noviembre de 2024 - VIII Año

‘Mujercitas’, un viaje al mundo de Emerson

mujercitas3A veces, al menos algunas veces, las decepciones no sólo no son insatisfactorias, sino que, por el contrario, pueden resultar hasta profundamente estimulantes. La novela Mujercitas (1868), y las películas que de ella se han hecho, han sido para mí una de esas ocasiones, vivamente grabadas para siempre en mi memoria.

La nueva versión cinematográfica de 2019, realizada por Greta Gerwig, de esta gran obra de la literatura norteamericana ha vuelto a conseguir despertar la expectación, incluso hasta entre los más veteranos. Entre esos cinéfilos de antaño y lectores de siempre, entre los que me cuento. Esos que hemos tenido en nuestras manos diferentes textos del libro y hemos visto algunas o todas de las siete versiones cinematográficas, y algunas de las teatrales y televisivas de este auténtico Clásico (así, con mayúsculas), y que hemos vuelto a sentirnos llamados, una vez más, para ver la nueva puesta en escena de esta obra magna. La versión de 2019 de esta película ha obtenido, como no podía ser menos, un amplio número de premios y/o nominaciones, entre los que destaca el Oscar al Mejor Diseño de Vestuario. Y un Oscar, aunque sea de los considerados como ‘menores’, es un Oscar.

mujercitasAllá por 1968, tuve en mis manos por primera vez la novela Mujercitas, y me encantó. Jamás entendí las burlas recibidas de mis compañeros, o implícitas en algunas incómodas preguntas en casa, porque todos decían que era una novela para chicas, y a mí me parecía simplemente una gran novela. Fue la primera decepción que recibí con Mujercitas, pero fue muy estimulante. Me había gustado tanto que, incrementando las cautelas y forrando el libro, la releí varias veces (tenía que asegurarme). Y cuando me preguntaban qué leía, decía que era otra de Salgari. En seguida vino la segunda decepción. Y es que, en realidad, yo no había leído aún la novela Mujercitas, sino tan sólo una adaptación juvenil, que estaban muy de moda en mi juventud, y que se parecía bastante al original, pero que no lo era. Otra decepción estimulante, pues con el tiempo la he conseguido leer hasta en inglés.

La tercera ocasión que, aunque no pueda decirse que haya sido desalentadora, si resultó menos estimulante, ha sido el visionado de la película de Greta Gerwig de 2019. Y no por alguna razón compleja o difícil de explicar, sino por las mismas cosas que han sido destacadas por cierta crítica como los ‘méritos’ de la nueva versión y que, a mi modesto entender, no pasan de ser las peculiares características de este último film, que no mejora las versiones anteriores. Y desde luego dista mucho de ser la versión definitiva, porque no puede serlo. Suele pasar así con todos los grandes clásicos. Únicamente es la última, la del momento, como mucho la de moda.

Louise May Alcott (1832-1888), la autora, no fue la primera mujer novelista de éxito en USA. La precede en el tiempo Harriet Beecher-Stowe (1811-1896), autora de la Cabaña del Tío Tom (1851). Y hay entre ellas lazos profundos e intensos que las unen, además de ser las dos primeras grandes novelistas de América. Ambas nacieron en Nueva Inglaterra y ambas son consideradas precursoras del sufragismo, del feminismo, etc. Pero más que todo eso, lo que de verdad une a Alcott y Beecher-Stowe, entre ellas, y a ellas con otros muchos, y lo hace muy profundamente, es el hecho de que ambas siguieron la estela de Ralph Waldo Emerson (1803-1862). Emerson también nació en Nueva Inglaterra, en Concord (Massachusetts), el lugar donde se disparó ‘el tiro que se oyó en todo el mundo’, en referencia a la Primera Batalla de la Guerra de Independencia Norteamericana, la Batalla de Lexinton y Concord, el 19 de abril de 1775.

