El arte y la imaginación
R.G.Collingwood
Casimiro libros, 2016
Por Ricardo Martínez
http://www.ricardomartinez-conde.es/
El filósofo discreto sostiene (hace de esto ya muchos años) que la realidad no existe: es sólo la elaboración que nos ofrece la imaginación de cuanto nos rodea. De ahí que la realidad sea distinta para cada cual.
Y tal consideración espiritual, tal aserto podemos ponerlo en relación con lo que expresa Collingwood, en mi opinión muy acertadamente: ‘Cuando se trata de contestar a la pregunta ‘¿qué es el arte’? debemos -tener en cuenta que- en la experiencia estética no importa la realidad o irrealidad del objeto. La diferencia entre la veracidad o falsedad de su propósito carece de importancia. No existe la llamada ‘ilusión artística’, pues ‘ilusión’ significa creer en la realidad de aquello que es irreal -repara, amigo lector, en esta sugerente consideración- y el arte no cree en la realidad de nada (Nota bene: hallándome como observador en una exposición de pintura dice, en un momento dado, el niño, ‘pero esa mano está mal pintada’ a lo que la diligente madre añade, ‘pues eso es lo que hace que esto es arte’).
Y continúa el autor, a modo de lo que podría considerarse un desafío estético: ‘Sus supuestas afirmaciones –del arte- no son tales; más bien al contrario, son la suspensión de una afirmación’ Algo que coloca nuestra capacidad de observadores en una preciosa actitud libérrima, como seguramente querrá aceptar todo observador crítico. Por fin, concluye su pensamiento el narrador: ‘Lo que llamamos ilusión no consiste en decirnos a nosotros mismos ‘esto es verdad’ –una postura injustificada en cualquier inteligencia sintiente (Zubiri dixit)- sino en no decirnos ‘esto es ficción’.
El libro que nos ocupa es pequeño en tamaño, pero muy extenso, rico e invocador estético en su contenido, de ahí que todo lector que se precie de tal, esto es, que solicite del texto el planteamiento desafiante de la sugerencia y la observación desde un ángulo distinto y original, lo apreciará como lectura, como compañía y, aún más, como actitud ante la realidad, por cuanto, revisitando sus propios planteamientos, acaso alcance a plantearse en adelante, no a decir ‘esto es verdad’ sino, antes bien, a no decir ‘esto es ficción’.
Real como la vida misma. O, lo que podría venir a ser un símil: ‘El arte reclama para sí dos cosas. En primer lugar, que es la actividad de la imaginación pura; en segundo, que en cierta manera revela la verdad acerca de la naturaleza última del mundo real’.
Pues eso