El modus vivendi operandi del Ateneo de Madrid facilita la corresponsabilidad de todos sus miembros, valora sus carismas e intensifica sus vínculos fraternos, lo que se explica porque sus reformas han tenido lugar desde dentro. Procesos que han cambiado las formas y renovado las estructuras inspirándose en la herencia de la Ilustración, destacando la íntima conexión entre experiencia y alzado de sus columnas.
Iniciar procesos de conversión debe ser por tanto una práctica de gobierno propio, única garantía real de que el marco constitucional-institucional que contiene el Reglamento del Ateneo pueda mantener su unidad de espíritu. Afrontar las cuestiones críticas no puede hacerse sin reconocer que el Reglamento contiene los presupuestos históricos de la Ilustración y subraya la importancia de los socios. En el Reglamento se aprecia la dignidad de los partícipes, que deben considerarse como algo indispensable y necesario, costumbre secular que ha traído consigo la distinción del ateneísta revestido de responsabilidad por su compromiso con el Ateneo.
En efecto, en el Ateneo fluye el principio de unidad que reúne en un único sujeto dinámico a todos sus miembros y permite converger en adhesión a lo que representa. La siempre renovada conciencia de esta Institución es una premisa fundamental para su adecuado desarrollo, conseguido a través de un parlamentarismo valiente, especie de carisma que permite convertir los argumentos teóricos en praxis, pues la piedra angular es la escucha de todos, el Ateneo como instrumento privilegiado de escucha.
Por ello, la Junta de Gobierno debe ser capaz de percibir la esencial naturaleza del Ateneo y distinguirla de las corrientes cambiantes pasajeras. Es tiempo para una discusión sincera, alejada de grandilocuentes discursos de recién llegados que quieren erigirse en salvadores de una institución que ni conocen ni tampoco les interesa. Desconocen los novicios que es íntima la conexión entre experiencia, lenguaje y reforma de las estructuras.
El Ateneo se nos presenta como una ciudad del libre pensamiento que contribuye, sin lugar a dudas, a superar modelos miméticos, comerciales e inhumanos. Es una institución histórica qué representa el mensaje ilustrado en nuestro país desde el siglo XIX, que se expresa a través de las secciones, agrupaciones, cátedras y tertulias. Cualquier intento de suprimir estos espacios supone quebrar el corazón del Ateneo.
Si quienes ni conocen ni sienten el Ateneo consiguieran hacerlo suyo, ya no sería el Ateneo de los debates, de las fusiones de la ciencia y de la cultura, sería simplemente un negocio, un sitio para tomar unas copas, un lugar para tratar determinados “asuntos”, en definitiva sería algo que no queremos los verdaderos ateneístas. No queremos creer que osan despreciar el trabajo de cientos de librepensadores durante años, durante siglos, durante toda una vida consagrada a la Docta Casa. ¿No es más honesto entrar en una casa con humildad, con propósito de aprender?.
Los ateneístas, en contraposición a los que recién llegados no respetan a los que ya están y por ello a la Institución, nos esforzamos cada día en conocer de la Docta casa su historia, sus valores, sus principios, sus pasillos, sus luces y sus sombras. Reivindicamos el trabajo bien hecho durante muchos años.
Y como gentes de bien, llevamos años en el Ateneo reclamando los derechos de los más desfavorecidos, llamando a los jóvenes a participar, impulsando la igualdad del hombre y la mujer, reconociendo el buen trabajo del feminismo y haciendo un espacio de debate y tolerancia donde todos cabemos con nuestras ideas: éste y no otro es el Ateneo de las Luces.
En mayo elegiremos la mitad de la Junta de Gobierno, y entre ellos el cargo de Presidente/a. Por ello, hoy más que nunca reivindicamos el papel de la mujer en nuestro Ateneo, que se la reconozca su capacidad para asumir las más altas responsabilidades, a la par de que no sea así sólo por su condición de mujer sino también por su experiencia, sus conocimientos, el cariño y el trabajo dedicado al Ateneo durante muchos años.
Fdo.