noviembre de 2024 - VIII Año

‘La deriva de mis sueños’ de María José Pérez Grange

La deriva de mis sueños
María José Pérez Grange
Ediciones Vitruvio, 2021
Colección “Baños del Carmen”, nº 843
60 páginas.

Si el octavo de los poemarios de María José Pérez Grange, Sin tiempo de mañana, había aparecido en 2019, es decir, dos años después de su anterior entrega lírica, Acaso primavera (2017), otros dos años han transcurrido, siguiendo una casi exacta y oportuna cadencia, hasta la aparición del noveno, una vez más en los anaqueles de la Colección “Baños del Carmen” del sello Vitruvio. Por agotar el sesgo numérico de estas palabras de apertura, los cuarenta poemas que conforman La deriva de mis sueños, que tal es el título del nuevo libro firmado por la profesora y escritora madrileña, constituyen una serena reafirmación de sus coordenadas estéticas y del sustrato ético de sus creaciones. Aquí, en cualquier caso, ese trasfondo moral –al que en alguna oportunidad me he referido- no resulta tan perceptible; quizá porque esta obra, como su propio título lo señala, se inclina hacia las ilusiones halagüeñas que los sueños, salvíficamente, cristalizan más allá de las fronteras de la realidad palpable. Bien claro podemos advertirlo en el poema que da nombre al libro todo: “Bajo un sol decadente, / la dulce deriva de mis sueños”. Se diría incluso que estas nuevas páginas de María José Pérez Grange retan a ese “sol decadente” a una lid en torno a las posibilidades de la belleza; como si la emoción poética y la decantación del hecho poético significasen algo parecido a una estoica reivindicación –sin una voz más alta que otra- del ser humano frente a la inasequible inmensidad del cosmos. El trasfondo moral, pues, se ve superado por una conmovedora dignidad del individuo en su misma esencia, mientras la autora esgrime sus armas con total diafanidad, tras haberlas velado en la sencillez, en la nitidez de la retórica.

“Por tu cuna te nombraban / como se nombra a un vástago de cepa, / y no eras tú. / Era el origen confundido en tu persona”: origen, cosmos, inmensidad. Inefabilidad en última instancia para los poetas y sus indagaciones, cómo no. “Me volvería sombra / para no ser yo / y que ella decidiera”, llegamos a leer. Mas estamos también ante la ocasión de defender la alegría, recordando al gran Benedetti. No es casual, pues, que La deriva de mis sueños comience con un texto titulado precisamente así, “Alegría”. “¡Cómo no te inventé antes!”, dice su verso de apertura, con impulso tan fresco, evocador de Pedro Salinas o Jorge Guillén. “Mi gran desconocida, mi secreto afán”, leemos casi de inmediato, lo que prepara nuestro sentir para olvidar “el cansancio”, disipar “la niebla” y ceder la angustia al “infinito océano de la luz”, que “no sabe mi nombre / y a mis pies se llega”. Con todo, cabe insistir en lo afirmado líneas arriba: La deriva de mis sueños no es un poemario de celebración, sino de serena lucha, de dignidad vital reivindicada, desde una firme convicción que va mucho más allá de la boutade: “A mi cuidado tengo el riesgo de mi vida”. El extrañamiento contemporáneo hace que podamos sentirnos como “cápsulas de indiferencia engañosa”, y, sin embargo, el más honesto pundonor no tarda en poner las cosas en su sitio: “Menos mal que no soy mío / ni de nadie (…) / Habré hecho mi trabajo, / no va a quedar sino mi sueño en paz”. Y si “miedo da estar con uno mismo, / con esa pregunta muda / que no acepta la pintura del engaño”, el sujeto poético luchará por traer de los sueños esas “auroras tan heridas / que no se dejan ver”.

Como en todo libro de Pérez Grange que se precie, y como haz y envés de una germinación análoga, el amor y la esperanza gozan de su espacio redentor: “Ha de volver la canción de mis labios, / susurrada al aire, / cuando vuele el amor / entre luces que agonizan”; y el “perfume” de la esperanza “deberían cantarlo todas las campanas / señaladas en el aire como espías de la gloria”. Al amparo de ambos, incluso puede producirse una elocuente reconciliación: “He tardado hasta querer mi sombra, / ella esperaba”. Y otro momento de singular perspicacia poética reclama su ascendiente sobre el tramo final de la obra: “La vieja casa brilla como nunca / con el acero de tantas espadas que ya no hieren”. Lucha incruenta, pero a brazo partido desde una enaltecida intimidad, la que María José Pérez Grange nos propone en estas nuevas, valientes y afortunadas páginas de su autoría. Deriva de los sueños que es dignidad en marcha.

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