noviembre de 2024 - VIII Año

Vencer la usura del Tiempo, un sueño inmarchitable

Jacobo y la paradoja del tiempo
Editorial Tandaia
Santiago de Compostela, 2020
357 páginas

Ángel Luis de Sousa publica su tercera novela, que arranca de los subterráneos del monasterio herreriano

Los fenómenos de actualidad suelen tardar bastante tiempo en asentarse temáticamente sobre la realidad literaria. Se precisan períodos previos de sedimentación conceptual que tardan, a veces, años hasta su cristalización definitiva. Signo de los tiempos es, precisamente, la velocidad con la cual determinados fenómenos aterrizan hoy en torno nuestro. Uno de ellos, quizás ha de figurar entre los decisivos, lo constituye el llamado Big Data. Consiste en la cosecha masiva de datos con los cuales, grandes y poderosas compañías especializadas elaboran silenciosamente perfiles estadísticos sobre nosotros, mediante los cuales extraen precisas y muy previsibles tipologías de nuestras conductas y comportamientos.

Pero no solo trazan perfiles comerciales, destinados a averiguar hacia donde se orientan gustos y preferencias de consumo; sino que dibujan también perfiles políticos, ideológicos, electorales, estéticos, vitales; incluso existenciales…Y lo hacen de tal manera que nuestra intimidad más recóndita, ese refugio hondo y privado donde reside nuestra libertad, se ve invadida por un escrutador anónimo. Es el mismo vigilante que ha obtenido miles de datos nuestros gracias a la visualización telemática de nuestras vidas: lo hace mediante cámaras instaladas en la calle, merced a las tarjetas de crédito que utilizamos o bien gracias al rastro que dejamos en nuestros teléfonos móviles o en los ordenadores con los que trabajamos; todo sirve al voraz engullidor de datos, desde la adquisición de un billete de autobús o de metro hasta el pago de la compra semanal en el supermercado.

Pero, señaladamente, los datos se ceban a través del rastro que dejamos en las llamadas redes sociales –denominación piadosa de un gigantesco mecanismo de individuación- en las que volcamos, inconscientemente, deshilachadas cuotas de nuestra intimidad: de manera cuidadosa, una por una, son pertinentemente agregadas desde las terminales corporativas hasta dibujar una silueta nuestra casi perfecta.

Ángel Luis de Sousa es un escritor que ha adoptado ese aire de anonimato que los novelistas de veras buscan para convertirse en buceadores de la realidad. Arquitecto de profesión, con el holgado saber científico y técnico de los alarifes dedicados a la conservación del patrimonio -suplementado pues por una pulsión que cabría definir como humanística-, nadie sospecharía que tras de su tecnificado oficio se esconde un narrador vocacional, capaz de fabricar mundos de ficción dotados tan solo de la tectónica de la palabra bien escrita. Y del saber bien documentado. Sousa goza de esa capacidad de relacionar universos, situaciones y personas que denominamos inteligencia. Y la emplea cumplidamente para escribir novelas, como la reciente Malangost, signadas por un interés especial.

La que ahora nos ofrece versa, precisamente, sobre la responsabilidad social depositada en las manos y en las mentes de quienes diseñan esos artefactos que proveen a las fábricas de datos de su endemoniado poder de penetración en nuestras vidas. Rozando un horizonte distópico, tan de moda, pero con los pies literarios bien ceñidos al discurrir descriptivo del relato bien trabado, el arquitecto novelista proyecta su potente foco de atracción sobre el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, esa potente “máquina de piedra y sueño”, que diría el poeta, situada en la falda del monte Abantos.

Hasta los húmedos y laberínticos sótanos del descomunal edificio filipino, Sousa adentrará su relato con la maestría de quien sabe cómo fascinar al lector/a. ¿Qué nexo puede existir entre el vetusto monasterio jerónimo, hoy agustino, y las actualísimas y potentes corporaciones extractoras de nuestros datos  más íntimos? Esos son los vínculos que el relato de Ángel de Sousa va a desentrañar mediante una narración llena de ritmo, que trepida en cada párrafo. Empero, el autor salpimienta sus descripciones con algunas referencias prosaicas a la cotidianeidad, como si se viera movido por un cierto rubor que le llevara a restar trascendencia a lo aue escribe.

Subyace en la novela el ciclópeo enigma en torno a la flecha intencional del Tiempo, la misma que hiere las mentes más preclaras con el desafío de desentrañar la inexorabilidad indomable que su secuencia. Ángel Sousa sueña en alto, junto a sus lectores, con doblegar ese discurrir implacable quebrándole el espinazo merced a artificios -lógicos e ilógicos-, que generan en el lector chispazos de gozo mitigados por el seco estoicismo de su protagonista, en pugna constante contra la autodestrucción. La culpa, el arrepentimiento, la duda y el anhelo por vencer al destino, se dan aquí la mano, invitan a la reflexión y timbran de brillante manera la escritura que aquí se ofrece.

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