esperanza Aguirre con mayoría absoluta, Cifuentes, Garrido… y ahora Ayuso, que sigue siendo heredera de aquel modelo. Modelo, no obstante, que  creíamos acabado pues se ha demostrado desde el 2008 que la sociedad no era únicamente un gran mercado, ni la respuesta eran las privatizaciones de unos servicios públicos que a la postre nos han salvado la vida.

Así estaban las cosas cuando Ayuso (es un decir) descubrió a Jordi Mercader (El tigre soberanista): “la eficacia del gobierno autonómico es un instrumento partidista de contrapoder si se realiza un ejercicio permanente de deslealtad institucional”. Madrid se ha convertido así, en palanca del PP para reunificar la derecha y defender la unidad de España, pretendidamente amenazada por el gobierno denominado machaconamente social-comunista-secesionista, recuperando la estrategia de Aznar.

El montaje del inicio de la campaña (ha quedado demostrado que no había moción de censura ni nada parecido) era sin ambages Socialismo o Libertad, modificado por la aparición de Iglesias en el tablero electoral. Las derivadas del Trumpismo, excelentemente explicadas en un artículo de Tezanos en la revista Temas, son múltiples y evidentes. Uno puede tener la impresión de que se quiere convertir Madrid en un factor descentralizador de la España de las autonomías. A mi juicio el modelo de neo nacionalismo español, teñido de liberalismo económico, con la retórica trumpista “populismo o libertad” ha sido la principal propuesta que inevitablemente aumentará las fracturas territoriales, frenará la España Federal, incrementando las desigualdades sociales,  normalizando el discurso de la extrema derecha, alejándose del marco europeo de referencia.

Las redes sociales nos dan la ocasión de ver el pensamiento de algunos exdirigentes socialistas, tertulianos habituales en los medios de comunicación. Constatamos que algunos, no es que estén distanciados de las tesis de Xabi Domenech de su libro “Haz de Naciones”, es que son incapaces de asumir lo acordado en la Declaración de Granada, luego ratificada en lo que se llamó Declaración de Barcelona. No es de extrañar que algunos votantes socialistas tradicionales que no ven ni por asomo lo de la “plurinacionalidad” hayan optado por el voto “españolista” y castizo de Ayuso. Algunos lo han hecho explícito y otros lo harán en modo de responsabilizar a Sánchez de la bajada de votos en Madrid. Sí, para mí, el tema catalán ha influido en las elecciones de Madrid. Mucha pedagogía tendrán que hacer los nuevos dirigentes para que el “madrileñismo” se implique en la lectura de Joan Margarit, como lo ha hecho en esta revista Antonio Herranz.

Me decía un tertuliano en las sesiones compartidas de cine que esto que regresa, aunque no menos peligroso, no es el fascismo del siglo pasado: es una mezcla de resentimiento, gente de orden inadaptada, nostalgia kitsch, xenofobia, antifeminismo y rabia antipolítica desde abajo, pero más desideologizada y no tan politizada en espacios colectivos organizados (que la pandemia también ha intensificado). No se trata de ser sofisticado en momentos de peligro: por mucho que necesitemos movilizarnos políticamente en estos ocho días que quedan con analogías del pasado, un mal análisis tiene también consecuencias políticas para el futuro. Lo que vuelve es otra cosa. Cuando vi a Gabilondo meterse en el “fregao” de fascismo o democracia percibí que no era su terreno de juego, y lo consideré un error, no así el de tratar de atraerse el voto de ciudadanos. Ojalá lo hubiera conseguido, pero ese sería otro debate. Reconozco que despedirse de la política de partido con unos versos de una canción de Silvio Rodríguez no me ha dejado indiferente.

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