diciembre de 2024 - VIII Año

‘Morir en Madrid (1939-1944)’ de Fernando Hernández Holgado y Tomás Montero Aparicio (eds.)

Morir en Madrid (1939-1944)
Las ejecuciones masivas del franquismo en la capital
Fernando Hernández Holgado y Tomás Montero Aparicio (eds.)
Editorial Antonio Machado. Madrid, 2020
395 páginas

Esta, que te dispones a leer, no es sólo la reseña de un libro es, ante todo y sobre todo, una reparación moral y un testimonio, para que no quede impune un acto perpetrado por el odio y la barbarie, contra quienes fueron fusilados delante de los muros del Cementerio del Este, -hoy de la Almudena-, entre 1939 y 1944 y, también, contra quienes pretenden negarles el derecho democrático a que sus nombres sean recordados por todos nosotros.

No es, desgraciadamente, un acto aislado. Todo lo que signifique reivindicar la Memoria Histórica, -hoy Memoria Democrática- ha encontrado y sigue encontrando resistencias entre los que continúan haciendo gala de un espíritu totalitario y de gestos autoritarios de “aquí mando yo” y  “hago esto porque me da la gana”.

Es nuestra obligación decir, alto y claro, que los ejecutados merecen que se les recuerde y eso, precisamente, es lo que pretendía el Memorial que el Ayuntamiento ha derribado… y, sin embargo, las placas rotas constituyen un acta de acusación y el muro “desnudo de nombres” lanza gritos que piden justicia y reparación.

Hoy, cuando ya han pasado entre 81 y 76 años de esos fusilamientos al amanecer, cuyas detonaciones eran escuchadas, con rabia y miedo por los vecinos de los barrios limítrofes, es necesario e imprescindible denunciar el totalitarismo franquista que causó tantas muertes y sufrimiento… así como  reparar la memoria de las víctimas.

El libro que reseñamos contiene colaboraciones de historiadores que llevan mucho tiempo investigando estos temas. Tiene, por tanto, un valor historiográfico nada desdeñable. Es de justicia señalar los nombres de quienes han participado: Fernando Hernández Holgado, Tomás Montero Aparicio, Santiago Vega Sombría, Daniel Oviedo Silva, Alejandro Pérez-Olivares y Juan Carlos García-Funes. Contiene, además,  una colaboración del autor de la escultura “Lar” muy emotiva e incluso poética de Fernando Sánchez Castillo.

Quienes colaboran son, en su mayoría, prestigiosos profesores de las universidades  Complutense, Nottingham o la Sorbonne, asimismo, el Colectivo Memoria y Libertad, debe ser citado en esta reseña por la tarea encomiable que  ha venido realizando durante años.

La iniciativa de que este libro vea la luz, se debe al Grupo Municipal Socialista  y al Grupo Político Municipal de Mas Madrid. Es obligado reconocer el empeño y el esfuerzo de Ramón Silva, por sortear las dificultades que le iban saliendo al paso y lograr que este proyecto cuajara, en el testimonio democrático en que ha acabado convirtiéndose.

Una decisión injusta y arbitraria del Alcalde Martínez Almeida, procurando que este acto reivindicativo de la Memoria no prosperara es, en buena parte, contrastado por este libro que finaliza con el listado de los 2.936 nombres, que de otra forma, estarían condenados al olvido, es, por tanto, un compromiso hecho realidad.

Un afán de justicia y reparación emerge de las profundidades. Hay gestos que son un ejemplo de perseverancia. La vida y la coherencia exigen agiles golpes de timón para mostrar aquello que algunos han buscado, inútilmente, que permanezca en silencio. Este libro colectivo pretende sacar  a la luz y dar a conocer lo que se ha querido mantener oculto.

A lo que una derecha, heredera del franquismo sigue aspirando, es a cerrar, a cal y canto, las compuertas de la memoria para que lo que tanto tiempo ha permanecido silenciado siga sin mostrarse; ahora bien, esos intentos son cada vez más patéticos y, ponen de manifiesto un cinismo evidente, propio de un tinglado perverso.

Habrá quien piense que el Consistorio de Madrid es democrático, pues democráticamente fue elegido… pero gobierna gracias a los votos de la ultraderecha y esto le empuja a tomar decisiones dudosamente respetuosas con la verdad histórica y con las convicciones democráticas más elementales.

