Obra poética
Katherine Philips
Cátedra, Madrid, 2020
560 páginas
Un cierto resabio moralizante parece discurrir más o menos explícito por los versos de este libro cuyo destino poético-didáctico no solo no se oculta sino que, gracias al dominio del lenguaje y a lo que se intuye como formación ética de la autora, se manifiesta creando un corpus original y, diría, necesario, por cuanto no es el tono habitual del contenido poético que se nos suele trasladar al lector
Bien es cierto que el siglo en que nació la autora, el XVII, aporta su justificación a la naturaleza del discurso a través no tanto desde una reivindicación femenina más o menos beligerante como pueda serlo hoy, sino a través de la labor constructiva de la educación; mediante la cual se obtiene la mejor libertad.
Algo que bien se pone de manifiesto a través de un lenguaje acorde al llamamiento en favor de valores que servirán como garante de identidad, de reivindicación de la propia dignidad como personas: “Sabiduría y buen trato requiere la Amistad (repárese en la mayúscula del término),/ para el consejo aquella, para la compañía este,/ sin ser fundamental, aún desear podemos/ tanto la complacencia como la ingenuidad./ Si puede amarse todo, no obstante es una norma/ que de Amistad no es digno aquel que es un idiota” Los visos del lenguaje, de intención y expresividad, resultan acordes –eso parece- a un discurso femenino, en efecto, atentos a señalar una especie de guía de actuación, de consideración de la realidad dentro de una sociedad todavía rígidamente compartimentada. Por tal razón, una cierta sutileza es buena al discurso para la convicción. Una retórica útil, digamos.
Sin constituir una guía de uso, los llamamientos se reiterarán siempre a favor de un ser propio y con carácter positivo, a favor de comprensión y concordia. Así cuando leemos: “Un Alma autocompasiva que puede dilatarse y contraerse,/ penetra y juzga las cosas invisibles:/ pero este abultado montón de materia,/ no puede moverse si no es impulsado desde el interior”
Pudiera considerarse un discurso que se dirige a otro, pero es un signo de inteligencia, creo, el que se establezca desde no solo la utilidad propia, sino desde el bien propio, desde la voluntad propia.
Por último, bajo el título ‘Canción: con la música de Adiós Filis’ asistimos a una descripción vital que cualquier inteligencia haría reconocible como reflexión, como alusión a la vida: “Es verdad, nuestra vida es tan solo una larga enfermedad,/ mezcla de dolor verdadero y aparente facilidad./ Astros que asignáis estos embrollados destinos,/ Oh!, decidme por qué/ es tan duro morir/ pero también tan pesado vivir”
Considero que el lenguaje cuidado, elegido y claro ayuda a transmitir una a modo de guía espiritual instructiva que, como definición de voluntad, alcanza a ser tan explícita como instructiva y atenta a la realidad.