TLouise May AlcottLouise May Alcottambién es en Concord, justo en Concord, donde reside la Familia March, que es la verdadera protagonista de Mujercitas, por encima de la relevancia que pueda alcanzar, en el despliegue de los propósitos comunes, cualquiera de sus integrantes en uno o en otro momento de la trama. Y es que el Trascendentalismo nació en Nueva Inglaterra, donde surgieron casi todos los grandes movimientos espirituales de Norteamérica, como el Gran Despertar de mediados del siglo XVIII, la Ilustración Americana, el espíritu revolucionario y la independencia, el segundo Gran Despertar o época revolucionaria, el federalismo o la democracia, aunque algunos sureños, como Jefferson o Jackson, también participasen de ellos e, incluso, llegasen a liderarlos.

Si Franklin, Jefferson, Paine, Adams, etc., declararon la Independencia Política de Norteamérica, y si George Washington la ganó al frente del Ejército Continental, con Ralph Waldo Emerson (y el Trascendentalismo), se alcanzó la definitiva Independencia Intelectual de los Estados Unidos de América. Cuando en 1838 pronunció su Discurso del Divinity School, en la Universidad de Harvard (Massachusetts), Emerson no sólo presentó en sociedad su crítica radical a las tradiciones religiosas de Norteamérica, unitarias, anglicanas, luteranas y calvinistas (puritanas), dedicadas a un romo anti-catolicismo propio de la época de la Reforma Protestante. La base teórica del Trascendentalismo está en la filosofía idealista alemana, y sobre todo en Kant (de ahí el nombre del ‘Trascendentalismo’). Y sobre esa base, Emerson inauguró en los Estados Unidos un modo de pensar típica y genuinamente norteamericano que fue muy fecundo.

Emerson reclamó una religiosidad más abierta, acorde con la naturaleza del hombre, del mundo y de la vida, y una nueva mentalidad más abierta y tolerante. La mentalidad adecuada para hacer posibles los sueños para la humanidad y la sociedad, contenidos en los ideales de los Padres Fundadores. Una América que protagonizaría la emancipación de los esclavos negros con Lincoln, mediante una sangrienta guerra civil entre blancos. Y que fue capaz de llevar a cabo la Conquista del Oeste, ampliar y mejorar la riqueza y el bienestar de la nación, y afianzar la libertad y la democracia. Una manera de pensar surgida tras la proclamación de la Democracia Americana, inaugurada con la Presidencia de Andrew Jackson (1829-1837), el del billete de 20 $. Esa Democracia que asombró al viajero francés Alexis de Toqueville (1805-1859), tal como lo plasmó en su obra clásica La Democracia en América (1835).

NRalph W EmersonRalph W Emersono es el momento de extenderse en las bases y fundamentos del Trascendentalismo. Pero sí se hace preciso recordar que fue en el entorno trascendentalista en el que surgieron y se desarrollaron las grandes corrientes ideológicas y el mejor pensamiento norteamericano hasta el presente. La mejora de la democracia, el abolicionismo, la primera sufragista Elisabeth Cady Stanton (1812-1902), la política de Lincoln (1809-1865), el Progresismo Norteamericano de McKinley (1843-1901) y del primer Roosevelt (1852-1919), el pensamiento de Nieburhg (1892-1971), el Kennedysmo de los 60’ del siglo XX y hasta John Rawls (1921-2002), fueron frutos del frondoso árbol del trascendentalismo. Y casi nunca se recuerda al español Jorge (George) Santayana (Madrid,1863-Roma, 1962), quien ha sido quizá el último gran pensador de la escuela de Emerson. El trascendentalismo no fue sólo una doctrina filosófica y religiosa. No sólo produjo pensadores, también escritores y artistas, y hasta hombres de la calle. Como Walt Whitman (1819-1892), el gran poeta, junto con García Lorca (1898-1936), de la ciudad de Nueva York, Herman Melville (1819-1891), la citada Beecher-Stowe o como también Louise May Alcott.