La imagen de un sindicalista limpiando la palabra asesino del pedestal de la estatua de Largo Caballero, invita a reflexionar sobre la complicidad que supone dar pie a que actos vandálicos como este y otros muchos, se perpetren. Continuar negándose a reconocer los derechos de los que fueron derrotados en la Guerra Civil… sigue produciendo injusticias y arbitrariedades.

Es oportuno, con toda serenidad, advertir el peligro que supone quienes buscan, envenenar la convivencia.

Se ha dicho, que sin demócratas es imposible que haya Democracia. Iniciativas como este libro, deben ser causa de sonrojo y vergüenza para unos y de la satisfacción de un deber cumplido, para quienes lo han promovido.

Hay que mirar a la realidad de frente y condenar, sin paliativos, lo que algunos “farsantes” que pretenden diluir sus responsabilidades vienen perpetrando por cobardía,  cediendo a las pretensiones de la derecha extrema o lo que es aún peor, porque todavía no han logrado desprenderse, de ciertos lastres dictatoriales del pasado.

Algo, sin embargo, va quedando cada vez más claro. Hoy, tiene menos sentido que ayer, el pretender seguir hurtándonos el derecho a recordar.

Es más necesario que nunca un nuevo pacto intergeneracional que sea capaz de consensuar una historia compartida y democráticamente aceptada en lugar de alentar, aunque sea “sottovoce”, crispación, dimisiones y un trasnochado guerracivilismo.

Para lograrlo, quienes han sido durante décadas estigmatizados, marginados, e ignominiosamente  “olvidados en cunetas”, deben formar parte de esa memoria común a la que aspiramos, es decir, una auténtica memoria compartida.

Los muertos tienen derecho a que se les recuerde. Hay libros, como el que hoy reseñamos que tienen, ante todo, la pretensión de hacer justicia a unos hechos tergiversados y enterrados bajo una capa de olvido.

Estamos defendiendo en estas líneas, que aprendamos todos a saber mirar atrás, reivindicando la memoria de los asesinados y asumiéndola como parte de un pasado que sólo de esa forma lograremos superar.

Basta ya de dar vueltas y más vueltas sin sentido alguno. Para mirar limpiamente al futuro, es indispensable solucionar las “cuentas pendientes con el pasado” y prescindir, de una vez por todas, “de los viejos aceleradores del odio“.

Hay hijos y nietos que exigen justicia y reparación para sus padres y abuelos asesinados primero y, vilipendiados después, cuyas infamantes sentencias… todavía hoy no han sido revisadas.

La Historia no pertenece a nadie porque nos pertenece a todos. Los recursos democráticos que poseemos necesitan cierto oficio para ser empleados con eficacia. Por tanto, no nos dejemos engañar por quienes incapaces de diseñar el futuro, permanecen aprisionados por un pasado, que ni quieren ni pueden superar. Porque hay formas de unidad que pretender anular la diversidad.

La democracia, quizás, no sea otra cosa que un mecanismo capaz de gestionar la heterogeneidad respetando las diferencias y, a los diferentes, y otorgando derechos y libertades a la minorías.

Es urgente, por tanto, concebir la política como una forma de entender y ejercer el poder, respetando los derechos y libertades de los ciudadanos. La democracia es también, un método de resolver los conflictos con amplitud de miras, cumpliendo las leyes que nos hemos dado y dejando atrás privilegios rancios que deben desaparecer lo más pronto posible.

Si hay algo que merece la pena derribar, son las actitudes fanáticas e inquisitoriales; hay que ir siempre un paso por delate de los intolerantes… para evitar que vuelvan “a las andadas”.

Pongo aquí fin a estas reflexiones. La portada del libro que reseñamos muestra los efectos devastadores de la destrucción. Contribuir a que no se repita es una obligación democrática y moral. Esos árboles arrancados y derribados tienen un valor simbólico incuestionable así como “el acusador muro vacio” que debía albergar las placas y los nombres de los fusilados.

Entiendo que este libro-testimonio no debe faltar en ninguna biblioteca que pretenda mirar hacia un futuro democrático, más saldando adecuadamente “ciertas cuentas con el pasado”, ya que hasta que no lo hagamos no seremos libres ni estaremos preparados para plantear un futuro común de convivencia.

Con miedo no es posible ser libres. Sin esperanza ni hay –ni puede haber- unas firmes bases sobre la que se levante una auténtica convivencia democrática. El libro que reseñamos es una apuesta esperanzada por la libertad, la justicia y la reparación.

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