TRIBUNA ESPECIAL ‘AL FILO DE LA PANDEMIA’
Empezaré diciendo que me gusta el fútbol. Me alegro cuando gana mi equipo y me entristezco cuando pierde. A menudo veo los partidos en un bar rodeado de personas, casi todas ellas hombres, que comparten la misma afición. Eso no me impide aceptar que hay mucha gente a quien el fútbol le tiene sin cuidado. Disfruto practicando algunos deportes y me gustan muchos otros que no he practicado. Sin embargo, pienso que los medios suelen prestan a los deportes en general y al fútbol (masculino) en particular una atención excesiva. También pienso que si los y las deportistas famosos tienen un papel social que cumplir (más allá del disfrute que sus actuaciones puedan causar a las aficionadas y aficionados) es servir como modelos de esfuerzo, superación y respeto a las reglas del juego limpio. Y, también, de ciudadanía. Sobre todo, entre niños, niñas y personas jóvenes. Muchos de los y las deportistas de élite responden a esas expectativas. Otros no. Diego Armando Maradona fue de estos últimos. Su vida personal fue el anti-modelo de todo cuanto se espera de un deportista famoso y de un icono social: misógino, machista, maltratador, drogadicto, violento. Hasta su gol más famoso lo metió con la mano y justificó haberlo hecho. Entiendo las circunstancias por las que su vida y su muerte han producido sentimientos intensos (y contradictorios) en muchos argentinos, muchos napolitanos, y muchos y muchas aficionadas y aficionados al fútbol.
Quiero creer que estas personas, a quienes respeto, también entenderán que la mayoría de la población no los haya sentido. Pero, aunque la intensidad de los sentimientos pueda explicar una sinrazón, no puede justificarla. Y lo ocurrido con la muerte de Maradona ha sido una sinrazón absoluta. ¿O es que todos los niños pobres de Buenos Aires, o de otras grandes urbes del mundo, han de soñar con ser futbolistas famosos? ¿Ese es el modelo de que se les propone? ¿Acaso ser un futbolista famoso, el más famoso, redime de todo comportamiento deleznable y da derecho a ser velado en sede presidencial? ¿Es el fútbol (masculino) más importante que otros deportes, incluso que otras actividades humanas, una suerte de religión que necesita de Maradonas para sostener su influjo hipnótico sobre millones? Y, sobre todo, en plena pandemia, con un récord de fallecidos ese mismo día, ¿merecía la muerte de un futbolista eclipsar las demás noticias? ¿Deben los medios ceder siempre al sensacionalismo? Esa misma noche, Carlos Franganillo respondió a esta pregunta con un telediario modélico realizado en su mayor parte desde el Hospital del Mar de Barcelona. Un informativo sobrio y veraz sobre quienes sufren la pandemia y quienes se enfrentan diariamente al dolor y a la muerte porque sienten que esas son su vocación y su obligación. Un informativo que relegó la muerte de Maradona a donde siempre debió estar: a un discreto tercer plano. Fue la excepción. Maradona ha muerto. Descanse en paz un gran futbolista. La pandemia sigue.
Alberto Infante Campos es autor del libro Crónica del año de la pandemia que se presentará en Madrid el próximo 1 de diciembre