Alguno se dirá, ‘sí, sí, todo esto está muy bien, pero ¿qué tiene que ver con la película de Greta Gerwig?’ Pues todo, lo tiene que ver todo. Porque toda la fuerza y la potencia de la película de 2019, de Greta Gerwig, como no podía ser de otra manera, tiene que ver con la fuerza y la potencia de ese clásico de la literatura universal que es la novela de Louise May Alcott. Y porque no es que Luoise May Alcott esté, más o menos, ligada a Emerson o influida por él. El padre de Louise, Mr. Alcott, fue uno de los fundadores del Club Trascendental (Boston, 1836) y directo colaborador de Emerson, que visitaba con frecuencia la casa de los Alcott. Louise, de niña, al igual que sus hermanos, conversó directamente con Emerson muchas veces. Y el padre de Louise, modelo para el personaje literario del padre de la Famila March de la novela, influyó y mucho en la vida y en el pensamiento de su hija, Louise, al igual que el Sr. March influye e inspira a su hija Jo en la novela.

Mujercitas es el trascendentalismo novelado. Es la novela de la realidad de la vida de una familia abolicionista, en la retaguardia del Norte, durante la Guerra Civil (1861-1865). Dueños de una elevada moralidad y religiosidad, todos sus miembros están activamente implicados en el esfuerzo de guerra, todos realizan esfuerzos por la causa y rezan por Lincoln y por la Unión. Una realidad muy diferente, y mucho más admirable y conmovedora, que la imagen que habíamos conocido del Sur esclavista, reflejada en ese otro film (y novela), también de gran éxito, que fue Lo que el Viento se Llevó (1939). Lo que está patente, lo que late y da vida a cada personaje, a cada situación de Mujercitas, es justamente ese impulso trascendentalista, que exige de los individuos la actitud moral necesaria para hacer libre y justa, y así dar sentido, a una sociedad por definición amoral.

Posee la fuerza arquetípica del clásico. Esa fuerza que hace que cualquier versión de la Antígona de Sófocles, en los últimos 2.500 años, desde su estreno en el Teatro del Cerámico de Atenas, en el 441 (a. C), haya resultado siempre de alto interés; al igual que ha sucedido con la Lisistrata de Aristófanes, desde su estreno en el 411 (a. C), también en Atenas. No es la gracia o la ‘modernidad’ de una determinada puesta en escena, ni las novedades de una última versión, o su ‘aggiornamento’, lo que nos atrae y fascina, sino que es la fuerza y la potencia del tema, de los personajes y del texto lo que nos seduce, conmueve y emociona. Y con la película de Greta Gerwig ocurre igual. Es Louise May Alcott y su novela, una vez más, lo que despierta las emociones, atrae la atención del espectador y conquista su corazón. Quizá la crítica más dura que se pueda realizar a esta última versión de Mujercitas, es recordar la a mi juicio insuperada versión de 1949, con Mary Astor (protagonista de El Halcón Maltés) de Señora March, June Allyson como Jo March, y una jovencísima Elisabeth Taylor en el papel de Amy March.

Pero no dejen de verla, si pueden, pues a fin de cuentas se trata de una buena versión de un Clásico de los de verdad.

Ficha Técnica

Título: Mujercitas, y título original ‘Little Women’, 135 minutos.
Dirección: Greta Gerwig.
Guion: Greta Gerwig, sobre novela de Louise May Alcott.
País y año: Estados Unidos, 2019.
Reparto: Saoirse Ronan (Jo March); Emma Watson (Meg March); Timothée Chalamet (Theodore ‘Laurie’ Laurence); Laura Dern (Marmee March); Meryl Streep (Aunt March); Florence Pugh (Amy March); James Norton (John Brooke); Eliza Scanlen (Beth March); Louis Garrel (Friedrich Bhaer); Bob Odenkirk (Mr. March).
Fotografía: Yorick le Saux
Banda sonora: Alexandre Desplat
Género: Drama
Distribuida por: Sony Pictures Releasing de España.

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